Cipriano Calderón: “Las sectas hacen descender el número de católicos”

Ex vicepresidente de la Comisión Pontificia para América Latina

(Texto y foto: Darío Menor) Pocas personas pueden presumir de haber conocido con profundidad a seis papas. Cipriano Calderón Polo es una de ellas. Este extremeño octogenario lleva más de sesenta años en Roma, donde ha ocupado diversos puestos de la Curia hasta convertirse en uno de sus miembros mejor informados. Obispo titular de Tagora, vicepresidente emérito de la Pontificia Comisión para América Latina, miembro de la Congregación para los Obispos y del Pontificio Comité para los Congresos Eucarísticos Internacionales, ha sido testigo directo del devenir de la Iglesia católica durante buena parte del siglo pasado, y sigue siéndolo en los inicios del actual. Hombre de Iglesia pero también de prensa, siempre ha tenido presente la dualidad de su idiosincrasia: “Soy sacerdote y periodista. Y subrayo la palabra sacerdote”.

Llegué muy jovencito a Roma tras realizar mis primeros estudios eclesiásticos en el Seminario Menor de Plasencia, ciudad donde nací; y de cursar Filosofía y Letras en el Seminario de la Universidad Pontificia de Comillas, en Santander. Tras terminar este período me trasladé a la Ciudad Eterna para estudiar filosofía y teología en la Gregoriana. Luego seguí con el doctorado en el Ateneo Lateranense”. La vocación religiosa no hizo que se olvidara de su pasión por la escritura, y cursó estudios de periodismo. Ordenado sacerdote en 1953 como miembro de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, pronto combinó su doble profesión. “Enseguida comencé a escribir en Roma para publicaciones como Ecclesia, Signo y Ya“.  

Una pasión que pronto se materializó también en libros. “El primero trataba sobre Pío XII. Luego, otro sobre Pablo VI al comienzo de su pontificado. El papa Montini me respondió con un fino autógrafo: ‘Agradecer este libro al autor enviándole una medalla de plata; si no hubiera hablado de mí, la medalla sería de oro'”. Además de aquellos volúmenes, también ha escrito otros muchos sobre los papas posteriores, el Vaticano, la Iglesia y la evangelización, con particular énfasis en América Latina. Entre sus textos destaca Vaticano II, donde analiza el Concilio, al que asistió en todas sus sesiones, dado que era el jefe de la sección de lengua española de la Oficina de Prensa. 

América Latina, junto a Roma y al terruño español, han marcado su vida. Por su responsabilidad en la Curia, conoce bien la realidad iberoamericana. Fruto de aquella experiencia nacieron un buen puñado de libros y una esclarecedora reflexión: “La América Latina de nuestro tiempo necesita mucha evangelización, profunda y eficaz, sobre todo de cara al triste fenómeno de la impresionante difusión de las sectas. Éstas están haciendo disminuir notablemente el número de católicos, lo que exige una presencia continua y una acción incisiva de los evangelizadores: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos”. 

Cercanía papal

Pablo VI le encargó dirigir la edición española de L’Osservatore Romano, función que desempeñó durante 20 años. Cuando terminó este período recibió de manos de Juan Pablo II el orden episcopal y la petición para ser el “número dos” del dicasterio para América Latina. Disfrutó de una estrecha relación con todos los pontífices, que ahora también mantiene con Benedicto XVI. “Al entonces cardenal Ratzinger le conocí y admiré, ante todo, en sus libros. También tuvimos algún trato, ya que él vivía cerca de donde tengo mi casa. Además, los jueves alternos nos encontrábamos en la reunión de la Congregación para los Obispos. Él era el principal miembro del dicasterio y era impresionante escuchar cómo exponía sus pareceres”. 

El actual Pontífice volvió a dejarle sobrecogido con su mensaje de clausura en el reciente Sínodo de los Obispos. “Fue un fino discurso del Papa, en el cual dio una fuerte resonancia a la palabra central del Evangelio, amor, ofreciendo además algunas certeras indicaciones prácticas”.  

En esencia

Una película: veo poco cine, no me resulta fácil responder.

Un libro: Jesús de Nazaret, de Joseph Ratzinger.

Una canción: Tú has venido a la orilla.

Un deporte: caminar.

Un rincón del mundo: la cripta de la basílica vaticana donde está el sepulcro de Pedro y la tumba de los Papas de nuestro tiempo.

Un recuerdo de infancia: mi primera comunión.

Una persona: Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el santo mensajero de la Virgen de Guadalupe.

Una gran alegría: la audiencia privada que me concedió Juan Pablo II a cuatro meses de su elección pontificia.

La mayor tristeza: la muerte de Pablo VI.

Un valor: el esfuerzo de la Iglesia actual por centrar toda su atención en Jesucristo bajo la guía de Benedicto XVI.

Que me recuerden: por mi amor a la Iglesia y a los papas.

En el nº 2.642 de Vida Nueva.

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