Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.260
Nº 3.260

Una Cuaresma a prueba de negacionistas

La pandemia en la que seguimos inmersos ha ensanchado el campo semántico de las palabras y ha enriquecido nuestro vocabulario, además de amargarnos mucho la existencia. Observando con detenimiento, percibimos un reflejo en el tema de la vivencia de la Cuaresma.



La palabra negacionista, que acuñó el historiador francés Henry Rousso y que –según algunos– se ha ido aplicando de forma creciente a más conceptos, cada vez sugiere más y significa menos. Es posible. Pero los negacionistas y sus –a veces– disparatados planteamientos (muchas veces, simples bulos) los tenemos en nuestra casa, en la del vecino, en la familia amiga que decide, en bloque, definirse como antivacunas. Los tenemos en las manifestaciones públicas y en sus algaradas.

Es una postura de vida, una manera de situarse en un determinado momento social. No sirve de nada esgrimir argumentos ni manejar datos estadísticos. Si se hace, el resultado es una confirmación en las propias posiciones. El negacionismo no tiene fisuras y, si contiene algún interrogante, se mantendrá en secreto para no pensar que se da la razón a los “colaboracionistas”.

Una opción libre

Perseguirlos y amenazarlos con “joderlos hasta el final” –como dijo de manera intempestiva el presidente francés, Emmanuel Macron– no lleva a ningún lado. El negacionismo es una opción que es preciso encajar en la pluralidad democrática y en la libertad, por más que a algunos no nos guste. Por eso mismo, obligar a una vacuna es tan insensato como obligar a tomar una medicación. El que esta postura tenga consecuencias sociales, económicas y de salud no anula la libertad personal. Y habrá que encajar, como se pueda, esta opción.

El camino podría ser el del convencimiento, la “seducción”, el diálogo incansable que desea hacer ver las ventajas de una profilaxis social general, estando abierto a discernir sobre los interrogantes no despejados de la vacunación y sobre la cantidad aún mayor de preguntas no respondidas en torno a una gestión que no ha sido tan ejemplar como cantan algunas voces políticas.

No podemos por menos que pensar que en todo esto hay una especie de mirada gris, desconfiada, a la defensiva, carente de empatía histórica. Los negacionistas nunca lo admitirán. Pero su cuestionamiento, sin propuestas eficaces para el problema de la pandemia, es el lenguaje de quien tercamente se niega a lo que tampoco sabe dar respuesta.

Negacionistas cuaresmales

Pues bien, algo parecido a lo descrito pasa con la espiritualidad y vivencia de la Cuaresma: los negacionistas cuaresmales los tenemos en nuestra parroquia, en nuestra comunidad religiosa, en nuestra diócesis, incluso en el mismo pensamiento del papa Francisco, modelado por una espiritualidad de ese cuño que viene de lejos. Aunque como las cosas no son o blancas o negras, como luego diremos, el Papa tiene también horizontes muy positivos en su espiritualidad cuaresmal.

El negacionista cuaresmal sigue en el marco del “perdona a tu pueblo, Señor”, reaviva las prácticas de piedad ‘doloristas’ (vía crucis, por ejemplo) sin darles ningún toque de renovación, forma parte de asociaciones religiosas ancladas en el concepto de redención por la muerte de Jesús (no por la vida de Jesús), invita a ayunos que se cumplen rutinariamente sin reflejo solidario, sigue creyendo en las “tristezas cuaresmales”. Su negacionismo consiste, ampliando el campo semántico del término, en seguir viviendo la Cuaresma en el halo negativo heredado de la tradición piadosa que el Concilio Vaticano II alivió notablemente, pero que no consiguió cambiar de paradigma.

Resulta ineficaz intentar hacerles ver que, si la Cuaresma es camino hacia la Pascua, ha de estar, de alguna manera, iluminada por la luz de Jesús y que, por lo mismo, no es tanto un tiempo de tinieblas, cuanto de búsqueda y de anhelo. No lo entienden y se reafirman en sus posiciones más cuanto más mínima sea la cosa que se cuestiona. El “siempre se ha hecho así” se yergue como el dogma máximo e inamovible. Los negacionistas cuaresmales se agrupan y hacen frente común, de tal manera que la comunidad cristiana se desconecta de cualquier posible camino de renovación.

Prácticas heredadas

Hay un negacionismo de baja tensión que opta por dejar las cosas como están y plegarse a la rutina anual de un tiempo y unas prácticas heredadas y no cuestionadas por nadie. El anhelo está apagado y se ha sucumbido a la costumbre por parte de los fieles y al funcionariado por parte de los servidores de la fe. Es un negacionismo cuaresmal desleído, falto de intención, sin vigor. No sabemos si mejor o peor que el militante.

No hay que perder la esperanza. El negacionismo cuaresmal puede ser tratado a base de paciencia, espiritualidad e, incluso, poesía, como luego diremos. Quizás el mejor propósito inicial al comenzar la Cuaresma sea que esta no pase sin pena ni gloria, no ceder a la mera rutina de los días, abrir los ojos para poner un poco de luz en un tiempo de fe que puede ser hermoso si se ilumina desde la Pascua, y que puede conseguir que un tiempo de tinieblas se transforme en un tiempo de anhelo. Un cambio de mirada, ahí está el quid. (…)

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Índice del Pliego

I. NEGACIONISTAS, CONSPIRANOICOS Y COLABORACIONISTAS

  1. Los negacionistas de mirada gris
  2. Los conspiranoicos que hablan con fantasmas
  3. Los tildados de colaboracionistas

II. OTRO PARADIGMA

  1. De la preocupación por el pecado al logro de la dicha
  2. De una redención por la muerte de Jesús a otra por la vida de Jesús
  3. De la inquietud por la salvación al anhelo de la nueva sociedad
  4. De la mirada hacia fuera a la mirada hacia dentro

III. EL SILENCIO DE LA CRUZ DE JESÚS

IV. CAMINOS ABIERTOS

  1. Un inicio perfumado
  2. La flor de Cuaresma
  3. Silencio ante la cruz

V. LA AYUDA DE LA RAZÓN POÉTICA

  1. Contigo en el Jardín de los Olivos
  2. Un amor sin nombre
  3. La fresca risa del niño

FINAL

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