Tribuna

Papa Francisco, un constructor de puentes

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Es sabido que el significado de la palabra “pontífice” es constructor de puentes. Hoy más que nunca papa Francisco representa aquel que busca tender una encrucijada de puentes: entre los cristianos, entre los representantes de las otras religiones, entre los hombres de buena voluntad, entre quienes buscan un sentido profundo de la vida.

En los últimos viajes que ha realizado a Emiratos Árabes, Marruecos, Bulgaria y Macedonia se ha delineado de manera muy clara la estrategia pastoral del papa argentino que subraya cada vez más el rol de las religiones para contribuir en la construcción de un mundo pacificado y de convivencia armoniosa entre quienes son diferentes. ¿Es una utopía la visión de Francisco?

Es cierto que a nivel ecuménico hay situaciones conflictivas, como se verifica en el caso del escenario de Ucrania, donde la legitimación de una Iglesia autocéfala, es decir que no depende más del patriarcado de Moscú, y que cuenta con el apoyo del patriarcado de Constantinopla, ha llevado consecuentemente al cierre de relaciones entre Constantinopla y Moscú. En esta situación compleja, y ante tal controversia, quizás que la figura de Francisco, con muy buenas relaciones con ambos patriarcados, podría influir con un rol positivo.

Volviendo a sus últimos viajes pastorales, hay que destacar el nuevo hito marcado entre la Iglesia católica y el Islam con el documento sobre la fraternidad humana, firmado por el pontífice argentino y el gran Imam de Al Azhar Al Tayeb. Seguramente, este documento constituye el broche de oro de un largo itinerario de encuentro y diálogo entre la comunidad islámica sunita y la Iglesia católica. También ha jugado un rol fundamental en este paulatino y recíproco acercamiento, como ha subrayado un atento analista, el espíritu de Asís que ha impulsado a lo largo de más de 30 años la Comunidad de Sant’Egidio.

En un párrafo significativo el documento afirma: “Esta declaración, partiendo de una reflexión profunda sobre nuestra realidad contemporánea, valorando sus éxitos y viviendo sus dolores, sus catástrofes y calamidades, cree firmemente que entre las causas más importantes de la crisis del mundo moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos, además del predominio del individualismo y de las filosofías materialistas que divinizan al hombre y ponen los valores mundanos y materiales en el lugar de los principios supremos y trascendentes”.

Construir puentes y combatir el fundamentalismo religioso ha sido otro objetivo perseguido por papa Francisco en su sucesivo viaje a Marruecos en la senda del histórico viaje que en 1985 realizó San Juan Pablo II, cuando encontró miles de jóvenes musulmanes en Casablanca. Allí Bergoglio, junto al rey Mohamed VI, ha firmado un documento sobre Jerusalén, recordando el carácter sagrado de la ciudad para las tres religiones abrahmíticas. Luego, visitando la escuela de predicación de los imames, ha reconocido la voluntad por parte de la autoridad religiosa local, de una formación humana y serena, lejana y ajena de los predicadores del odio.

En Bulgaria, en cambio, el acento ha sido puesto en el camino ecuménico indicado por san Juan XXIII, que durante muchos años fue nuncio apostólico en el país balcánico, madurando justamente allí las premisas que lo llevarán a proponer la cuestión ecuménica como central en el Concilio Vaticano II.

En su último viaje a Macedonia, papa Francisco ha nuevamente focalizado su interés en la alianza y la convivencia entre las diferentes religiones. Durante la dramática guerra de los Balcanes muchos puentes han sido derribados, como el histórico puente de Mostar. Papa Francisco, memorioso de las heridas bélicas, ha afirmado como este país constituye un bello mosaico de culturas y religiones y ha alentado a todos a construir un futuro de convivencia y de paz para las nuevas generaciones: “Los animo a seguir con confianza en el camino emprendido para hacer de vuestro país un faro de paz, de acogida y de integración fecunda entre culturas, religiones y pueblos. A partir de sus respectivas identidades y del dinamismo de su vida cultural y civil, podrán construir un destino común, abriéndose a las riquezas que cada una de ellas lleva consigo”.

Integración de los refugiados, protección de las minorías religiosas, diálogo y convivencia armónica, unidad entre las iglesias cristianas, son los puentes trazados por papa Francisco, que requieren de una Iglesia que sabe ponerse en actitud de “salida” mezclándose con las inquietudes, los dolores y las esperanzas de este mundo globalizado.