El futuro de Europa depende de jóvenes solidarios

Acto-jóvenes-cristianos(M. Gómez) Si la actual crisis mundial nos está enseñando algo es que el modelo económico vigente hasta ahora ya no sirve y que urge abrir un camino para la solidaridad. Con la intención de escudriñar cómo y por dónde iniciar esa senda, unos 500 representantes de la Iglesia en 29 países europeos se han dado cita, del 8 al 11 de octubre, en la localidad polaca de Gdansk, en las primeras Jornadas sociales católicas para Europa. Convocadas por la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE), el título del encuentro era todo un llamamiento a la acción: La solidaridad es el futuro de Europa.

Según explicó Piotr Jarecki, obispo auxiliar de Varsovia, vicepresidente de la COMECE y responsable de las Jornadas, el objetivo era “buscar, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia aplicada a los problemas políticos, económicos y sociales con los cuales convive Europa, el camino para una solidaridad europea frente a la actual crisis mundial”.

Durante estos días se ha recordado el inicio de la II Guerra Mundial (precisamente en la ciudad de Gdansk) y los posteriores esfuerzos de reconciliación que condujeron a “un proyecto de paz, de libertad y de progreso que se ha convertido en la Unión Europea”. Y se ha hecho, principalmente, para explicárselo a los jóvenes, a quienes no vivieron aquellos acontecimientos pero que son “los primeros artífices de la Europa del futuro”, en palabras del obispo Jarecki. “De la consciencia de las propias raíces y del ejemplo de los valientes protagonistas de estos hechos, los jóvenes pueden obtener motivaciones y entusiasmo para dar un nuevo impulso a Europa”, aseguró en declaraciones a la agencia italiana SIR.

Al término de las Jornadas se emitió un mensaje final en el que se apela al compromiso responsable de los ciudadanos: “Los comportamientos egoístas, el utilitarismo y el materialismo deben dejar su lugar al compartir, según ha puesto en evidencia la actual crisis económica”. Es éste “principio de solidaridad” el que debe guiar las actividades económicas, porque “la solidaridad es un deber para cada uno de nosotros y sólo con esta condición evitaremos la arbitrariedad en el campo de los derechos individuales”.

Los firmantes sostienen que la solidaridad conlleva un compromiso personal y colectivo en tres direcciones: promover y proteger el modelo familiar basado en el matrimonio de un hombre y una mujer, poner en práctica una política común europea sobre la inmigración que reconozca la dignidad humana de los migrantes y “reorientar nuestros modos de vida personales” y el crecimiento económico para reducir el impacto ecológico y el agotamiento de los recursos naturales no renovables.

En el nº 2.679 de Vida Nueva.

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