Tribuna

Misionera digital en la JMJ de Madrid

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En la mañana del 19 de agosto, Benedicto XVI se trasladó hasta el Monasterio del Escorial. En el patio mantuvo un encuentro con un grupo de religiosas. El Papa alemán las invitó a seguir “muy de cerca y sin condiciones a Jesucristo en la consagración, la comunión y la misión”.

Hacía tan solo un año que yo había terminado mi máster en periodismo. Y el periódico ‘El Mundo’ me pidió que cubriera la JMJ de aquel año, para su versión en papel y su versión en Orbyt. Así que esta JMJ la viví como peregrina periodista. Como peregrina, porque es lo que yo me sentía y lo que el periódico quería que transmitiera: mi experiencia personal como peregrina. Y como periodista multimedia, porque me tocaba hacer entrevistas, fotografías, vídeos, resúmenes, etc.



Nunca había estado en una JMJ, mucho menos como periodista. Así que para mí fue una experiencia nueva por completo. Pero, excepto en el evento de la plaza de Cibeles, que sí fui en el autobús para la prensa, todo lo demás lo hice a pie, como todo el mundo; solo que, al terminar cada jornada, iba corriendo a buscar wifi para enviar a la redacción todos los contenidos. Así que pude conocer también las experiencias de otros.

Recuerdo que los días eran intensos, que hacía un sol tremendo, que tuve que andar muchísimos kilómetros cada día, y que la mochila me pesaba. Y, a pesar de todo eso, me sentía plenamente feliz. Madrid era la ciudad más joven del mundo. Y la alegría no provenía del botellón, sino de compartir la fe, de sentirnos Iglesia, de servir a los demás.

Alegría contagiosa

Recuerdo especialmente la última noche en Cuatro Vientos, que nos cayó una tormenta muy fuerte y no pudimos dormir porque las tiendas estaban mojadas y la tierra era lodo. Y, con todo, no parábamos de cantar, de saltar y de estar alegres. Era esa alegría contagiosa propia del Espíritu de Dios.

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