Tribuna

Las mujeres de la Biblia: Sara

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La primera vez que se menciona a Sara –con el nombre de Saray, “mi princesa”– es en Gn 11,29. Y apenas un versículo después ya se dice enfáticamente de ella que era estéril. Esta esterilidad va a ser un elemento que se revelará fundamental en el desarrollo de la historia bíblica, habida cuenta de que va a ser lo que ponga de relieve que esa historia está conducida por Dios. Por eso las otras dos grandes matriarcas –Rebeca y Raquel– también van a ser presentadas como estériles.



En Gn 12,10-20, Sara aparece como protagonista pasiva del episodio. Ante el riesgo de que le puedan matar, Abrahán –llamado todavía Abrán–, que ha bajado a Egipto a causa de una hambruna en Canaán, pide a su mujer que diga que es su hermana, porque “era muy hermosa”. Sara está en el centro del episodio, aunque como “objeto” mudo, sujeta a los intereses de los varones: su marido y el faraón. En Gn 20 encontramos un doblete de esta escena con Abrahán y Abimélec, rey de Guerar; y en Gn 26 un triplete con Isaac, Rebeca y nuevamente Abimélec de Guerar.

En Gn 16 encontramos a dos mujeres en disputa: la señora Saray y su esclava Agar, que ha sido entregada a Abrán para que dé un hijo a los amos (una versión antigua del “vientre de alquiler”). En la relación entre las dos mujeres –ambas víctimas de las circunstancias sociales y culturales– hay venganza y maltrato, con la huida de la esclava y el encuentro en el desierto con el favor de Dios en forma de “ángel del Señor”. El capítulo acaba con el nacimiento de Ismael. En Gn 21 encontramos un doblete parcial de este episodio, ya que tiene un final diferente: Agar ya no volverá a la casa de sus amos.

En Gn 17,15 hallamos el cambio de nombre de la matriarca –Sara, con el mismo significado– y el anuncio del nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa.

Mujeres de la Biblia, Sara

En la llamada teofanía de Mambré (Gn 18) se produce el anuncio del nacimiento del hijo de Sara, un hijo cuyo nombre –Isaac: “[Dios] ríe” o “hace reír”, es decir, se muestra favorable– justificará la “risa” de Sara (una risa que ya aparecía en Gn 17,17 en el rostro del anciano Abrahán ante el anuncio del nacimiento de un hijo).

En el famoso episodio de Gn 22, conocido –indebidamente– como el “sacrificio de Isaac”, resulta llamativa la ausencia de Sara. Quizá por eso algunos antiguos textos apócrifos la introducen al final de la escena: “Cuando llegaron [Abrahán e Isaac] a la tienda, Sara vio el color de Isaac, que había cambiado de su aspecto habitual. Ella le dijo: ‘¿Qué ha sucedido, querido hijo?’ Él le respondió: ‘Mi padre me ha llevado a la montaña para ofrecer un sacrificio. He visto un carnero no parido que era más grande que todos los corderos’. Queridos, observad a este buen hijo, que le ocultó [a su madre] el asunto por miedo a que tuviera lugar una discusión entre Sara y Abrahán” (manuscrito copto del siglo xii).

Finalmente, en Gn 23 se narra la muerte y el entierro de Sara. Por cierto, esto es precisamente lo que da lugar a la primera concreción de la promesa de la tierra hecha por Dios a Abrahán: el sepulcro de la matriarca Sara en la cueva de Macpela.

*Artículo original aparecido en la revista Religión y Escuela