Un lugar donde quedarse
(J. L. Celada ) No se ha cumplido todavía un año desde que Sam Mendes quiso acompañar en su huida a una joven pareja que se debatía entre seguir atrapada en la inercia de una felicidad aparente, o tomar una Revolutionary Road y escapar de esa vida para encontrarse a sí misma y satisfacer sus sueños más íntimos. Sus protagonistas no lo consiguieron, pero por entonces el realizador británico rodaba ya otra historia en la que esa búsqueda culminaría de un modo bien distinto: conquistando Un lugar donde quedarse.
Así se titula el último trabajo de quien hace ahora una década compuso el implacable retablo en descomposición de la familia media estadounidense con la oscarizada American Beauty. Y a la vista está que sus inquietudes no han variado en exceso a lo largo de estos años. No así aquel rotundo y corrosivo punto de vista, cuya irónica lectura de la realidad ha perdido aquí mordacidad y brillantez.
La familia, ¿nace o se hace? ¿Qué significa formar una familia? ¿Dónde echar raíces? ¿Qué se necesita para crear un hogar?… Dos seres tan ilusionados como indecisos abandonan su modesto nido de amor en busca de respuesta a éstas y otras muchas cuestiones, y emprenden un azaroso viaje a través del país con el hijo que esperan. Su destino: Un lugar donde quedarse, para aprender a ser padres junto a quienes, por una u otra razón, llegaron a pensar que podrían erigirse en referente y estímulo de su nueva andadura vital.
Una hipótesis sobre la que Mendes construye esta comedia con vocación dramática y estructura de road movie, que nos lleva de Phoenix a Madison, pasando por Tucson, hasta alcanzar Montreal o Miami, para, finalmente, recalar en Un lugar donde quedarse. Un periplo de miles de kilómetros durante el cual nuestros singulares “aprendices de familia” se irán desengañando de muy diversos modelos de relaciones familiares en la piel de sus propios padres, de sus hermanos y de antiguos compañeros de trabajo o de universidad. Porque, a la postre, cada uno de ellos –viene a decirnos el director– organiza su universo más cercano en base a sus necesidades más personales (de afecto, de protección, de supervivencia matrimonial…).
Sin embargo, lo que en la espléndida American Beauty era un profundo e inteligente golpe bajo a la mediocridad reinante, esta vez apenas apunta en contados diálogos. Cualquier otra posibilidad, por remota que fuere, de acercarse con idéntico bisturí a la institución por excelencia se extraviará por un camino salpicado de personajes que rozan la caricatura y situaciones que cruzan sin pudor la frágil frontera que separa lo gracioso de lo ridículo.
Mendes, que triunfó en su debut y superó con nota su incursión en el cine negro (Camino a la perdición), nos regala ahora una película de bajo presupuesto, sin estrellas y de estética independiente con un doble mensaje: no siempre la combinación de estos factores es sinónimo de interés, ni el nombre de este contrastado cineasta, garantía de calidad.
FICHA TÉCNICA
TÍTULO ORIGINAL: Away we go
DIRECCIÓN: Sam Mendes
GUIÓN: Dave Eggers y Vendela Vida
FOTOGRAFÍA: Ellen Kuras
MÚSICA: Alexi Murdoch
PRODUCCIÓN: Eduard Saxon, Marc Turtletaub y Peter Saraf
INTÉRPRETES: John Krasinsky, Maya Rudolph, Carmen Ejogo, Catherine O’Hara, Jeff Daniels.
En el nº 2.685 de Vida Nueva.