Tribuna

‘Fratelli Tutti’: la mejor política al servicio de la amistad social

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Desde que Aristóteles propusiera, en el Libro I de su Política, que el ser humano es social en la familia y político en su pertenencia plena y activa en la ciudad (polis), son muchas las teorías políticas que se han desarrollado teniendo en cuenta su definición clásica: el hombre es, por naturaleza, animal político (zoon politikon).



La encíclica ‘Fratelli Tutti’, que el papa Francisco regaló a toda la humanidad el 4 de octubre, debe ser inscrita, sin duda, dentro de esta larga tradición en la que el ser humano es contemplado, por su capacidad dia-lógica, como un ser destinado a completar su ser con los otros que conviven junto a él, en tanto compañeros del mismo camino que buscan la realización individual y social. Lo curioso es que, a ambos pensadores, Aristóteles y Francisco, les une además el hecho de que su aproximación a la realidad política se produce en un momento de cambio de paradigma político-social y en el que urge hacer, en consecuencia, una propuesta política arriesgada.

El propósito fundamental de la Fratelli tutti es fomentar la fraternidad y la amistad social, nervio vertebrador de la encíclica. Y con tal fin, el Papa comienza defendiendo la necesidad de “la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común”, porque el mundo no puede funcionar sin ella, o acaso –como él se pregunta– “¿puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?”. Lo que necesitamos –viene a decir el Papa– no es menos política, sino más; mejor dicho: una política más sana, más a largo plazo, más ‘humana’ y menos sometida a la economía y a los parámetros eficientistas de la tecnocracia.

Más política, pero mucho mejor, con más corazón; una política “que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral”. Más política, pero más madura, más consciente de su responsabilidad social, y “capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas”. Una política que, en los momentos más difíciles, muestra su grandeza obrando por grandes principios y pensando en el bien común.

Pero junto a esta defensa de la “mejor política” (capítulo V), el Papa hace también, en numerosos pasajes, una clara denuncia profética contra, por ejemplo, el uso perverso del mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar, el empleo de recetas inmediatistas de marketing, el juego mezquino de las descalificaciones, el estado permanente de cuestionamiento y confrontación.

Y es que cuando se dejan atrás los grandes valores fraternos nos vemos abocados al cinismo de un mundo en el que impera “una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca”.

(…)

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