Pueblos Unidos: ‘estuve preso y vinisteis a visitarme…’

La entidad jesuita forma un grupo de voluntarios para asistir a los ‘sin papeles’ de un CIE de Madrid

(Texto: Marina de Miguel. Fotos: Pueblos Unidos) “Es muy difícil que te pueda sacar de aquí, pero te prometo que vendré a visitarte de nuevo, que escucharé tu historia, que te acompañaré, que defenderé tu dignidad”. Con esta promesa, Pueblos Unidos (entidad de integración del inmigrante que los jesuitas tienen en el barrio madrileño de La Ventilla) lleva esperanza y consuelo a esas “fábricas de llanto” –parafraseando a Miguel Hernández– que son los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). En estos lugares dependientes del Ministerio de Interior se retiene de manera cautelar y preventiva al inmigrante sin documentación a la espera de ser expulsado.

Desde hace un año, el centro de la Fundación San Juan del Castillo, miembro del Servicio Jesuita a Migrantes España, cuenta con un equipo de nueve voluntarios que visita a los internos en el CIE de Aluche. “Desde el año 2008 teníamos esta inquietud. Lo que pasa es que en España estos centros son muy opacos, auténticos agujeros negros para las ONG, y hasta el curso 2009-2010 no pudimos crear este grupo”, denuncia Daniel Izuzquiza, sj, coordinador general de Pueblos Unidos.

Acompañar, servir y defender, las tres líneas que inspiran al Servicio Jesuita al Refugiado, que desde hace años trabaja en los centros de detención de varios países europeos con conocimiento y aprobación de las autoridades, constituyen también la filosofía de este proyecto. “Se trata, en primer lugar, de acompañar: intentar humanizar, poner un rostro amable en algo que es deshumanizador y desgarrador”.

Una de las mayores preocupaciones en la que se está trabajando desde los comienzos es el acompañamiento pastoral. Ya en 2008 se presentó al Ministerio de Interior una propuesta formal que fue denegada. Se permitió la entrada en casos muy puntuales, como la Navidad de 2009. “Fue una experiencia espiritual tremenda. Participaron alrededor de 150 internos de distintas nacionalidades, idiomas y confesiones religiosas”, recuerda el religioso.

Debido al éxito que supuso esta celebración, se volvió a presentar otra propuesta para el acompañamiento espiritual, pero fue también denegada. No obstante, según le consta a Izuzquiza, la Conferencia Episcopal se ha hecho cargo de esta preocupación y la está estudiando.

En medio del dolor

Ana Navarro es la encargada de coordinar las visitas, que pretenden cubrir todos los días de la semana. La mayoría de las veces son las familias, a las que conocen durante las esperas de los turnos de visita, las que les indican a quiénes deben visitar, pero también los propios internos les alertan sobre compañeros que se encuentran en una situación muy frágil o que no tienen a nadie. “En medio de tanto dolor, estos gestos son como signos de esperanza o semillas del reino”, sostiene.

Hasta el pasado 1 de febrero, los voluntarios tenían que acudir en el turno general, lo que implicaba largas colas de espera, una visita por día y condiciones de poca calidad, como presencia policial, mamparas de cristal o la necesidad de utilizar aparatos telefónicos.

Desde esta fecha, a requerimiento del juez Ramiro García de Dios, del Juzgado de Instrucción número 6, se ha habilitado un horario de mañana y tarde para que los representantes de las ONG puedan entrar en el recinto. Esto permite ver a más residentes.

La sociedad desconoce qué son los CIE

“La sociedad desconoce qué son los CIE. Hablas con ellos y les parece una película, no creen que esto ocurra en un país como España”, afirma la voluntaria Adriana Osset.

Pueblos Unidos sí que conoce la dura realidad de estos lugares, por eso su postura es firme. “Nos gustaría que los CIE cerrasen, pero, mientras existan, sin dejar la denuncia, tenemos que contribuir en lo que esté en nuestras manos para mejorar la condición en la que se encuentran los internos”, afirma Daniel Izuzquiza.

En el nº 2.743 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor puede leer el artículo completo

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