La Pasión sube al escenario

El Teatro Corsario, inspirado en la Semana Santa de Valladolid, cumple 27 años

La-pasion-G

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ. Fotos: L. LAFORGA/TEATRO CORSARIO | “La Pasión nos ha enseñado a comunicar con el público de una manera que no suele darse en un montaje convencional: hay muchos espectadores que se implican hasta las lágrimas en aquello que les mostramos”. El actor Jesús Peña lleva 27 años interpretando el personaje de Jesús en el montaje que la compañía Teatro Corsario creó en 1988, inspirado en la imaginería castellana y en los desfiles procesionales de la Semana Santa de Valladolid con textos de los cuatro evangelistas, de Diego de San Pedro, de Alonso del Campo, de Fray Luis de Granada, de Lucas Fernández y de Giovanni Papini.

“En cierto sentido, conecta con nuestras más viejas tradiciones e incluso con la tragedia griega. Aquí se entiende muy bien el concepto de catarsis”, añade Peña, quien desde la muerte, en 2012, del director y creador del espectáculo, Fernando Urdiales, ocupa también la dirección de la prestigiosa compañía vallisoletana creada en 1982.

“La mayor parte de las funciones de nuestra Pasión se concentran en las fechas próximas a la Semana Santa y en eventos muy específicos, como la Ruta de las Catedrales al aire libre en verano. No fue así en sus inicios, pues se concibió como un espectáculo destinado a la programación teatral de cualquier época del año. En lo que se refiere al éxito, creo que tenemos un buen espectáculo, de gran impacto visual, y no podemos soslayar que este tema cala profundamente en muchas personas”.

Esta singular Pasión del Teatro Corsario no solo lleva 27 años en cartel, sino que se ha interpretado por toda Castilla y León, por toda España y en giras más allá de nuestras fronteras –Francia, Gran Bretaña, Alemania, México, Colombia, entre otros muchos países–, rodeado de un extraordinario prestigio con su estética expresionista, su estampa barroca y, como en su momento afirmó el académico Fernando Lázaro Carreter, la “semejanza con los modelos que se tienen en mente”. Fue, en su origen, sin embargo, un montaje experimental.

“Nunca imaginamos que se prolongaría tanto en el tiempo –admite Peña–. Esa estética expresionista probablemente surgió en la compañía a partir de esta obra. Los temas a los que hemos recurrido durante años en diferentes montajes son los que preocupaban, o motivaban, al que fue nuestro director, Fernando Urdiales, y que hemos seguido abordando quienes tanto tiempo y esfuerzo compartimos con él”.

Pasión es el espectáculo fetiche de una compañía que inició su andadura con Lewis Carroll, Antonin Artaud, Jean Cocteau o Peter Handke en busca de un estilo y de un contenido teatral innovador. Y que a lo largo de los años se ha ganado una identidad propia con su repertorio clásico, particularmente de autores del Siglo de Oro español: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina y Agustín Moreto, entre otros.

Nunca han dejado, sin embargo, de representar Pasión. La demanda es continua. Este mismo año ya lo han representado en Alcalá de Henares y en Aranda de Duero. Cada Semana Santa se les pude ver actuando por la provincia de Valladolid; este año, en concreto, en Renedo de Esgueva, en Matapozuelos, en Boecillo.

“En estos días tenemos varias representaciones, unas en iglesias, otras en teatros. En las iglesias hacemos una procesión junto al público que a mí me gusta especialmente”, explica Peña, que sigue interpretando a ese Jesús barroco de las tallas de Gregorio Fernández, ya sea en El Señor atado a la columna, el Ecce Homo, El descendimiento o el Santísimo Cristo yacente.

“En cuanto a mi impresión subjetiva, en lo que se refiere a mi trabajo como actor –reconoce a Vida Nueva–, estoy bastante a gusto con el personaje. Trato de ser al mismo tiempo una escultura de madera y una persona que sufre. Y también trato de no defraudar las expectativas del espectador, porque todo el mundo tiene una idea preconcebida de cómo debe ser Jesús”.

Emoción y humanidad

Pasion3Aunque Peña admite que “ahora mismo ninguno de los corsarios tratamos de dirigir Pasión, excepto para conservar su calidad original”, el montaje creado por Fernando Urdiales ha profundizado en los “afectos casi humanos” que el propio Urdiales encontraba en la escultura barroca: “Fernando nos decía que no tratáramos de ser naturales. De alguna manera, que fuéramos más de madera contribuía mejor a la dignidad del mito, a alejarlo de la trivialidad. Sin embargo, las sucesivas funciones a lo largo de los años hicieron a nuestros personajes más humanos. Yo, en particular –explica Peña–, trato de parecer un ser de carne y hueso, o sea, quiero ser creíble, si bien, disciplinadamente, me quedo estático para formar cada una de las imágenes de los pasos. Pienso que el espectador se siente mejor viéndonos transmitir emociones auténticas que reproduciendo más o menos bien las esculturas”.

Desde el punto de vista dramático, la asociación con la Semana Santa vallisoletana, con el realismo del barroco castellano, en definitiva, fue un acierto enorme. “Era la forma en la que nos podíamos sentir más implicados –valora Peña–. Los actores y, especialmente, el director, nos sentíamos marcados por los desfiles procesionales desde niños, con todas sus emociones y, por qué no decirlo, con todo el espanto que transmiten las esculturas. Partiendo de otros mimbres, habríamos desembocado en un montaje muy distinto. Lo que pudimos constatar es que las esculturas barrocas que conocíamos llevaban en sí mismas muchísima teatralidad y eso facilitó nuestro trabajo”.

Esa traslación de la escultura, del paso de Semana Santa desde la calle al escenario, ofrecía –sigue ofreciendo– una enorme dificultad interpretativa, individual y colectiva. En cambio, da una gran plasticidad a la obra: “No se concibió Pasión con la intención de comunicar valores sacros, pero sí de trabajar en tan sensible material con absoluto respeto”, insiste Peña. En el montaje participan, además de Jesús Peña en el papel de Cristo, otros diez actores: María, Pedro, Juan, Salomé, Pilatos, María Magdalena, Judas, Gestas y DimasPasion2La Pasión del Teatro Corsario simboliza el cada vez mayor número de “pasiones” que se programan en España durante la Semana Santa. Su espectáculo es, sin embargo, caso aparte: por su trayectoria y por su concepción, con esa representación estática de los pasos de las cofradías vallisoletanas.

También para los que no tienen fe

Fernando Urdiales dejó escrita esa peculiaridad: “Las imágenes reposan en el silencio de las hornacinas. Al levantarse el telón, reciben el soplo de vida que les permite vivir una vez más la historia para la que fueron esculpidas. Se ponen en movimiento para mostrar invariablemente el drama de la Pasión por medio de sus afectos casi humanos. La ‘supranaturalidad’ de su expresión barroca pone en relación su energía interior, devota o maligna, ya sean figuras santas o malvadas, con el espacio exterior donde habita la humanidad expectante, o si se quiere, el público…”. De ellos, de los espectadores, añade Jesús Peña: “Son muy variados. Hay quienes participan de ella como una liturgia y quienes no necesitan la fe para disfrutarla”.

La incesante actividad de Teatro Corsario hace que la compañía alterne la representación de Pasión con sus últimos montajes de teatro clásico, su verdadera especialidad: El médico en su honra, de Calderón de la Barca, o Clásicos cómicos (Entremeses de burlas), con textos del propio Calderón, Quiñones de Benavente o Francisco de Avellaneda. Además, acaban de estrenar en Ávila una obra dedicada a santa Teresa de Jesús: Teresa, miserere gozoso. “Comparte con Pasión el protagonismo de una persona que trata de ser justa en una sociedad injusta y que sufre la agresión de aquellos que la deberían apoyar –concluye Peña–. Por otra parte, trata, como no podría ser de otra manera, de visualizar y representar esa cosa indefinible que llamamos espiritualidad”.

En el nº 2.935 de Vida Nueva.

Compartir