Stanley G. Payne: “En España, la Historia se usa para dividir”

Hispanista

 

(Juan Carlos Rodríguez) El trabajo del historiador nunca termina. Es una constante ‘revisitación’. “Siempre hay que revisar la Historia, porque toda Historia es imperfecta. Pero lo importante es que se hagan análisis serios y objetivos. Hay una tendencia a dividir la Historia en blanco y negro. Y no. La Historia es gris, un gris con muchos matices”. Stanley G. Payne (Denton, Texas, 1934) publica España, una historia única (Temas de Hoy), en la que erige un compendio de sus obsesiones, desde que en 1958 –hace medio siglo– llegó por primera vez a España.

Me corrige, sin embargo. “No diría compendio, que me parece un término demasiado viciado. Diríamos que aquí están las cuestiones que, desde que comencé a estudiar la Historia de España, más me han interesado”. Cierto. Veamos: España y el Islam: el mito de Al-Andalus, Reconquista y Cruzada: ¿una ideología española?, El problema del liberalismo español, ¿Una República sin republicanos?… Y un capítulo final –Controversias históricas de la España actual– repleto de interés para el que, con más o menos acuerdo, es el hispanista más prestigioso. Empezamos por el final. No empiezo por lo obvio. Sino que le pido, primero, una aclaración acerca de una queja que le he leído.

¿La “atomización” de la Historia, del conocimiento, es el nuevo mal contemporáneo?

La vida contemporánea es un tanto paradójica. Estamos constantemente quejándonos de las actitudes de amnesia de la juventud o de la decadencia en la enseñanza de la Historia; en cambio, encontramos a la vez que hay una minoría que, se quiera o no, está haciendo que ahora se vendan más libros de Historia que nunca. Sin embargo, es cierto que observo una tendencia generalizada al ombligismo, lo cual es inicialmente también una paradoja en los tiempos de globalización en los que vivimos. La gente está, por decirlo así, demasiado centrada en sí misma.

Y en España, ¿cuál es el estado actual de la Historia?

En España hay mayor controversia acerca de la Historia que en ningún otro país civilizado del mundo. Sobre todo, por la regionalización y por los intereses políticos en episodios parciales más que por la historia general. Es evidente que ahora vivimos un proceso de “deconstrucción” de la Historia, azuzado por los nacionalismos, lo que ha originado una mayor conflictividad alrededor de la Historia que en otros países. Cada nacionalismo, en cualquier país, mitifica su historia. Eso es verdad. Muchos pretendidos nacionalismos deben construirse su propio lugar en la Historia. Y lo que hacen es fragmentar la historia común. Y se ve perfectamente en lo que está sucediendo en España.

Bueno, pasemos a lo obvio: La “memoria histórica”…

Primero, déjeme decirle… No es un término afortunado. Es, en sí mismo, un oxímoron, una contradicción fundamental en los términos, algo que en estricta lógica no puede existir. ‘Memoria’ es una cosa e ‘Historia’ otra. La memoria es intrínsecamente individual, subjetiva, como todo el mundo sabe. Así que “memoria histórica” tan sólo puede ser, en todo caso, un término metafórico. Y es un término que se impone por imposición política. Porque, realmente, quienes están promoviendo todo esto no parten del principio de conocer la complejidad de la Historia de forma objetiva, sino sólo de una parte de la Historia. 

¿No es usted, entonces, partidario de las exhumaciones?

Sí, pero no así. Es importante establecer diferencias entre los diversos grupos que han defendido la memoria histórica y distinguir entre las iniciativas válidas y loables de reconocimiento de las víctimas inocentes de la represión y las generalizadas intentonas destinadas a generar propaganda política y a falsear la Historia. 

Le dejo que lo explique…

Vayamos por partes. Rescatar los restos de aquellos fusilados que no fueron enterrados de modo adecuado es casi una responsabilidad del Estado, pero hay que hacerlo de modo profesional y científico, abordando todas las fosas de modo sistemático, sin primar unos sobre otros, y de ambos bandos. Es una responsabilidad cívica. Lo que ocurre es que los criterios que se están manejando son más políticos que profesionales o históricos, son criterios sectarios que excluyen, y que se originan en la mal denominada “Ley de memoria histórica”.

¿Es necesario o no rescatar los restos de García Lorca?

Vuelvo a lo dicho. La opinión de su familia, que quiere que siga enterrado en paz, es loable, muy respetable. Si se hace, se debe hacer como parte, repito, de una campaña de excavaciones sistemática, con un proyecto serio aprobado y presupuestado por el propio Gobierno y aprobada en el Congreso. No puede responder a la decisión unilateral y arbitraria de un solo juez que proclama anulada la ley de amnistía de 1977 porque sí. Es increíble. Algo que sólo puede suceder en España con un juez exhibicionista como Garzón. Si se decide anular esta ley, debe ser, como es lógico en todo Estado de Derecho, en el Congreso. Y después aplicarla.

Pacto del olvido

Entonces, ¿se debe poner punto y final a esa amnistía?

Las circunstancias y el carácter de la Transición española fueron muy singulares. Si el desastre de la Guerra Civil revolucionaria sufrida por España durante los años treinta, en medio de una época de paz relativamente normal, no había tenido parangón, tampoco lo tuvieron las condiciones de su posterior democratización. La Transición española fue un caso de democratización desde dentro. Todo ello creó un nuevo modelo español de transición a la democracia. Uno de los requisitos del modelo español era el rechazo a la política de la venganza, lo cual comportaba evitar cualquier búsqueda política o jurídica de “justicia histórica”. Y no veo por qué hay que desdecirse. Sería más perjudicial que beneficiosa. 

¿Fue realmente la Transición un “pacto del olvido”?

El “pacto del olvido” no es más que un lema propagandístico. No existió tal cosa. La Transición se caracterizó justamente por lo contrario, puesto que se basó en una profunda conciencia de los fracasos del pasado y en la decisión de evitarlos. De hecho, en realidad es imposible encontrar ningún otro caso en el que esa conciencia fuera mayor. No se acordó imponer el “silencio”, sino que los conflictos históricos quedarían en manos de historiadores y periodistas, y que los políticos no los emplearían en la pugna partidista, que se centraría en los problemas presentes y futuros. 

Quedémonos en paz, ¿no? La Transición no fue un mito, como escribe usted…

La Transición fue un éxito, no es un mito. No fue tan suave ni tan consensuada como se ha dicho. A pesar de sus impresionantes logros, tuvo asperezas y fracasos. Lo que no fue, de ninguna manera, es, como dicen ahora algunos, una manipulación perpetrada por ex franquistas. Esto sí que es un mito, porque sostiene que España nunca podrá ser del todo “democrática” hasta que todos los residuos del franquismo sean purgados, entre ellos la propia institución monárquica. 

Incluso la Iglesia…

Es parte de la “deconstrucción de la Historia”. Es un debate que se remonta en la Historia de España a la primera parte del siglo XIX y los liberales. Y todavía sigue. Lo que ocurre  es que la religión católica es mucho más abierta y tolerante, que, si me permite, la religión izquierdista, más unilateral e intolerante. Es innegable que la religión fue un factor fundamental en la constitución de la propia nación española. 

¿Dejará la Historia de ser, de una vez, un arma arrojadiza?

Las polémicas históricas en la España contemporánea no se resolverán en un futuro próximo, porque no las alimentan intereses eruditos o académicos, sino pasiones políticas. La forma habitual de resolver polémicas históricas pasa por la realización de investigaciones extensas y análisis profundos, pero probablemente los éxitos de la investigación Histórica no tendrán grandes consecuencias. En la mayor parte de las universidades, por otra parte, nos encontramos que sólo está permitido tratar la Historia desde un ángulo. Lo sorprendente es que en España se está acudiendo a la Historia para dividir, en vez de para unir, que es para lo que se usa en cualquier otro país.

En el nº 2.636 de Vida Nueva.

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