Salvador Piñeiro: “El Papa quiere un sínodo para los pueblos amazónicos”

  • El presidente de la Conferencia Episcopal Peruana hace balance de su encuentro con Francisco durante la visita “ad limina”
  • El arzobispo metropolitano de Ayacucho reconoce que “hemos dado la espalda” a las comunidades de la selva

Salvador Piñeiro García-Calderón, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana

Perú posee una geografía con gran variedad de climas y posibilidades agrarias. El 63% del terreno es parte de la Amazonía, pero las distancias y cordilleras, dificultan la comunicación. Además en los últimos meses el flagelo de la corrupción y los desastres naturales provocan desesperanza en la población. Estos son algunas de las preocupaciones que los obispos de la Conferencia Episcopal de Perú presentaron al Papa Francisco durante la visita “ad limina” realizada la semana del 15 al 21 de mayo.

Monseñor Salvador Piñeiro García-Calderón, arzobispo metropolitano de Ayacucho y presidente de la Conferencia Episcopal, explica a L’Osservatore Romano algunos detalles del encuentro con el Pontífice y de la situación actual de su nación. Pudieron agradecer al Santo Padre por el proyecto REPAM, una llamada al compromiso con la selva amazónica “al que hemos dado la espalda muchos años”. Al respecto, abordaron la situación de los pueblos indígenas, tema que preocupa al Papa, hasta el punto que les dijo que le gustaría que fuera abordado en un Sínodo.

PREGUNTA.- Hace 7 años que los obispos de Perú no venían a Roma para la visita ad limina ¿Cómo se prepararon para este encuentro?

RESPUESTA.- Vinimos con mucha ilusión, sobre todo hemos insistido mucho en una idea. Yo no vengo solo, vengo con mi Iglesia. El día que me despedí, sabía que me llevaba el trabajo de todos. Trabajo que hemos preparado en los informes escritos hace un año. Y esto no era solo mi opinión, sino la consulta al presbiterio, a las familias religiosas, a los grupos de apostolado. Venimos a rezar ante las tumbas de Pedro y Pablo, a decir al Papa cuánto lo apreciamos y le agradecemos su magisterio. Venimos con nuestras fortalezas, dificultades y ver el ambiente de catolicidad para que nos llenemos de esa misión.

R.- ¿Qué temas eran para ustedes importantes afrontar con el Santo Padre?

R.- Hemos estado dos horas y media de saludo fraterno y cordial. Presentamos las preguntas que queríamos de todos los temas. Él juntaba dos o tres intervenciones y las iba desarrollando. Además, el miércoles nos juntamos en una segunda reunión con Francisco y algunos prefectos de los dicasterios vaticanos. Es una reunión sinodal, estamos todos en camino con el Papa donde se ve la colegialidad. Hemos pedido de nuevo al Santo Padre que ponga en agenda la visita a Perú.

Hemos hablado de las dificultades que hay en nuestra patria, empezando por nuestra geografía. Él nos pedía que se revitalicen las regiones eclesiásticas. Para entender esto pongo un ejemplo: tengo un obispo sufragáneo a cinco horas y otro a dieciséis horas.

¡Es más fácil encontrarnos en Roma! La geografía nos condiciona mucho: los Andes, la Amazonía. Al respecto agradecemos mucho al Santo Padre por la REPAM (Red Eclesial PanAmazónica) porque hemos estado de espaldas a la selva, ¡tan distantes! Allá hay ocho vicariatos apostólicos, iglesias jóvenes, que no tienen tradiciones, con poco personal y a las que hay que acompañar con más solidaridad. Tenemos un episcopado muy variado, somos 48 obispos, un poco más de la mitad misioneros.

Otro temas que nos preocupa es el tema de la corrupción, cada día es una noticia de alguien que falló a un proyecto o tarea económica por la coima. Esto hace que la gente pierda la esperanza. Y también hemos sufrido el flagelo de las inundaciones.

Con el pueblo que sufre

P.- A propósito de esto, ¿cómo ha sido la labor de la Iglesia en este periodo para dar apoyo a las personas que han sufrido las consecuencias de las lluvias?

R.- Cáritas estuvo desde el primer momento. Por ejemplo, en mi diócesis que felizmente no hubo flagelo tan marcado, el gobierno regional lo primero que hizo fue pedir que el arzobispo presidiera la comisión. La gente ha sido muy cariñosa, muy solidaria. Ahora el tema de la reconstrucción es difícil. Hay ciudades que hay que replantearse. La naturaleza no perdona: donde hubo un cauce de río, donde hubo alguna vez una inundación vuelve. Y la gente tiene sus viviendas allí, les cuesta dejar.

Pero se tiene que programar. Muchos confían en  la tutela y acompañamiento de la Iglesia. Nuestro pueblo sufre pero es un pueblo creyente. Un pueblo que ama a Jesús, pone su confianza en María y con cercanía al Santo Padre. Le hemos querido agradecer que fue de los primeros en enviar un mensaje de aliento en ese hora difícil y su ayuda económica ha servido de mucho.

P.- Y esto está relacionado con el cuidado de la casa común, llamamiento del Santo Padre en su encíclica Laudato si’ ¿de qué forma cree que este documento está ayudando?

R.- Fue una encíclica profética. La Iglesia participó en la región del COP que fue previa a París y hubo mucha gente que pensaba qué tiene que ver el Papa con temas ecológicos. Ecología pero también solidaridad, esas son las dos líneas de la encíclica. Es un mundo que Dios nos pidió cuidarlo y tenemos que vivirlo con la fuerza de la unión, el amor, la preocupación por el desvalido, el pobre.

P.- ¿Es la misión con los pueblos indígenas otra de las grandes labores en su país?

R.- Hoy el Santo Padre nos dijo que quisiera un Sínodo para los pueblos amazónicos. Se trata de todos los países bolivarianos: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil. Perú aporta el 63% de la cuenca amazónica, somos las dos terceras partes territorio amazónico. Y hemos estado de espaldas, muy poco sensibles al sufrimiento, marginación. Poco personal, las distancias…. no es una zona fácil y el Papa está muy preocupado.

Cuando fue el problema del caucho, de las explotaciones, ¿quién fue el único que habló? San Pío X. La única palabra, fue él quien defendió a los indígenas de nuestra patria.

Pero es difícil evangelizar a los pueblos nativos porque no tienen historia, los tres más antiguos tienen cien años, otros cincuenta… Recién se está empezando la siembra. Algunos de mis hermanos que están en esa zona hablan las lenguas nativas para poder acercarse más a la población.

Apostar por la familia

P.- La defensa de la vida ha sido una de las grandes preocupaciones recientes en Perú, ¿cómo están trabajando en este ámbito?

R.- Felizmente en los niveles de legisladores y gobierno central nos han escuchado. Pero es una fatiga constante porque siempre aparece esa maledicencia contra la familia. Están esas minorías haciendo ruido y hay que conversar, educar en valores. Nosotros tenemos una herencia maravillosa que es patrimonio de la humanidad, la familia no la inventamos nosotros. Es el primer don de la creación: hombre y mujer para que formen un hogar.

Hoy le he regalado una artesanía en quechua sobre Amoris laetitia: como la familia de Nazaret inspira a que se rece, se transmite la fe, nos ayudemos y perdonemos. Una pintura, un arte que se hace especialmente en los Andes. Es una imagen con una bonita historia: cuando se inaugura un hogar se regala esta tablita pintada.

P.- Ahora que se cumplen diez años de Aparecida, ¿de qué forma marcó este encuentro en América Latina? ¿Sienten ya sus frutos?

R.- También hablé de esto con el Santo Padre. Yo vengo ahora directamente desde El Salvador, donde hemos tenido la reunión del CELAM. Y agradecí mucho al Papa la carta que nos envió el 8 de mayo. Es un documento que tenemos que seguir trabajando. Las ideas son claras: para que tengamos vida hay que ser discípulos y escuchar al maestro, ser testigos y misioneros.

P.- Venir a Roma en visita ad limina supone también vivir la universalidad de la Iglesia. ¿Cómo están experimentado esto?

R.- Para mí es la tercera vez que hago una visita ad limina. A veces pensamos que nuestros problemas son muy grandes y aquí te das cuenta que son pequeños. Además, recibimos orientaciones y directivas para convertirlos en fortalezas y nuevos desafíos pastorales. Aquí estamos a la escucha, no hay “escapes”. Es también una oportunidad para encontrarnos en oración, poder compartir iniciativas y tareas. Esto nos llena el espíritu.

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