Tribuna

El Mártir y la Palabra de Dios

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La beatificación del Padre Grande

Este 22 de enero fue beatificado el padre Rutilio Grande, religioso jesuita, asesinado en 1977 junto a Manuel Solorzano y Nelson Rutilio Lemus, dos campesinos fallecidos con él bajo los proyectiles de los escuadrones de la muerte, durante la terrible persecución a la Iglesia salvadoreña de aquellos años.



La figura del padre Grande es importante en la historia contemporánea del pequeño país centroamericano. Cuando se produce su asesinato en el marzo de 1977, Mons. Oscar A. Romero había asumido la Arquidiócesis de San Salvador hacía apenas un mes. La figura del padre Rutilio representa aquella Iglesia martirial amiga de los pobres y que sigue con pasión los sufrimientos y las vicisitudes del pueblo. El libro de oraciones del padre Grande, que fue encontrado a lado de su cuerpo sin vida, es el símbolo de esta unión entre amor por la Palabra de Dios y el martirio. Compartir la vida sencilla y dura de los campesinos junto al anuncio alegre del Evangelio ha sido la misión humilde y firme del padre Rutilio.

Mons. Romero apreciaba particularmente al padre Rutilio, por su generosa entrega hacia los más pobres. Su amor por la predicación del Evangelio es la fuerza que asiste esta Iglesia frente a la violación de los derechos humanos.

Romero sobre Rutilio

Mons. Romero tiene palabras significativas que confirman cuanto el obispo mártir confiase en la fuerza de la oración: “El día del asesinato del padre Rutilio Grande alguien ha dicho: Hemos experimentado que también el pellejo de los curas es apto para recibir balas. Y se reían creyendo que iban a detener su predicación cristiana. No creían que la muerte de un sacerdote suscitara reacciones y nuevas primaveras. No sabían que ponían en el surco una semilla que habría producido grandes frutos. Como decía Cristo: “El grano de trigo   no para quedar sepultado”. Qué abundante es la cosecha de la persecución!”

En fin, la Iglesia de Mons. Romero se demostrará fuerte delante de las adversidades y del martirio.

En esta perspectiva, la beatificación del padre Grande es la recompensa de una fidelidad permanente al pueblo fiel que en tiempos de persecución y de injusticia ha podido abrevar a la fuente de la palabra de Dios. En tiempos convulsionados y confusos en que vive hoy el país centroamericano, la figura del padre Rutilio Grande vuelve a recordar cómo el desarrollo humano e integral de un pueblo debe pasar para la transmisión de aquellos valores de fraternidad y de solidaridad concreta que el religioso jesuita ha profundamente encarnado en su humilde y valiosa fidelidad al Evangelio.