Tribuna

María es decir y hacer

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El ejemplo de la Virgen María, que es el ejemplo de la Iglesia, me recuerda mucho a unos versos de un gran poema del mexicano Octavio Paz: María “no es un decir: es un hacer. Es un hacer que es un decir”.  Ella es la cristalización de la acción evangélica en su mayor esplendor, ya que, como escribiera San Atanasio, en su seno se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo transformó en instrumento de la voluntad de Dios.



La encarnación en María es la apertura para el hombre de una esperanza que no defrauda, pero es mucho más que eso también, ya que, en medio de la violencia, el vértigo y el ruido que nos hemos dado los hombres modernos, ella nos muestra la posibilidad de la escucha atenta.

La Virgen María es la cumbre del ser humano que pone el acento en la libertad y responsabilidad de todo creyente, ella escoge en pleno uso de libertad escuchar y acatar los mandamientos del Señor, sin titubear, sin dudar, entregada por completo a la confianza de un amor en el que cree más allá de ella misma. En ello radica la espiritualidad mariana, aquella que nos ayuda a  vivir más intima y profundamente el misterio de Cristo, es decir, la autentica vida cristiana.

María es un decir y un hacer que fomenta y auspicia de manera profunda la unión con Jesucristo. En su decir y hacer, el cristiano logra ver con claridad  el camino más corto y expeditivo para llegar a Jesús, así como Él es el único camino que conduce directamente al Padre (cf. Jn 14,6).

Fomenta y auspicia la unión con Jesucristo

María, Madre de Dios, es un decir y un hacer, un decir y un hacer que tienen como punto de partida la oración que no es otra cosa que dialogar abierta y francamente con Dios. Oración por medio de la cual Espíritu de Dios la sostiene, dentro de su alma, en el equilibrio y la ponderación, en una suprema adaptación a las circunstancias de su ambiente social. Ella ha ido cumpliendo, día tras día, enteramente y en la fe, todos los propósitos del Señor concernientes a ella. “Bajo la dirección personal y constante del Espíritu Santo, dirá Royo Marín, “la Madre de Jesús pasó por esta tierra como una mujer corriente, llevando, tras las apariencias más ordinarias, la vida más divina, sin haberle rehusado nunca nada al Amor”.

Precisamente por ser un decir que es un hacer y un hacer que es un decir, María representa la perfección de las virtudes cristianas, pero, si se quiere, también es recinto de virtudes que todo ser humano debería, al menos, considerar para intentar un modo de vida más pleno y rico.

María encarna las virtudes cristianas

María se sumerge totalmente en las tres grandes virtudes de la realidad cristiana: amor, fe y esperanza. Tres virtudes que serán el sostén de toda su vida haciendo de ella y la convierten en templo de sabiduría y cuna donde cobra forma humana la Salvación de los hombres. María fue una mujer prudente, ejemplo de ello es su diálogo con el ángel en la anunciación. Ante la noticia que le trae, ella se turba y pide explicación, cuando comprende que se trata de la voluntad de Dios, acepta libremente con firmeza, valentía y seguridad.

Ella es ejemplo de fortaleza al enfrentar todas las dificultades con serenidad, aunque sintiendo el filo de la espada más punzante atravesar su alma (Lc. 2, 33-35). Estuvo exenta, por privilegio de Dios, de la lucha contra el mal, pero, al mismo tiempo, el Señor no le ahorró duras pruebas y contrariedades. Al mismo tiempo, la Madre Santísima demostró fortaleza al mantener íntegra su virginidad y su inmaculada pureza, que hoy podemos asumir desde la realidad de vivir íntegramente el reconocimiento de nuestra dignidad humana que nos aleja de la oscuridad de ser algo para alcanzar la luminosa realidad de ser alguien.

Su decir y el hacer nos impulsa a comprometernos a trabajar siempre y en todo momento por el bien. Son fuente de inspiración en esta hora menguada de nuestra historia. Educa a sus hijos en el realismo y en la fortaleza ante los obstáculos, que son inherentes a la vida misma y que ella misma padeció al participar de los sufrimientos de su Hijo. Ejemplo para nuestros días por ser una madre que lleva al hijo no siempre sobre el camino «seguro», porque de esta manera no puede crecer. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Director del Colegio Antonio Rosmini. Maracaibo – Venezuela