II Conversaciones PPC: familias de todas las tallas

  • Las jornadas celebradas ayer en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid concluyen con la asistencia de más de 250 personas/li>
  • Una mesa redonda compuesta por dos divorciados, una familia de acogida y una religiosa testimonian sus experiencias de frontera

Los participantes de la mesa redonda de II Conversaciones PPC el 5 de mayo de 2017

Ternura. Palabra clave para entender el pontificado de Francisco. Y también para comprender ‘Amoris laetitia’. El Papa nos invita a salir de nosotros mismos. Y esto es su exhortación postsinodal.

Lo explica con un ejemplo el director de Vida Nueva, José Beltrán, en la mesa redonda ‘Familia: un coro de voces’ enmarcada en las II Conversaciones PPC, celebradas ayer, 5 de mayo, en el Instituto Superior de Pastoral. “De repente vamos a una tienda y nos queda bien la talla M, pero en la tienda de al lado no, porque no todas las marcas siguen el mismo patrón”, explicó. Para continuar: “En la Iglesia pasa lo mismo, hemos decidido que la familia tiene unas medidas determinadas, y quien no da esa talla no puede ser considerado familia”.

Sin embargo, la realidad nos ha demostrado que cuando uno toca la realidad, las etiquetas desaparecen. Y para tocar la realidad, el encuentro ha querido reunir a familias “de andar por casa”, testimonios de familias que pueden ser nuestros vecinos de arriba o nuestra propia familia. En este contexto, aportó su testimonio una religiosa, dos divorciados y una familia de acogida.

“Queríamos una casa de puertas abiertas”

Un testimonio impactante fue el que ofrecieron el concejal de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Barbero, y su esposa, Sonsoles Méndez de Vigo. Padres de acogida… hasta en tres ocasiones. “Cuando nos casamos, nos preguntamos qué modelo de familia queríamos”, relató Sonsoles. La respuesta no tardaron en encontrarla: “Queríamos una casa de puertas abiertas, estábamos abiertos a la experiencia. Queríamos un lugar real con utopías, un lugar para crear y criar ilusiones”.

Tres hijas de 23, 18 y 15 años hoy. Pero las acogieron cuando tenían 5, 3 y 8 años. “La realidad es que nunca hemos ido a la Comunidad de Madrid a decir que queríamos acoger niños. Ellas tocaron a nuestra puerta”, explicó Barbero.

“Nos daba apuro que nos llamarán papá y mamá”

De hecho, al principio se balanceaban en la alegalidad, hasta que regularizaron su situación. “La acogida era más grupal, en la parroquia, pero acabó siendo familiar”, reconoció Sonsoles, que se desnudo sentimentalmente y compartió con los asistentes cómo ha sido su vivencia, desde el corazón. “Nos daba apuro que nos llamaran papá y mamá, pero fueron ellas las que nos fueron situando y dándonos ese lugar”, relató.

Unos acogimientos puntuales que se convirtieron en permanentes, y que les ha hecho una familia, porque “la familia no se determina por dormir bajo el mismo techo”, recalcó Barbero.

Y una familia han sido para su parroquia, lo que ha sido muy importante para ellos. “Mis hijas han sido marginadas en algunos espacios por ser distintas, pero nunca en la parroquia, donde siempre han colaborado”, indicó Barbero.

“Mi esquema de familia ha ido avanzando”

Alicia y Fernando, por su parte, son divorciados que han sido acompañados en la parroquia de Guadalupe en Madrid, encargada a los misioneros del Espíritu Santo.

Fernando llegó a Guadalupe después de 33 años de matrimonio y otros tantos de noviazgo. “No aceptaba mi divorcio, porque significaba romper con el esquema de familia tradicional”, explicó. Sin embargo, “mis esquemas han ido avanzando”, reconoció.

El divorcio le llegó el mismo año que Francisco cogió el timón de la Iglesia. Gracias a ello ha podido mirar al futuro con esperanza, porque cuando atravesaba su peor momento se preguntaba: “¿Dónde está Dios? Todos me decían que estaba a mi lado, pero yo lo quería sentir”.

No obstante, hoy se siente un afortunado, porque “siempre he estado rodeado de curas maravillosos, tanto en Guadalupe, como con los redentoristas con los que crecí en mi fe”. “Todos me han enseñado donde estaba Dios todo el rato –continuó-, independientemente de mi situación personal”.

El acompañamiento personal de un misionero le ha dado luz a su vida. “Sigo siendo feliz y noto que Dios está a mi lado. La Iglesia siempre me cabe la duda, pero ¿quién es la Iglesia? Francisco está muy bien, desde luego, pero el resto de la jerarquía no lo sé. Pero hay que seguir avanzando y dando pasos, y nosotros tenemos que seguir dando testimonio de lo que nos han dado y donde está Dios”.

“Un matrimonio hasta que la muerte nos separara”

“Me casé. Mi matrimonio era bonito. Dos hijos. Y hasta que la muerte nos separara”, rememora Alicia. Pero no, no fue así. Al separarse, ya se encontraba alejada de la Iglesia, y nunca pensó que en una parroquia ayudaran a divorciados a reengancharse a la vida. Llegó en el año 98. Y ahí sigue…

“Hubo un momento en el que consideré que lo que tanto me había aportado, podía devolverlo. Es una experiencia muy agradable, porque me acuerdo de cómo llegué yo, me remueve y me hace pensar…”, señaló.

En relación a ‘Amoris laetitia’, ella piensa que “el Papa está intentando integrarnos, porque somos una realidad, y cada vez más extendida. Pero aseguro que a ninguno nos gusta pasar por estas circunstancias, por eso es importante contar con estos grupos de acogida”.

“Hay esperanza para todos”

Rosa Ballesteros es religiosa de Nuestra Señora de la Compasión. Y participa en un proyecto intercongregacional de ayuda a familias. Sínodo 2005 es desde hace años su día y su noche. Acompaña a familias a las que se les ofrece un alojamiento por dos años y un apoyo para ir creciendo personalmente y superar el bache por el que están pasando. “Contamos con 60 viviendas”, recalcó.

Ella sabe lo que es el acompañamiento a familias en crisis desde antes de que ‘Amoris laetitia’ estuviera en la cabeza de nadie. Pero hoy tiene más claro que “hay esperanza para todos aquellos que quieran seguir caminando”.

Noticias relacionadas
Compartir