'¿Qué hacemos con Maisie?': custodias sin hogar

Qué hacemos con Maisie, película de cine

J. L. CELADA | Cuando una pareja se rompe, la búsqueda de responsables suele relegar a un segundo plano a la principal víctima de esta nueva situación: los hijos. Ocurría en 1897, cuando Henry James escribió Lo que Maisie sabía, y se repite en pleno siglo XXI, ahora que Scott McGehee y David Siegel han decidido versionar –y actualizar– la novela de su compatriota. Las institutrices de entonces son hoy simples canguros, pero la protagonista de esta historia sigue siendo la misma: una niña de seis años sometida al fuego cruzado de sus progenitores en su lucha por obtener la custodia de la pequeña.

Hemos asistido a decenas de batallas judiciales similares, algunas tan recordadas como la de Kramer contra Kramer (1979), pero nunca antes unos ojos infantiles nos ayudaron a entender mejor cómo viven y padecen muchas de estas inocentes criaturas la traumática separación de sus padres.

La mirada de Maisie se erige aquí en testigo privilegiado y juez insobornable de cuanto sucede a su alrededor. Por mucho que sus mayores se empeñen en mantenerla al margen de discusiones, insultos, malos modos y una mutua y reiterada falta de respeto, la tristeza de su semblante delata el cansancio e incomprensión de quien trata de sobrevivir a las manipulaciones egoístas de unos ¿adultos? que la utilizan como moneda de cambio o arma arrojadiza en su absurda guerra. Qué hacemos con Maisie, película de cine

Sobre las cenizas de una relación tóxica entre una estrella del rock (Julianne Moore) y un marchante de arte (Steve Coogan), más pendientes de su carrera y de sus negocios que de su hija, esta cinta irá trazando con sobriedad y elegancia el retrato de una familia en descomposición: el cariño se compra con regalos, los celos alimentan las críticas, los secretos y mentiras buscan siempre la complicidad –y justificación– del eslabón más frágil e indefenso en esta cadena de afectos…

Actitudes todas ellas que agitan la sensibilidad del espectador más curtido, y que Maisie (espléndida Onata Aprile) contempla entre resignada y ausente. ¿Se merece unos padres así?, parece preguntarse… y nos preguntamos todos.

Sin embargo, el relato abre una agradecida y necesaria ventana a la esperanza de la mano de las nuevas parejas de ambos cónyuges, cuidadores de urgencia junto a los que la sufrida cría no solo va a recuperar la sonrisa perdida, sino que aprenderá a reconocer lo que es un hogar. No como espacio físico, porque el trasiego de casa en casa forma parte ya de su rutina, sino como oasis emocional ajeno a gritos, reproches y todas esas heridas que –como el sentimiento de abandono– dejan cicatrices difíciles de borrar.

Ya ha llovido desde que viera la luz el original literario que inspira ¿Qué hacemos con Maisie?, pero es tan universal e intemporal su argumento, que bien merece el digno homenaje que le brinda esta película.