Tribuna

Caín y Abel: ¡Él es también mi hermano!

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Los hechos tremendos y trágicos acontecidos en Algeciras el 25 de enero me han tocado cercana y profundamente. Cercanamente porque Antonio Rodríguez Lucena, el salesiano sacerdote herido, es mi hermano de congregación. Fui su superior provincial durante casi cuatro años, por lo que lo conozco un poco: un hombre bueno donde los haya, como persona, como religioso y como sacerdote. Mi dolor por lo sucedido se ha visto mitigado por su rápida recuperación.



Profundamente tocado por el asesinato de Diego Valencia, el sacristán. No lo conozco, pero, ¡qué dolor! No hay palabras. Quisiera dejar en blanco el espacio de esta página en señal de duelo… pero no puedo. Rezo por su familia, pienso en sus amigos, sobre todo en el párroco convencido de que Diego ha muerto por él y en su lugar…

Sufro también con todos los que fueron testigos directos o indirectos de esta tragedia, con los que ahora tienen el miedo metido en el cuerpo… y en el alma. Todos ellos, con Antonio y Diego, son Abel, el prototipo del Justo que padece injusticia, el anticipo del Inocente que muere sin culpa, asumiendo las nuestras. Me duele el corazón solidariamente con todos estos “Abel”.

aseisno yihadista

Pero me duele también Yasin Kanza, ese joven homicida de 25 años; es más, fratricida, porque mató a un hermano. ¡Qué misterio! ¿Cómo ha podido llegar a tal monstruosidad? ¿Qué vericuetos psicológicos, qué des-razonamientos tortuosos pueden llevar a alguien a matar a su hermano? Para más inri en la creencia y convicción de que está haciendo algo justo y bueno, utilizando el nombre de Dios.

Él ha sido Caín, el prototipo de quien prefiere matar a morir, de quienes hacen de la violencia un lenguaje fatal, de quienes destruyen y odian. Me gustaría sentir rabia… Pero, lo siento, me sale únicamente la compasión. ¡Él es también mi hermano! Y me duele su vida desquiciada, su futuro arruinado, su familia deshecha y avergonzada.

Sufrimos juntos

Rememoro el relato de Caín en el Génesis; y veo que, temeroso de lo que se le venía encima por lo que había hecho, arranca de Dios un seguro de vida: ¡Dios no solo no lo condena a muerte, sino que protege su vida”

Me toca de cerca este desastre porque Yasin es marroquí y musulmán, y yo vivo con y entre 37 millones de hermanos suyos… y míos. Siento la rabia y la pena de ese pueblo, me comparten su vergüenza y su indignación. Me presentan sus condolencias y excusas, y me recalcan una y otra vez que eso no es el islam; y lo creo porque les conozco, les veo y sufrimos juntos. Son mis hermanos también y sufro con ellos y por ellos.

(…)

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