Manuel Sánchez Monge: “Peregrinar es mucho más que un viaje turístico”

  • El obispo de Santander preside hoy la apertura del Año Jubilar Lebaniego, que se prolonga hasta el 22 de abril de 2018
  • Advierte de que si no se refuerza la veta religiosa, el turismo cultural y gastronómico pueden hacer desaparecer una celebración que se remonta al año 1512

El obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge en una imagen de archivo

Con la apertura, hoy domingo, de la Puerta del Perdón del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, se abre el Año Jubilar Lebaniego, 365 días para peregrinar hasta el cenobio cántabro que alberga la reliquia más grande que se conserva de la cruz de Jesucristo.

Para el obispo de la diócesis de Santander, Manuel Sánchez Monge –que preside la ceremonia junto el cardenal cántabro Carlos Osoro–, en un momento en que cada vez cobran más importancia los elementos culturales y turísticos que acompañan a estas manifestaciones de fe, es muy importante cuidar la acogida de todo el que se acerque –hasta el 22 de abril del próximo año– a venerar durante este período el Lignum Crucis.

PREGUNTA.-  ¿Para qué tendría que servirnos, como cristianos, la celebración de este Año Jubilar Lebaniego?

RESPUESTA.- Por una parte, para ayudar a que los creyentes perciban la referencia esencial de la Cruz al acontecimiento de la Resurrección. La cruz es un árbol que no muere. Dice Diego Fabbri, el dramaturgo italiano, en su Proceso a Jesús: “Pensaban que plantaban una cruz, pero lo que plantaron fue un árbol”. El árbol de la vida y de la Vida. De la cruz brotan manantiales de agua para nuestros desiertos. Cristo transforma la cruz de un instrumento de tortura y de muerte en instrumento de redención y vida eterna.

Y, por otra parte, para ayudar a vivir las cruces de la vida diaria (contradicciones, enfermedades, frustraciones… Desde la consolación y la alegría de la fe en el Resucitado. El Año Jubilar hace referencia al júbilo, a la alegría que brota de la fe.

Una Iglesia que acoge con los brazos abiertos

P.- ¿Mantienen estos acontecimientos esa veta religiosa de conversión y renovación espiritual?

R.- Si, gracias a Dios, la conversión y la renovación espiritual siguen siendo acontecimientos importantes, especialmente para los peregrinos que se acercan a Santo Toribio de Liébana. Hemos de cuidar la acogida de los peregrinos y de todo el que se acerque al Santuario, atendiendo cuidadosamente a su situación de creyente practicante, de creyente no practicante e incluso de no creyente. Todos han de experimentar que la Iglesia los acoge con los brazos abiertos y con amor de Madre.

Pero cada vez más cobran importancia los aspectos culturales, turísticos e incluso gastronómicos relacionados con el Año Jubilar Lebaniego. Por eso, es necesario robustecer esa veta religiosa. Si esta es fuerte, puede sostener esos aspectos, cultivados en su justa medida. Si se desarrollan demasiado los aspectos anexos a lo importante de verdad, que es la conversión y la renovación espiritual, el Año Jubilar Lebaniego más pronto de lo que podemos esperar, llegaría a desaparecer.

P.- ¿Hay peligro entonces de que la peregrinación religiosa acabe siendo opacada?

R.- El turismo cultural y de naturaleza puede opacar el sentido del Año Jubilar, si no viene acompañado del verdadero sentido de la peregrinación. Peregrinar es mucho más que una aventura o un viaje turístico. Si solo caminamos para curiosear, para encontrarnos con amigos, para ver obras de arte y vivir experiencias sorprendentes, hacemos turismo, pero no peregrinamos. Peregrinar no es hacer una ruta cultural disfrutando de monumentos admirables, testigos silenciosos de siglos de historia. La peregrinación posee un alma humana y cristiana. La peregrinación exterior debe ir acompañada de la peregrinación interior. Esta es una llamada a desperezar el espíritu, y a vivir la realidad de sentirnos hermanos los que somos hijos de un mismo Padre. Es una experiencia que cambia la vida de verdad, que no es maquillaje, que no es moda… que es Vida.

Santiago y Santo Toribio, grandes centros de peregrinación

P.- ¿Cree que la Iglesia, en su conjunto, debería cuidar más esta dimensión espiritual como acción evangelizadora teniendo en cuenta que España cuenta también con el Camino de Santiago, que cada año bate récords de visitantes, mucho de ellos no creyentes?

R.- Todo lo que se hace en la Iglesia hoy ha de tener una fuerte dimensión evangelizadora. Todos hemos de vivir la nueva etapa evangelizadora de la que nos habla en tantas ocasiones el papa Francisco. En nuestra diócesis estamos intensificando una etapa de concienciación, tanto de sacerdotes como de consagrados y seglares en orden a poner a la diócesis entera en estado permanente de misión.

El Camino Norte de Santiago y el Camino Lebaniego se entrecruzan y se complementan. Santiago y Santo Toribio son grandes centros de peregrinaciones

P.-  ¿Nos tomamos en serio esta posibilidad de ser Iglesia en salida también con los peregrinos, sean cuales sean sus motivaciones?

R.- La acogida de los peregrinos ha de hacerse desde la cercanía y la misericordia, sean cuales sean sus motivaciones. Los peregrinos hoy suelen padecer algunas heridas, sobre todo afectivas y espirituales, y han de experimentar que Cristo crucificado y resucitado tiene su pecho y sus manos abiertas para acoger y sanar a todos amor: “Venid a mi vosotros todos que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”. La Iglesia, siguiendo las huellas de Jesús, es un hospital de campaña.

El leño de la cruz estaba también prefigurado en el Arca de Noé, construida con maderas y que sobrevivió a las aguas torrenciales que inundaron la Tierra. La cruz de Cristo es nuestro arca de Noé. Si nos subimos a ella, no pereceremos, “caminaremos” por encima del oleaje del mar, imagen de la muerte. Y esta cruz estaba también prefigurada en el cayado de Moisés, con el que abre las aguas del Mar Rojo. Esta Cruz tiene el poder de abrirnos un “camino” en medio de la muerte, del sufrimiento, de la angustia. Solo hemos de cogerla, como Moisés cogió el cayado, en obediencia a Dios, para que nuestro “vino viejo” se transforme en un “vino nuevo”.

P.- Cuando el año que viene se cierre la Puerta del Perdón, ¿qué balance le gustaría hacer de este año?

R.- Que los peregrinos y cuantos se acerquen a adorar la Cruz de Cristo vuelvan con una fe viva, con ganas de evangelizar a los demás y curados de sus heridas. Los peregrinos de hoy respiran la atmósfera de la postmodernidad que contagia una cosmovisión propia hecha de relativismo y de valorar exclusivamente el presente que toca vivir, del puro placer, de una estética superficial, de una razón débil que cede cómodamente el paso a la sensación, al sentimiento y al instinto, y de un retorno a una ‘religiosidad confortable’ que no compromete. Por esto me gustaría que los peregrinos vivieran su fe como fuente de convicciones firmes, de abordar el futuro con creatividad, de vivir la fe con apasionamiento y con ganas de convertirse en misioneros de la Buena Noticia y del Crucificado que vive Resucitado.

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