Papas, y peregrinos, en los Santos Lugares

Francisco rememorará el encuentro entre Pablo VI y el patriarca Atenágoras

pablo-vi-1964 ANTONIO PELAYO (ROMA) | El papa Francisco se suma hoy a la lista de papas que encaminaron sus pasos a Tierra Santa y que empezó el 4 de diciembre de 1963 cuando Pablo VI anunció a los padres conciliares su decisión de viajar a los Santos Lugares y un escalofrío de emoción recorrió la Basílica de San Pedro.

 

Medio siglo de un abrazo histórico

El Papa y el Patriarca oficiando juntos.

El Papa y el Patriarca oficiando juntos (1964).

“Veremos –dijo el papa Montini- el bendito suelo de donde partió Pedro y adonde no regresó ninguno de sus sucesores. Nos humildísima y brevísimamente volveremos en signo de oración, penitencia y renovación para ofrecer a Cristo su Iglesia”. En la mañana del 4 de enero de 1964 despegó del aeropuerto romano de Fiumicino el DC-8 de la Alitalia que transportaba a Pablo VI y su séquito (era la primera vez que un pontífice subía a un avión) hasta Amán (Jordania), primera etapa de su viaje de tres días. El entonces rey hachemita Hussein no se separó del Papa durante toda su estancia en suelo jordano. De allí, en coche, llegó a Jerusalén donde entró por la Puerta de Damasco. La acogida fue tan extraordinaria y multitudinaria que Pablo VI casi recorrió en volandas toda la Via Dolorosa hasta llegar a la Basílica del Santo Sepulcro donde celebró la Eucaristía con una emoción que embargaba su rostro. Vinieron después las etapas de Belén, Nazaret, Betania, el lago de Tiberíades, el Tabor y de nuevo Jerusalén para regresar a Roma donde las gentes se echaron a la calle. En palabras de su secretario personal monseñor Pasquale Macchi:

Fue una apoteosis, casi toda la ciudad se echó a la calle entre Ciampino y San Pedro como gesto filial de agradecimiento al Papa.

El 6 de enero en la residencia de la Delegación Apostólica, Pablo VI y el patriarca Atenágoras se fundieron en un abrazo histórico que inauguró una nueva etapa en las relaciones entre la iglesia católica y la ortodoxa. Ese gesto es el que, medio siglo más tarde, van a celebrar el papa Francisco y el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I.  

El Papa viajero en la cuna del cristianismo

El santo papa Wojtyla quería celebrar con motivo del Gran Jubileo del año 2000 cuatro peregrinaciones. La primera le habría conducido a Ur de Caldea de donde salió el patriarca Abraham pero las condiciones políticas de Irak se lo impidieron y fue sustituida por una “peregrinación espiritual” en Roma el 23 de febrero.

San Juan Pablo II en el Muro de las Lamentaciones, Jerusalén (2000).

San Juan Pablo II en el Muro de las Lamentaciones, Jerusalén (2000).

La segunda tuvo lugar dos días después y le condujo hasta el Monte Sinaí y Egipto. Entre esta y la cuarta que le llevó a Grecia y Malta en el 2001 pudo visitar la Tierra Santa entre el 20 y el 26 de marzo del 2000. Tuve el privilegio de poder acompañarle en este maratón que le hizo visitar Ammán, el Monte Nebo desde donde Moisés contempló la tierra prometida, Tel Aviv y Jerusalén, Belén y los territorios palestinos, el Monte de las Bienaventuranzas, Nazaret y de nuevo Jerusalén para orar en la Basílica del Santo Sepulcro y celebrar la misa en el Cenáculo. El itinerario de esta peregrinación había sido calculado al milímetro por la diplomacia vaticana puesto que eran conscientes del significado político del desplazamiento. “Sin paz no puede existir un auténtico desarrollo para esta región” dijo Juan Pablo II en su primer discurso pronunciado en el aeropuerto de Ammán. Luego vino el encuentro con Arafat, la subsiguiente visita al mausoleo de Yad Vashem y el impresionante momento de oración ante el Muro de las Lamentaciones en una de cuyas rendijas depositó un folio donde como “obispo de Roma y sucesor del apóstol Pedro” lamentaba los sufrimientos impuestos al pueblo judío en el curso de la historia. Dijo al regresar a Roma:

Jerusalén está llamada convertirse en el símbolo de la paz de cuantos creen en el Dios de Abraham y se someten a su ley.

En mi memoria, entre otros muchos recuerdos, prevalece el encuentro con los jóvenes en el lago de Galilea , quizás el lugar que más intensamente evoca la presencia del Señor sin los añadidos discutibles de una historia polémica y llena de contradicciones con el mensaje evangélico. Allí fue donde Jesús confió a Pedro la guía de la Iglesia. Francisco no tendrá tiempo para visitar este “santo lugar” y es una pena pero tres días- y no cinco como sus predecesores- no dan para más.  

Benedicto en Tierra Santa

Pocos dias antes de inicar su visita a la Tierra Santa (del 8 al 15 de mayo del 2009) Benedicto XVI concretizó los objetivos de su viaje:

El papa Benedicto XVI y el príncipe jordano Ghazi bin Talal.

El papa Benedicto XVI y el príncipe Ghazi bin Talal en Amán (2009).

Seré testimonio del compromiso de la Iglesia en favor de todos los que se esfuerzan por practicar el diálogo y la reconciliación para alcanzar una paz estable y duradera en la justicia y el respeto recíprocos.

Joseph Ratzinger, en efecto, pronunció nada menos que 28 discursos en los numerosas visitas y ceremonias que presidió durante su estancia en Jordania, los territorios palestinos e Israel. Fueron estos precisamente los que causaron alguna decepción porque estimaron que el Papa alemán no había sido lo suficientemente tajante en su condena de la Shoah como si le hubiera faltado energía. Releidos años después no se tiene esa impresión. En todo caso en la última ocasión que tuvo de dirigirse a sus interlocutores judios – discurso de despedida en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv- Benedicto XVI no dejó la sombra de una duda sobre sus sentimientos ante el horrendo crimen perpetrado por el nazismo. Durante las intensas jornadas que vivió a Benedicto XVI le seguía el recuerdo y la inevitable comparación con lo que había realizado antes que él el carismático Juan Pablo II; por ejemplo era dificil olvidar la conmoción de Karol Wojtyla delante del Muro de las Lamentaciones y su su tambaleante gesto de depositar en una hendidura del mismo. Ratzinger repitió la ceremonia pero sin el dramatismo de su predecesor. Fue muy impresionante, sin embargo, la misa celebrada en la llamada “montaña del precipicio” de Nazaret donde se congregaron miles de personas para rodear al Papa con su afecto y devoción. Ratzinger seguirá, sin duda, con gran interés el viaje de su sucesor a Tierra Santa. Lo hará desde su retiro vaticano a través de la televisión y estoy seguro de que sentirá una cierta nostalgia recordando todo lo que él hizo y dijo hace ahora cinco años y que ya forma parte de la historia.

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