‘La buena mentira’: la verdad de Sudán

Cine3

JOSÉ LUIS CELADA | Sudán, 1983. El inmenso país africano vuelve a convertirse en escenario de una cruenta guerra civil entre el norte y sur, que desencadenará una de las mayores crisis humanitarias del continente: más de 100.000 huérfanos se ven obligados a huir de la violencia que asola las tierras meridionales. Camino de Etiopía o Kenia, emprenderán un éxodo de miles de kilómetros que ni el mismísimo Moisés por el desierto (no en vano, la Biblia será su única compañía), hasta alcanzar el campo de refugiados de Kakuma –en la frontera keniata–, el que será su hogar durante los años siguientes. Algunos de los chavales, conocidos como “los niños perdidos” de Sudán, recalarían tiempo después en suelo estadounidense como beneficiarios de un programa inédito de acogida, que es la fuente de inspiración de La buena mentira.

Contamos todo esto porque el valor fundamental –a ratos, el único– del nuevo trabajo de Philippe Falardeau es la historia real que hay detrás, descafeinada aquí por los usos propios de cualquier docudrama televisivo de sobremesa, más pendiente casi siempre del lagrimal que de la conciencia del espectador. En apenas media hora, y a modo de prólogo, el director canadiense despacha en tres rápidas pinceladas los antecedentes de cuanto se dispone a contarnos: la vida en una remota aldea de Sudán (peleas infantiles, pastoreo del ganado…), la irrupción del conflicto y la larga marcha al destierro sorteando no pocas penurias.

Instalados ya en “la patria de las oportunidades”, no solo nuestros protagonistas muestran su perplejidad por el drástico cambio. También la cinta sufre un giro imprevisto hacia el registro cómico que encierran tantas situaciones propiciadas por el contraste de culturas: la comida para perros, la ausencia de leones o los alimentos con fecha de caducidad causan una profunda extrañeza en los recién llegados. Aunque no menos que esa burocracia administrativa que no entiende de compasión ni de agradecimientos. Salvo la trabajadora social felizmente interpretada por Reese Witherspoon.

Será la popular actriz, precisamente, quien le sirva al realizador como puente para emprender el viaje de vuelta al drama humano de los jóvenes sudaneses. La implicación emocional de su personaje nos permite compatir la nostalgia y la soledad del desarraigo, mientras descubrimos con ella el sentido último del título, el porqué de esas buenas mentiras, no interesadas, que sirven para sobrevivir a la adversidad.

El exitoso creador de Profesor Lazhar (2011) ha vuelto a escena con una película ciertamente interesante (y necesaria), pero demasiado blanda y superficial (benevolente y mentirosa, podría decirse en su mismo “idioma”), tan llena de buenos sentimientos y grandes intenciones como falta de alma. Ahora bien, si gracias a ella resplandece la verdad de Sudán, bienvenida sea a nuestra cartelera. Por más que su paso se nos antoje efímero.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: The good lie.

DIRECCIÓN: Philippe Falardeau.

GUIÓN: Margaret Nagle.

MÚSICA: Martin Leon.

FOTOGRAFÍA: Ronald Plante.

PRODUCCIÓN: Brian Grazer, Genevieve Hofmeyr, Ron Howard, Karen Kehela Sherwood, Thad Luckinbill, Trent Luckinbill, Molly Smith.

INTÉRPRETES: Reese Witherspoon, Corey Stoll, Sarah Baker, Arnold Oceng, Ger Duany, Emmanuel Jal, Kuoth Wiel.

En el nº 2.912 de Vida Nueva

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