Métodos políticos, métodos pastorales

Hace ya varias semanas se promueve en Colombia, por iniciativa ciudadana, una campaña para recolectar firmas que sirvan para presentar un proyecto que modifique una parte de la constitución política de la nación. El contenido de la propuesta apunta a que se reconozca en la Constitución la vida desde su concepción hasta el fin natural. Desde la Iglesia católica se ha acogido la propuesta por coincidir filosóficamente con el tema y se ha apoyado desde las diversas comunidades parroquiales promoviendo el acto de firmar. Es un medio claro, pacífico y concreto para lograr algo que desde la fe se reconoce como fundamental.

No obstante lo anterior, que se vale de un método político, porque la fe no es plebiscitaria, conviene hacer algunas reflexiones desde lo pastoral. Comencemos por decir que la lucha que desde la Iglesia se viene dando hace ya varios años por la defensa absoluta de la vida, ha permitido poner sobre la mesa de discusión la protección total de la vida, cuando los de visiones parciales o condicionadas parecían tener copado el foro de los argumentos. Pero en ocasiones las voces religiosas han tronado con tal vehemencia que han terminado por abrir grietas en el frente de la misericordia. En otras palabras: alguna persona creyente mandando al infierno a todos los que atentan contra la vida, cierra de un solo golpe los caminos de la conversión. Y es la sensación que a no pocos les causa el tono con que desde la tribuna religiosa se aborda en ocasiones el tema tan delicado de la defensa de la vida.
Los métodos pastorales son sustancialmente diferentes de los métodos políticos, si bien a veces pueden coincidir en la meta buscada. Lo pastoral apunta al corazón de cada persona, más que a las multitudes. La evangelización quiere cambios de mentalidad, no solo de textos escritos. Lo cristiano apuesta por encontrar la mano de bondad que hay en cada persona y no se queda obsesivamente en el pecado. El reto de la Iglesia es lograr crear una verdadera atracción por el bien, por la obra de Dios, por la santidad de la vida, dejando traslucir un rostro constante de misericordia para quien quiera encontrarse con Dios, no importando de qué abismo venga. Pero todo esto se puede ver ocultado por unas voces demasiado infernales, unas posiciones excesivamente atronadoras e inclusive unos argumentos demasiado simples.
La verdad sea dicha, muchas de estas posiciones no tienen su origen en voces de obispos o sacerdotes, sino en movimientos y personas que en los últimos años han dado auge a una especie de radicalidad de origen católico que poco ayuda pastoralmente en estos tiempos, caracterizados por el Concilio Vaticano II como de cambios rápidos y profundos. Lo pastoral, aunque tiene que moverse siempre sobre valores y principios claros y arraigados en el Evangelio, nunca puede perder de vista la situación concreta en que transcurre la vida humana. Y no todo el mundo goza de paz en el alma ni de serenidad en el ánimo, ni de lucidez en la mente y de sabiduría en los juicios y por eso mismo es que los métodos pastorales se las deben ingeniar para estar allí presentes, con creatividad y mucha misericordia.
No hay duda de que cartas políticas y leyes de inspiración humanista y cristiana pueden contribuir a crear y proteger una  mentalidad en comunión con las enseñanzas del Evangelio. Pero pastoralmente hablando el reto es mucho más complejo porque debe llegar a cada persona en particular que se dice cristiana y debe suscitar en ella la búsqueda de los bienes supremos del Reino de Dios. Pero si de por medio aparecen palabras amenazantes, pues lo que se genera es toda una cultura subterránea que no hace sino empeorar las cosas. Me parece que sin perder la claridad en la doctrina, desde la pastoral, desde toda la Iglesia, desde todos los movimientos apostólicos, desde cada cristiano en concreto, desde la catequesis y toda acción evangelizadora, desde todo medio de comunicación usado por los evangelizadores, se impone la tarea de revisar hacia dónde están conduciendo todas las posiciones y sobre todo los métodos con los cuales estamos afrontando los grandes problemas de la humanidad. ¿Acaso los hombres y mujeres más sufridos de nuestro tiempo se asomaron a la Iglesia en búsqueda de fuentes de misericordia y se encontraron con tribunales de justicia? VNC

Texto: Rafael de Brigard Merchán, Pbro
Foto: matt.davis

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