Cuatro puntos fundamentales del nuevo libro del Papa

La segunda parte del ‘Jesús’ de Ratzinger se presenta el próximo jueves

(Antonio Pelayo. Roma) Hace unos días, la Sala de Prensa de la Santa Sede anunció con un comunicado oficial lo que ya, de forma oficiosa, sabía todo el mundo (y que Vida Nueva adelantó hace justo un mes): que el segundo volumen de Jesús de Nazaret. De la entrada en Jerusalén a la Resurrección será presentado el jueves 10 de marzo por el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de Obispos, y el escritor Claudio Magris. Dato curioso: la presentación tendrá lugar a las cinco de la tarde, hora bastante insólita en el Vaticano. No se sabe muy bien por qué.

El libro saldrá a la calle simultáneamente en siete lenguas: alemán (editorial Herder), francés, inglés, polaco, portugués, italiano y español, con una tirada global cercana al millón de ejemplares. La editorial Encuentro, responsable de la edición española, ha anunciado que pondrá a la venta 100.000 ejemplares, y la Rizzoli, distribuidora de la edición italiana, lo hará con 300.000. El libro costa de 348 páginas y está dividido en nueve capítulos y un epílogo.

Cubierta de la edición española

Poco más podríamos decir si L’Osservatore Romano (3 de marzo) no hubiese publicado tres amplios extractos de la obra, como ya hizo con el precedente, Luz del Mundo. En las dos páginas centrales del diario vaticano se recogen algunos párrafos relativos a “las horas decisivas que precedieron a la muerte de Jesús”, es decir, tres pasajes sobre “El cumplimiento de la Pascua”, “La verdad ante Pilatos” y “Judas entró en la noche”. Al día siguiente, muchos periódicos del mundo entero recogieron esta información, añadiendo otros datos de su cosecha propia, no todos acertados, a decir verdad.

También aquí podemos escoger algunos párrafos que consideramos más significativos:

  • La última Cena

En el capítulo cuarto, titulado “La última Cena”, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI (el segundo, como el primer volumen, conserva esta “doble” autoría) se adentra en la doble cronología de Juan y de los evangelios sinópticos sobre un trascendental episodio de la vida de Jesús, y el Papa hace suya la solución del exegeta John P. Meier, autor de una vida del Señor. “Juan –escribe Ratzinger– tiene razón: en el momento del proceso de Jesús ante Pilatos, las autoridades judías no habían comido aún la Pascua y por eso tenían que mantenerse cultualmente puras. Tiene razón el evangelista: la crucifixión no tuvo lugar el día de la fiesta (judía), sino en su vigilia. Esto significa que Jesús murió en el momento en que se inmolaban en el templo los corderos pascuales. Que los cristianos viesen en esto después una pura casualidad, que reconociesen a Jesús como el verdadero Cordero, que de esta manera encontrasen el verdadero significado del rito de los corderos, todo esto resulta normal”.

“Una cosa es evidente –añade un poco más adelante– en toda la tradición: lo esencial en esta cena de despedida no era la antigua Pascua, sino la novedad que Jesús ha realizado en este contexto. Aunque el banquete de Jesús con los Doce no fue una cena pascual según las prescripciones rituales del judaísmo, viéndolo con otra perspectiva resulta evidente la conexión interna del conjunto con la muerte y Resurrección de Jesús: era la Pascua de Jesús. Y en ese sentido, Él ha celebrado la Pascua y no la ha celebrado; los ritos antiguos no podían ser practicados; cuando llegó su momento, Jesús ya había muerto. Pero Él se había entregado a sí mismo y así había celebrado con ellos verdaderamente la Pascua. De esta manera, lo antiguo no había sido negado, sino llevado a su pleno significado”.

  • ¿Qué es la verdad?

En el séptimo capítulo de su libro, el teólogo Ratzinger aborda extensamente el diálogo de Jesús con el gobernador romano Poncio Pilatos sobre el tema de la verdad, llevándolo al terreno de la teología política.

“¿Qué es la verdad? – escribe–, esa es la pregunta que plantea la moderna doctrina del Estado: ¿puede la política asumir la verdad como categoría para su estructura? ¿O debe dejar la verdad como una dimensión inaccesible, en la subjetividad, y a su vez intentar establecer la paz y la justicia con los instrumentos disponibles en el ámbito del poder? ¿Ante la imposibilidad de un consenso sobre la verdad, la política, apoyándose sobre ella, no se convierte tal vez en instrumento de algunas tradiciones que en realidad no son otra cosa que formas de conservar el poder? Pero, por otra parte, ¿qué sucede si la verdad no importa nada? ¿Qué justicia será posible? ¿No habrá tal vez criterios comunes que garanticen verdaderamente la justicia para todos, criterios alejados de la arbitrariedad de las opiniones cambiantes y de las concentraciones de poder? ¿No es quizás cierto que las grandes dictaduras han vivido gracias a la mentira ideológica y que solo la verdad puede llevar a la liberación ?”.

“¿Qué es la verdad? –prosigue nuestro autor–, la pregunta del pragmático, planteada superficialmente con un cierto escepticismo, es una pregunta muy seria en la que efectivamente está en juego el futuro de la humanidad. ¿Qué es la verdad? ¿Podemos reconocerla? ¿Puede entrar como criterio en nuestro pensamiento y voluntad tanto en la vida de los individuos como de la comunidad? (…) Verdad y opiniones equivocadas, verdad y mentira están continuamente mezcladas en el mundo de una manera inextricable. La verdad en toda su grandeza y pureza no aparece. El mundo es ‘verdadero’ en la medida en que refleja a Dios, el sentido de la creación, la Razón externa de la que ha surgido. Y es más verdadero cuanto más se acerca a Dios. El hombre se hace verdadero, se convierte en sí mismo si se transforma en algo conforme a Dios. Entonces alcanza su verdadera naturaleza. Dios es la realidad que da el ser y el sentido”.

  • El drama de Judas

Sobre el drama de Judas, escribe lo siguiente Benedicto XVI en el capítulo tercero. “Su segunda tragedia –después de la traición– es que no consigue creer ya en el perdón. Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Solo se ve a sí mismo y a sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz que puede iluminar y superar las tinieblas. Así nos hace ver una forma equivocada de arrepentimiento: un arrepentimiento que no consigue ya esperar, sino que ve solo su oscuridad, es destructivo y no es un verdadero arrepentimiento. Forma parte del auténtico arrepentimiento la certeza de la esperanza, una certeza que nace de la fe en la potencia mayor de la Luz hecha carne en Jesús. Juan concluye su pasaje sobre Judas de forma dramática: ‘Después de haber cenado, salió enseguida. Y era de noche’ (Juan 13, 30). Judas sale fuera en un sentido más profundo. Entra en la noche, se marcha de la luz hacia la oscuridad, ‘el poder de las tinieblas’ se ha apoderado de él”.

  • La “culpa” del pueblo judío

Un pasaje del libro que ha suscitado reacciones inmediatas es el que se refiere a la “culpa” del pueblo judío en la condena y muerte de Jesús. No podemos aquí entrar en los detalles que Ratzinger aduce para sostener su tesis de que los causantes históricos de la muerte de Jesús no fueron el pueblo, sino una minoría del mismo. “El verdadero grupo de acusadores –escribe– son los círculos cercanos al Templo (la aristocracia sacerdotal, y no toda) y en el contexto de la amnistía pascual se asocia a ellos la ‘masa’ de los que sostenían a Barrabás”. En otras palabras: no el pueblo en cuanto tal, sino el sanedrín y los sumos sacerdotes.

Ni que decir tiene que esta posición ha satisfecho mucho en Israel. El primer ministro Benjamín Netanyahu , en una carta personal dirigida a Benedicto XVI, ha reaccionado así: “Le doy las gracias por haber rechazado en su libro la falsa afirmación que ha sido utilizada como base para el odio contra los judíos en el curso de cientos de años”.

En términos parecidos se ha expresado el presidente del Congreso Judío Mundial, Ronald S. Lauder, que declaró desde su sede en Ginebra: “Durante siglos, los judíos han padecido una brutal persecución y antisemitismo porque los cristianos les habían considerado colectivamente responsables de la muerte de Jesucristo, pese a que él fuese judío y que lo crucificaran los gobernantes romanos. Dos mil años después de ese acontecimiento, ha llegado el momento de que el jefe de la Iglesia católica se exprese de forma clara sobre la cuestión. Es una señal importante contra el antisemitismo en la iglesia”.

En el nº 2.745 de Vida Nueva (crónica vaticana íntegra para suscriptores, aquí).

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