Escuelas Católicas apuesta por lograr un pacto educativo

Juan Antonio Ojeda sustituye a Manuel de Castro como secretario general de los religiosos de la enseñanza

Juan Antonio Ojeda (izquierda) con su predecesor, Manolo de Castro, en la sede de Escuelas Católicas

Juan Antonio Ojeda (izquierda) con su predecesor, Manolo de Castro, en la sede de Escuelas Católicas

(Jesús Vicioso) Superar el actual estancamiento de la educación y disminuir el fracaso escolar. Éstas son algunas de las reivindicaciones exigidas por el nuevo secretario general de Escuelas Católicas (FERE-CECA y EyG), Juan Antonio Ojeda, ante el nuevo Pacto de Estado que negocia el Ministerio de Educación. Ojeda (Las Palmas de Gran Canaria, 1957), en lo que fue su primera comparecencia ante la prensa ya como secretario general, presentó el pasado día 21 en Madrid los objetivos de Escuelas Católicas para este año. Entre ellos, además de apoyar el Pacto por la Educación, abordar la concertación del Bachillerato, el nuevo reglamento de conciertos presentado por el Gobierno y la “imperiosa necesidad” de adaptar el coste del puesto escolar, asunto pendiente desde la aprobación de la última Ley Orgánica de Educación.

 

Respecto al ambicioso acuerdo educativo que comienza a esbozarse, destacó que es una demanda de la sociedad que supondrá un gran esfuerzo por parte de todos los implicados. “Nos esforzaremos por garantizar la viabilidad y estabilidad de un Pacto que supere las viejas e inútiles confrontaciones, que reconozca desde la práctica los derechos constitucionales y las libertades educativas, y que impulse la calidad y la excelencia”, aseveró Juan Antonio Ojeda, quien, sin embargo, confesó esperar compromisos puntuales más que un acuerdo global.

Visión de futuro

La nueva etapa que comienza en Escuelas Católicas dará continuidad a la labor desempeñada por Manuel de Castro durante los últimos ocho años. “No como mero continuismo del pasado –dijo Ojeda–, sino afrontando los problemas y retos del presente con visión de futuro y, al mismo tiempo, apostando por la mejora, por el cambio cuando sea necesario y, fundamentalmente, por la innovación”. En este sentido, se propone seguir trabajando por el diálogo, el acercamiento de posturas y la búsqueda del consenso que siempre ha auspiciado esta entidad, con la máxima independencia política y en defensa de la escuela católica. Todo esto, sin dejar de lado las raíces de la organización: “Somos Iglesia, nos sentimos Iglesia, formamos Iglesia. Por ello, es clave la colaboración estrecha con todas las instituciones de la Iglesia en diálogo perma- nente”, subrayó el religioso de La Salle.

En el mismo acto se oficializó la despedida como cabeza visible de Escuelas Católicas, tras agotar el mandato fijado por los estatutos, de Manuel de Castro, quien hizo un balance positivo de la gestión realizada durante ocho años intensos, y no exentos de dificultades. “Hemos tratado siempre de tender puentes y propiciar acuerdos”, reseñó el religioso salesiano. Y subrayó que en todo momento se han mantenido la independencia política y la total predisposición a dialogar antes que llegar a la confrontación.

 

UN SALESIANO NAVEGANDO EN LA TORMENTA

(José Lorenzo) “La educación está excesivamente politizada”, decía hace un tiempo Manolo de Castro a esta revista. Y él sabe muy bien el coste que eso tiene para una institución canónica como Escuelas Católicas, plenamente insertada en la sociedad, que vertebra a más de 2.000 centros educativos con más de un millón y medio de alumnos.

Sus ocho años de secretario general coincidieron, para su pesar, con una politización que mostró su rostro más áspero, sobre todo a raíz de la polémica asignatura de Educación para la Ciudadanía (EpC). Y le tocó a este religioso salesiano, junto a la Junta Directiva de la institución, mantener el rumbo en medio de una tormenta que les llenó de zozobra, con advertencia incluso por parte de la CEE de que “entrarían en contradicción” con la moral católica si la impartían. Con diálogo y mesura, Escuelas Católicas, con De Castro dando la cara, logró taponar la vía de agua y hacer comprender –también a un ministro tan poliédrico como Rubalcaba– que era posible impartir esa enseñanza sin retorcer el ideario católico de los centros. Pero la travesía seguía siendo peligrosa y, desde las mismas filas de la Iglesia, trataron de desarbolar a esta federación de religiosos retirando a algunos colegios adheridos y traspasándolos a una patronal privada y aconfesional. Eran tiempos en los que había que pasar más tiempo sorteando campañas de desprestigio, eludiendo los escollos de la objeción de conciencia y templando ánimos que afrontando los problemas del sistema educativo. Aquella tormenta se ha calmado. Incluso críticos de entonces se apuntan ahora a esa otra EpC que pretende Rajoy. Y se habla de diálogo y consenso para alcanzar un Pacto Educativo. La carta de navegación que siempre usó Manolo de Castro.

En el nº 2.693 de Vida Nueva.

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