La Iglesia en América se une ante los retos comunes

los cardenales OMalley, Madariaga y Castrillón Congreso América en Roma

Congreso en Roma por el 15º aniversario del Sínodo para el “continente de la esperanza”


La Iglesia en América se une ante los retos comunes [extracto]

ANTONIO PELAYO. ROMA | En conmemoración del 15º aniversario de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América, 250 personalidades eclesiales han participado, del 9 al 12 de diciembre en Roma, en el Congreso Internacional Ecclesia in America.

En cierto modo, podría decirse que estas jornadas, organizadas por la Pontificia Comisión para América Latina, sustituyen la quizás añorada segunda convocatoria de un Sínodo sobre el “continente de la esperanza”, como se hizo en su día con Europa y África. De hecho, la mayoría de sus ponentes han sido cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes latinoamericanos, la élite de esas Iglesias que hoy agrupan el mayor número de católicos del mundo.

El encuentro se inauguró con una celebración eucarística en la Basílica de San Pedro, presidida por el cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la antes citada Pontificia Comisión. Al final de la misa, Benedicto XVI pronunció un importante discurso de saludo en el que consideró como un “regalo de la Providencia que vuestro congreso tenga lugar poco después de comenzar el Año de la fe, pues vuestras deliberaciones contribuirán valiosamente a la ardua e imperiosa tarea de hacer resonar con claridad y audacia el Evangelio de Cristo”.

“El secularismo y diferentes grupos religiosos –añadió en castellano– se expanden por todas las latitudes, dando lugar a numerosas problemáticas. La educación y promoción de una cultura por la vida es una urgencia fundamental ante la difusión de una mentalidad que atenta contra la dignidad de la persona y no favorece ni tutela la institución matrimonial y familiar. ¿Cómo no preocuparse por las dolorosas situaciones de emigración, desarraigo o violencia, especialmente las causadas por la delincuencia organizada, el narcotráfico, la corrupción o el comercio de armamentos? ¿Y qué decir de las lacerantes desigualdades y bolsas de pobreza provocadas por cuestionables medidas económicas políticas y sociales?”.

los cardenales OMalley, Madariaga y Castrillón Congreso América en Roma

Los cardenales O’Malley, Madariaga y Castrillón, durante el Congreso

“La Iglesia católica –prosiguió en inglés, ya que los participantes venían de ambas partes del hemisferio– tiene la convicción de que la luz para una solución adecuada solo puede provenir del encuentro con Jesucristo (…). No hay servicio más grande que podamos prestar a nuestros hermanos. Ellos tienen sed de Dios. Por ello es preciso asumir este cometido con convicción y gozosa entrega, animando a los sacerdotes, los diáconos, los consagrados y los agentes de pastoral a purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a través del trato sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los sacramentos”.

Ya el día 10, en el Aula del Sínodo, Ouellet introdujo los trabajos del congreso: “Somos todos muy conscientes de que en estos últimos 15 años se han ido planteando e incrementando muchas realidades y problemas comunes, a nivel interamericano, que requieren mayor colaboración por parte de las Iglesias. Me limito solo a citar la importantísima presencia de los hispanos en Canadá y los Estados Unidos, la cuestión irresuelta y muchas veces dramática de la inmigración, la espiral de violencias por lo general alimentada por las redes del narcotráfico y el aumento del consumo de drogas. Todos estamos preocupados por la contemporaneidad en todo el continente de agresiones a la cultura de la vida y a la institución del matrimonio y la familia. Más que nunca, resulta fundamental una contribución auténticamente católica a la urgente responsabilidad educativa de las nuevas generaciones”.

El drama de la migración

Interesante ponencia fue la del uruguayo Guzmán Carriquiry, secretario de la Pontificia Comisión: “Es impresionante tener en cuenta los miles de centroamericanos que recorren México de sur a norte hacia la meta de los Estados Unidos sufriendo toda clase de vejaciones y violencias. Los obispos norteamericanos siempre han considerado a los hispanos no como un problema, sino como un aporte providencial para la vida nacional, y ello les honra”.

Igualmente, subrayó que miles de jóvenes “caen en la violencia, el alcohol, las drogas y los placeres efímeros”, y puso énfasis en que una auténtica solidaridad continental requiere “pasar de la dialéctica de la sospecha, del rechazo y las acusaciones a una actitud de respeto, diálogo y negociaciones, de sincera búsqueda de mayores condiciones de libertad y democracia, de justicia y equidad para todos los americanos”.

En el nº 2.828 de Vida Nueva.

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