Un cubano-americano, nuevo obispo en Florida

Felipe de Jesús Estévez toma posesión de la Diócesis de San Agustín, cuna de la fe en Norteamérica

Felipe Estévez (dcha.) con el arzobispo de Miami, Thomas Wenski

ARACELI CANTERO GUIBERT. MIAMI | El cubano-americano Felipe de Jesús Estévez se convirtió el 2 de junio en el décimo obispo de la diócesis en donde se inició la historia de la fe en Norteamérica, San Agustín. Se trata, además, del primer prelado hispano titular de una sede en Florida. Al tomar posesión de la misma, Estévez repitió, en español antiguo, las mismas palabras del explorador Pedro Menéndez de Avilés, descubridor de la ciudad cinco siglos atrás.

Suplicando como entonces al Señor que le diese “en todo victoria” y besando una cruz, el nuevo obispo de esta diócesis, que en sus inicios estuvo vinculada a la de Santiago de Cuba y bajo la Corona española, reconocía los comienzos de la fe en lo que hoy es territorio norteamericano y hacía notar que, “¡por lo tanto, no es tan extraño que un hispanoamericano se inserte hoy en esta gloriosa obra evangelizadora en La Florida”.

El 8 de septiembre de 1565, Menéndez de Avilés tomó posesión de La Florida. Ese día, el sacerdote diocesano Francisco López de Mendoza celebró la primera misa en estos territorios y, acto seguido, se erigió la primera parroquia en Norteamérica. “De esta forma –dijo el obispo en la homilía de su toma de posesión–, por la puerta de La Florida, entró el Evangelio en Norteamérica y, desde ese momento, todo estuvo marcado por una primera vez. La primera parroquia (1565), primeras misiones, primeros conversos, primer convento (1574), primera escuela, primer seminario (1606), las primeras visitas pastorales, los primeros prelados”. En 1819, España cedió La Florida a los Estados Unidos. El 11 de marzo de 1870, se fundó la Diócesis de San Agustín, que comprendía todo el Estado. Hoy día, en el mismo territorio hay seis diócesis.

Al recibir el nombramiento el pasado 27 de abril, el prelado manifestó que sus raíces están en La Florida y que se siente profundamente vinculado a la ciudad de San Agustín, en donde murió el Siervo de Dios Félix Varela, sacerdote cubano del siglo XVIII, sobre quien escribió su tesis doctoral, y lugar que ha sido para él destino de peregrinación durante muchos años.

La diócesis que ahora recibe Estévez está formada por los 17 condados del noreste del Estado, y la integran 171.000 católicos sobre una población de casi dos millones de habitantes. Cuenta con 52 parroquias, ocho misiones, 30 escuelas y 148 sacerdotes.

Misionero y profesor

Felipe de Jesús Estévez nació en La Habana en 1946, y fue uno de los 14.000 niños sacados de Cuba, sin sus padres, en 1961, al inicio de la Revolución cubana. El joven Estévez fue enviado entonces con su hermano a un orfanato en Fort Wayne (Indiana); sus padres se reunieron con ellos un año más tarde. Al decidir su vocación al sacerdocio, cursó estudios de Teología en la Universidad de Montreal y, en 1970, fue ordenado sacerdote para la Diócesis de Matanzas (Cuba).

Con la esperanza de regresar algún día a su diócesis, su obispo le pidió que sirviera en Latinoamérica para que su reinserción fuera más fácil. Ejerció como misionero en Honduras durante cinco años, pero el regreso no fue posible y se incorporó a la Diócesis de Miami en 1975, en donde fue profesor del Seminario Regional. Obtuvo el Doctorado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma y fue luego rector del citado Seminario Regional por un período de seis años. Ha sido párroco durante una década y, desde 2003, era obispo auxiliar de Miami y vicario de todos los servicios pastorales.

Estévez mantiene vínculos cercanos con la Iglesia de Cuba y ha visitado la Isla en múltiples ocasiones. En diversas entrevistas e intervenciones, ha manifestado siempre su amor a Cuba y su deseo de más libertad, democracia y respeto a la vida, y también su postura dialogante, incluso con gobiernos totalitarios, porque en el cristianismo “el perdón es incondicional” y no está condicionado a la rehabilitación del verdugo. El prelado apoya el cese de restricciones de viajes a la Isla porque cree que los contactos directos son la mejor manera de promover el cambio. Dice que tales restricciones frenan la misión de la Iglesia y la práctica de la fe a través de visitas solidarias.

Su gran pasión es la evangelización. Al tomar posesión de la Diócesis, subrayó que la primera evangelización en Norteamérica empezó con la proclamación de Cristo crucificado. De ahí que sus palabras se refirieran a la gran cruz colocada frente a la bahía de San Agustín, junto a la Misión del Nombre de Dios: “Hoy, levantemos muy alto la cruz –dijo–, porque su poder salvador es más que nunca nuestra esperanza”.

En el nº 2.756 de Vida Nueva.

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