Inmigrantes, una oportunidad para revitalizar la Iglesia

(Texto: Marina de Miguel y Victoria Lara-Fotos: Luis Medina) La llegada de inmigrantes a España ha ido adquiriendo una mayor intensidad en estos tiempos. Si en 1996 representaban el 1,37% (542.314) de la población, en 2007 ya reflejaron el 9,93% del total, al alcanzar la cifra de 4,48 millones. La magnitud de este flujo, que tiene como origen especialmente Europa (42,8%) y América (36,2%), está provocando numerosas transformaciones en diversos ámbitos de la realidad del país, desde la cultura hasta la economía. También en el plano religioso, donde la Iglesia en España ha encontrado la oportunidad de revitalizarse, al ser los recién llegados mayoritariamente católicos, aunque con diversas tradiciones y experiencias.

“La Iglesia vive, por encima de todo, las migraciones como una ocasión para vivir la catolicidad, no haciendo parroquias paralelas donde simplemente se coexista, sino buscando el verdadero encuentro”, explica Pilar Samanes Ara, secretaria general de la Comisión Episcopal de Migraciones de la CEE. Esta percepción integradora contrasta con la experiencia que se está produciendo en otros lugares como Gran Bretaña, donde los católicos polacos, por ejemplo, celebran sus propios ritos sin establecer apenas vínculos con los ciudadanos autóctonos.

“En este momento, lo importante es crear auténticas comunidades de fe, donde nadie se sienta extranjero y donde cada cristiano, sea inmigrante o autóctono, aporte su especificidad y se construya la Iglesia de todos, la de Jesús”, completa indicando cómo este reto pastoral “exige caminar desde actitudes de diálogo, empatía, hospitalidad y solidaridad”. Dentro de esta senda se enmarca el documento La Iglesia en España y los inmigrantes, aprobado por la XC Asamblea Plenaria de la CEE, donde la inmigración se contempla como una “oportunidad y una gracia”, a la vez que indica que “nadie puede permanecer ajeno ni indiferente a un fenómeno de tal envergadura”.

Parroquias que integran

La parroquia, según se corrobora en el mensaje de los obispos españoles con motivo de las Jornada Mundial de las Migraciones (20 de enero), “se encuentra en una situación privilegiada para ser el primer espacio de encuentro de los inmigrantes con la Iglesia de su nuevo país”. En este sentido, José Luis Pinilla Martín, SJ, delegado de Inmigración en la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, además de coordinador de parroquias jesuitas de España, destaca las iniciativas que se desarrollan para tender puentes: “Hay una labor incuestionable, y es la de crear un clima favorable de acogida e integración social que contrarreste los muchos mensajes crispados que a veces se transmiten desde instancias públicas y privadas. Somos elementos de comunión”. De este modo, enfatiza la necesidad de desarrollar “acciones de doble teclado”, es decir, encaminadas a favorecer sus expresiones, devociones y lenguajes característicos, a la vez que orientan su sentido de pertenencia y su práctica religiosa hacia la comunidad cristiana establecida.

“En muchos casos, la llegada de inmigrantes ha supuesto la revitalización de la acción social parroquial y el reto para comprobar cómo están los miembros de la comunidad, respecto a la capacidad de acogida de lo diverso y la disposición hacia una integración enriquecedora”, prosigue Pinilla, indicando que, a su juicio, el grado de implicación del inmigrante en la vida parroquial es del 12%, porcentaje similar a su presencia en el país.

Para terminar, cita el documento elaborado por los jesuitas, Inmigrantes: ¿invasores o ciudadanos? Tópicos y realidades sobre la inmigración, donde se indica que “las comunidades religiosas deben fomentar la cohesión social, que no será posible sin la sensibilización adecuada de toda la sociedad”.

Los ecuatorianos, nacionalidad más numerosa empadronada en la Comunidad de Madrid, son mayoritariamente católicos y en los últimos años han conseguido “revitalizar” ciertas parroquias. Es el caso de la parroquia de San Francisco Javier y San Luis Gonzaga, en el barrio de La Ventilla, donde también existe un centro de ­atención para inmigrantes denominado ‘Pueblos Unidos’.

“Se puede decir que existe una integración de los inmigrantes en la vida de la parroquia”, asegura el padre Daniel Izuzquiza, SJ, aunque hay que tener en cuenta que parte de esa población no tiene facilidad para echar raíces geográficamente y que muchos cambian de domicilio. De lo que no tiene ninguna duda es de que la llegada de estas personas ha influido de manera muy positiva en la comunidad. Explica que se ha notado sobre todo en la catequesis de niños, más que en la propia liturgia, pero también en la catequesis familiar.

Itinerarios que conecten

En La Ventilla no creen en una integración de los inmigrantes católicos sin modificar ninguna de las estructuras ya existentes; pero tampoco apuestan por la fórmula de limitarse a crear espacios específicos para ellos. “Donde nos jugamos todo como Iglesia es tratando de llevar itinerarios que conecten ambas cosas”, asegura Izuzquiza. El trabajo de los jesuitas en este sentido ha conseguido algo muy curioso: la devoción a la Virgen del Quinche, que tiene una imagen en la capilla auxiliar de la parroquia, ha evolucionado de tal manera que ha pasado de ser la patrona de los ecuatorianos a convertirse en la Virgen de los “sin papeles”. Muchos habitantes del barrio la han hecho suya, pero sobre todo los inmigrantes, pues consideran que la consecución de sus papeles se debe a la intercesión de la Virgen. El día de la fiesta (el tercer domingo de noviembre) pueden participar unas 3.000 personas.

Aparte de esta celebración, hay un grupo, más reducido, que se reúne cada 15 días para celebrar la eucaristía en la capilla auxiliar, hay misas para niños… A la hora de seguir las prácticas propias de la liturgia, según Izuzquiza, no hay diferencias esenciales entre ecuatorianos y españoles, pero sí se observa algo que tiene que ver con la calidad de la acogida: a muchos, una misa de 20 ó 30 minutos les parece algo frío, por eso en esta parroquia hacen una apuesta por tener espacios de encuentro más sosegados.

Esa misma sensación la tienen muchos polacos que viven en nuestro país, tal y como asegura el padre Marian Sulik, SVD, que codirige la Capellanía polaca en Madrid. Ésta cuenta actualmente con tres centros: Nuestra Señora de la Paz (zona Pacífico), que alberga la sede de la Capellanía; Santo Domingo de Guzmán (Aluche); y Santa María de la Alegría (Móstoles). Continúan manteniendo las misas en polaco, pero dentro de las respectivas parroquias aseguran sentirse integrados, “como en casa”, tal y como afirma Sulik.

Además, los centros han sido pensados para acoger a los católicos polacos en su primera etapa de estancia en España. “No queremos crear guetos ni hacer estructuras paralelas a las parroquias”, explica el padre Marian. De hecho, se han realizado determinadas experiencias conjuntas, entre españoles y polacos, como el grupo de Confirmación que se formó hace dos años en Móstoles, o una misa bilingüe –que ya se dejó de celebrar– en el centro de Aluche.

En lo único que el padre Marian considera que hay todavía un camino por recorrer es en el tema del horario de las misas. De momento, otros sacerdotes son muy reacios a cambiar “su hora” para que puedan tener cabida las celebraciones en polaco, por lo que para poder oficiarlas siempre tienen que buscar huecos en los que no haya prevista ninguna otra cita. En Nuestra Señora de la Paz son los domingos a las 17:30 horas.

Oliver Eitel, camerunés que llegó a España en 1995 y que desde julio de 2005 dirige Cáritas Sigüenza, es un ejemplo de cómo los ciudadanos inmigrantes van adquiriendo de forma progresiva puestos de responsabilidad en la vida pastoral. Sin embargo, como reconoce José Luis Lastra, coordinador de la Mesa Diocesana de Pastoral del Inmigrante de Burgos, es un arduo y lento trabajo. Con más de 30.000 ciudadanos de otros  países empadronados a comienzos de 2008, para la provincia burgalesa la inmigración se ha convertido en indispensable para su crecimiento, por lo que la Iglesia, relata el sacerdote, ha desarrollado numerosos esfuerzos para propiciar una buena acogida, a través de los programas específicos de Cáritas, la Casa de Acogida de las Hijas de la Caridad o el Proyecto Atalaya, puesto en marcha por la CONFER diocesana.

La mayor implicación se consigue con grupos de catequesis de niños extranjeros, sobre todo latinoamericanos, y con los vínculos que se crean con colectivos de ciudadanos de diversos países que celebran en las parroquias sus fiestas o tienen, igual que ocurría en Madrid, la imagen de su Virgen. En este sentido, destaca que alrededor de veinte parroquias de la capital y de la provincia se han propuesto dedicar unos meses a la reflexión sobre este aspecto en sus diversos grupos y en el consejo pastoral para elaborar su propio proyecto parroquial de pastoral con inmigrantes. “Es pronto para evaluar, pero no deja de ser una esperanza este crecimiento en sensibilidad por parte de bastantes comunidades, y este tratar de hacer de la parroquia un lugar de integración y una oferta para la vivencia de la fe”, concluye.

Aunque participa del mismo optimismo, el Secretariado Diocesano de Migración de Orihuela-Alicante (Asti-Alicante) evidencia en su Memoria de 2007 la descoordinación entre sus actividades y la precariedad en la formación de los agentes pastorales, dos problemas a superar para dar una adecuada atención pastoral a los inmigrantes, personas que, como afirma su consiliario, Nicandro Pérez, “quieren y deben sentirse como unos ciudadanos más entre nosotros”.

Para Joaquín García Roca, director del Centro de Estudios para la Formación e Integración de Inmigrantes (CeIM), el fenómeno migratorio aporta “la experiencia en cuerpo y sangre de pronunciar a Dios en diversos nombres, la hospitalidad vivida entre personas diferentes en razón de etnia, patria y cultura; el enriquecimiento en formas expresivas de la fe y en modos populares de expresarla”.

El teólogo y sociólogo valenciano considera urgente que “la Iglesia renuncie al eurocentrismo y se realice como católica, tejida por diversidad de sensibilidades, cantos y formas culturales”. Por esa razón, continúa, “la presencia de inmigrantes es una ocasión para expresar el compromiso de la Iglesia con la libertad religiosa, que comporta el derecho a manifestar públicamente las propias creencias y acceder a lugares dignos dedicados al culto y a la plegaria”.

PÉRDIDA DE CREENCIAS

En la Comunidad de Madrid, un 12% de los inmigrantes que llegaron a España con creencias religiosas las está perdiendo. Se trata de un porcentaje bastante menor que el de las personas que aseguran que están manteniendo sus propias creencias (69%), pero mayor que el de quienes afirman que las están incrementando (cerca de un 5%). Son datos extraídos de un estudio sobre la integración de la población inmigrante realizado por la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid en 2007 a personas que llevaban en España como mínimo seis meses. Los encuestados pertenecían a las nueve nacionalidades extranjeras mayoritarias (y no comunitarias en 2006) empadronadas en la Comunidad de Madrid: Ecuador, Rumanía, Marruecos, Perú, Bolivia, China, República Dominicana, Bulgaria y Argentina.

La mayoría de los encuestados se declara católico (un 63%), en segundo lugar están los musulmanes (casi un 14%) y en tercer lugar los ortodoxos (12%). Por otra parte, el 55% de los católicos practican su religión, por debajo de los musulmanes (un 63%) y de los evangelistas (un 88,5%), aunque por encima de ortodoxos (41,6%) y protestantes (42%). El estudio indica algunas de las principales razones por las que muchos inmigrantes han reducido sus prácticas religiosas, entre las que encontramos, sobre todo, la falta de tiempo, principal excusa de los católicos, y la poca accesibilidad a los centros de culto que aducen musulmanes, ortodoxos y protestantes. Estos últimos también aseguran no encontrar personas que practiquen su religión, y muchos sienten rechazo por parte de los españoles hacia sus prácticas.

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