Los desafíos de la escuela católica, a debate en el Instituto Superior de Pastoral

Con motivo del 50º aniversario de la declaración conciliar ‘Gravissimum educationis’

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Antonio Ávila (centro), director del Instituto, inaugura la jornada

J. LORENZO | La escuela católica busca su lugar en la sociedad, pero también en la Iglesia, sin añoranzas, sin buscar privilegios y sabiéndose al menos valorada por la calidad de lo que oferta, como demuestran las listas de espera para entrar en sus centros, a pesar de lo cual se esfuerza –pese a las trabas administrativas– por ser inclusiva. Este podría ser su perfil en la España del tercer milenio, según se puso de manifiesto en la jornada académica que, organizada por el Instituto Superior de Pastoral de Madrid, se desarrolló el 5 de noviembre para conmemorar el 50º aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis sobre la educación cristiana.

Bajo el lema Los cristianos en la escuela española, diversos especialistas reflexionaron sobre la realidad de este tipo de enseñanza, la citada declaración conciliar “y su inacabada Teología de la educación”, en palabras de José Luis Corzo, o las perspectivas que mantienen los cristianos en ámbitos educativos como la universidad, los colegios católicos o la empresa editorial.

En este sentido, y en una mesa redonda con la que concluyó la jornada, se tachó de “insignificante” el papel de la universidad católica en medio de la sociedad, a pesar del florecimiento de estas instituciones en los últimos años. Sobre los colegios católicos se volvió a reivindicar la libertad de enseñanza –“ya nos gustaría no tener que hacerlo, pero hay grupos de presión que defienden la escuela pública pidiendo acabar con la concertada”, señaló el secretario general de Escuelas Católicas, José María Alvira– y se invitó a que la Iglesia vea a la escuela católica “desde la cercanía, que integre su labor y que se hagan esfuerzos por la comunión”. Y desde el ámbito editorial, se advirtió contra “los muchos intereses creados que hay en torno a la educación, con empresas que no son educativas y que solo persiguen fines espurios”.

Igualmente, se reflexionó sobre el perfil del educador en la escuela católica, y se señaló que se estaba trabajando “en la buena dirección”, y respetando “la libertad de las opciones personales de los alumnos, porque en los colegios católicos no se adoctrina”, según respuesta a una interpelación en donde se deslizaba que las aulas católicas no conseguían creyentes.

En el nº 2.964 de Vida Nueva

 

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