Recuerdos de siete papas


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La llegada del papa Francisco a Colombia evoca en mi memoria las visitas de Pablo VI y Juan Pablo II, al mismo tiempo que las figuras de otros papas a quienes conocí. En total, siete papas de cuyo ministerio he sido testigo a lo largo de mi vida. Pero vayamos por partes y en orden cronológico.

Conocí a Pío XII, cuando corrían las noticias de su enfermedad, en una audiencia en Castelgandolfo en la que –recuerdo con emoción– bendijo a mi familia y envió su bendición a Colombia. Recuerdo de ese encuentro su figura delgada, su porte aristocrático, su trato cercano: la imagen de un hombre de Dios.

A Juan XXIII nunca lo vi pero leí con inmenso interés sus encíclicas Pacem in terris y Mater et magistra. Me entusiasmó la convocatoria del concilio que hizo de una corazonada para “aggiornar” la Iglesia. Y el día de su canonización –al mismo tiempo con la de Juan Pablo II– estaba en Roma,pero ni siquiera logré asomarme a la vía della Conciliazione o a una de las 19 pantallas gigantes. Vi devotamente la ceremonia por televisión: la procesión de cardenales encabezada por los patriarcas orientales, el abrazo de Francisco y Benedicto XVI, un mar de 700 mitras blancas, el grupo de invitados especiales y la plaza abarrotada de fieles.

El siguiente fue Pablo VI, el primer papa que visitó el continente latinoamericano, a quien vi besar el suelo colombiano al bajar del avión hace 49 años, el 22 de agosto de 1968. Venía como peregrino al Congreso Eucarístico Internacional y a inaugurar la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano que sesionaría en Medellín. Pude oír sus palabras y recibir su bendición en el templete eucarístico y en Mosquera, durante el encuentro con los campesinos, a quienes comparó con el sacramento de la eucaristía: “vosotros sois también un sacramento”. También forman parte de mis recuerdos sus encíclicas tantas veces repasadas: su interpretación eclesiológica en Ecclesiamsuam, su proyecto evangelizador en Evangeliinuntiandi, su propuesta social –“el desarrollo es el nombre de la paz”– en Populorumprogressio, su enseñanza sobre el amor de la pareja y sobre paternidad responsable en Humanae vitae.

De Juan Pablo I recuerdo la noticia de su elección y, 33 días después, la noticia de su fallecimiento. Y las habladurías acerca de las causas de su fallecimiento.También los escritos catequéticos del obispo Luciani.

Los 27 años del pontificado de Juan Pablo II y los numerosos documentos que escribió dan para un libro. De hecho lo publiqué: Juan Pablo II leído con ojos de mujer, una recopilación de apuntes teológicos elaborados a partir de las encíclicas Redemptorhominis, Laboremexercens,Centessimusannus,Evangelium vitae yEcclesia de eucharistia;de las exhortaciones postsinodales Catechesitradendae, Familiarisconsortio, Reconciliatio et paenitentia, Christifideleslaici, Pastore dabovobis y Ecclesia in America; de las audiencias de los miércoles en las que desarrolló “la verdad del cuerpo y del sexo”; de las cartas Mulierisdignitatem y Ordinatiosacerdotalis.

Tengo, además, el recuerdo que nos dejó su presencia en tierras colombianas, que vi cómo besó al bajar del avión y que recorrió durante siete días: Bogotá, Chiquinquirá, Tumaco, Popayán, Cali, Chinchiná, Medellín, Armero, Bucaramanga, Cartagena yBarranquilla. Pero también el recuerdo de la involución doctrinal que propiciaron las políticas vaticanas durante su pontificado y dieron pie, por ejemplo, a la condena de la teología de la liberación y de la teología del pluralismo religioso, además de la condena de muchos teólogos y teólogas progresistas.

Al papa Ratzinger, que perdió el impulso como teólogo de avanzada cuando fue nombrado arzobispo de Munich y, posteriormente, encargado de defender la doctrina como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe lo leí en sus escritos teológicos –Introducción al cristianismo, entre otros,y los que publicó durante el pontificado– y, como Benedicto XVI, en sus encíclicas: Deus caritas est, Spesalvi y Caritas in veritate. Me emocionó su mirada cuando pasó muy cerca de mí en el papamóvil.Y la historia lo reconocerá como el papa que fue capaz de “pasar al uso de buen retiro”.

El séptimo papa es Francisco a quien pude ver de cerca recorriendo la plaza de San Pedro y espero poder verlo recorriendo las calles de mi ciudad. He leído sus escritos, he seguido sus viajes y peregrinaciones, he aplaudido su estilo, he recibido con profundo interés sus propuestas pastorales e interpretaciones sobre el ser y hacer de la Iglesia, me ha conmovido su discurso sobre la misericordia. Y con mis compatriotas estamos esperando recibir su mensaje en favor de la paz.