José María Fernández-Martos: “Vivir de verdad es un producto caro”

Jesuita y psicólogo clínico, publica ‘Cuidar el corazón en un mundo descorazonado’

José María Fernández-Martos, jesuita, psicólogo clínico

JOSÉ LUIS CELADA. Fotos: SERGIO CUESTA | Profesor de Psicología del Desarrollo en Comillas a lo largo de cuatro décadas y psicólogo clínico en ejercicio, el jesuita José María Fernández-Martos nos invita en su último libro a Cuidar el corazón en un mundo descorazonado (Sal Terrae, 2012), una llamada a reconocer los latidos de la vida entre tanto síntoma de muerte. Siempre en compañía de un Dios que “lo inunda todo” con su presencia amorosa.

– ¿Qué es lo que más le descorazona de este mundo nuestro?

– Si le digo la verdad, casi nunca me he sentido descorazonado del todo. Pienso que el corazón lo debemos subir a una pequeña colina soleada donde no lleguen las inundaciones. Esto no quita que miasmas del clima cultural actual me causen perplejidad. La que más me descorazona y sorprende es de siempre, y la expreso en las primeras líneas del libro: “¡Cuánto me choca lo mucho que chocamos con Dios!”. Me choca tanto porque siento que el que nos ha hecho tiene que ser nuestro mejor amigo y aliado. ¿Cómo explicar nuestra secular y –en Occidente, sobre todo– encarnizada resistencia a dar entrada al que configuró nuestro ser para Él? Esta realidad no me descorazona, pero me deja perplejo y me hiere el corazón.

– ¿Qué aspectos de la realidad más cercana le preocupan?

– Pues sí. Uno es el desarme ético creciente, con el “todo vale” y la corrupción política y económica como animal de mil cabezas. Otro es la banalidad del pensamiento, que brota de la dificultad para pensar, reflexionar, quedarnos solos. Decimos, por ejemplo, “botellón”, y pensamos que hay que permitirlo o suprimirlo, en vez de plantearnos por qué alguna juventud encuentra maravilloso entretenerse dañándose. ¿De dónde vendrá el que seamos el país más bajo en natalidad o el segundo más alto en consumo de drogas duras?

“Me preocupa la banalidad del pensamiento,
que brota de la dificultad para pensar.
Decimos, por ejemplo, ‘botellón’,
y no nos planteamos por qué alguna juventud
encuentra maravilloso entretenerse dañándose”.

– ¿Qué piensa de la crisis que atravesamos?

– Si no fuese porque hay mucha gente que lo está pasando muy mal, haría apología de la crisis. ¡Mira que si nos devolviera un poco más de sentido común! Las crisis nos fuerzan a pensar más profundamente: vivir de verdad es un producto caro. No se consigue con un bolsillo rico, sino con un corazón amueblado. La prima de riesgo está muy alta, pero más grave es que la capacidad de lealtad y compromiso estén muy bajas. Decimos: “¡Qué cantidad de corrupción!”. Y llamamos a la policía y a los jueces, pero no nos preguntamos si acaso el sentimiento ético está atrofiado en nosotros. ¡Ética, no. Estética, sí! Nunca se ha dado tanto valor a lo efímero. Perdida nuestra brújula ética, no sabemos escoger el horizonte hacia el cual dirigirnos.

Sentidos, ideas y corazón

– ¿Cómo preservar el corazón de las muchas afecciones propias del estilo de vida actual: inmediatez, superficialidad, indiferencia, impaciencia, agresividad…?

– Leyendo mi libro (risas). En serio, tres fuerzas se disputan la guía de nuestras vidas. Los sentidos, sobre todo, la vista hoy día. Las ideas que nos llegan o pensamos. O mejor, nuestra capacidad para pensar, reflexionar, sopesar. Por último, lo que amamos, queremos, deseamos. Es decir, hacia dónde va el peso del corazón. Vivimos como nunca, un festín fastuoso de los sentidos.

En el libro digo que somos “depredadores audiovisuales”, que se deslizan por la epidermis de las cosas. Vemos y oímos mucho, pero miramos y escuchamos muy poco. Las pantallas se han apoderado de nuestros gustos y nuestro tiempo. La vorágine del ver nos puede dejar ciegos. La mera percepción me regala apariencia de cosas; solo la mirada, su ser y su verdad.

En el nº 2.805 de Vida Nueva. Entrevista con José María Fernández-Martos, sj, íntegra solo para suscriptores

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