Hermano Matthew: “No podemos hacer un plan de paz concreto, pero sí abrir caminos”

El pasado 23 de julio, un comunicado sorprendía a quienes están vinculados de alguna manera a la comunidad monástica ecuménica de Taizé por todo el mundo con el anuncio inesperado que el hermano Alois va a dejar su cargo tras haber asumido la tarea tras la trágica muerte del hermano Roger el 16 de agosto de 2005. En ese comunicado se desvelaba que el elegido como tercer prior de la comunidad es el hermano Matthew, que asumirá su nueva encomienda el primer domingo de Adviento, el 3 de diciembre de 2023.



El hermano Alois cumplió 69 años en junio. Originario de Alemania, lleva en la comunidad de Taizé desde noviembre de 1974, cuando asumió el cargo de prior tras la repentina muerte del hermano Roger Schutz, ocurrida tras la oración de la tarde, tras ser apuñalado por una mujer con problemas mentales. Matthew –su nombre secular es Andrew Thorpe– nació el 10 de mayo de 1965 en Pudsey (Reino Unido), por lo que tiene 58 años. Proviene de la tradición anglicana y entró en la comunidad de Taizé el 10 de noviembre de 1986.

El religioso británico se pondrá de este modo al frente de unos 100 hermanos de 30 naciones diferentes, un carisma surgido en plena II Guerra Mundial, haciendo de la reconciliación, el silencio orante y la pobreza evangélica algunas de las señas de identidad de unas pequeñas fraternidades de monjes que han sabido conectar con las inquietudes de millones de jóvenes, generación tras generación.

Desde la Borgoña francesa, donde se ubica la comunidad, y con la sencillez y el sosiego propio de los hermanos que conforman esta familia, el prior electo comparte con Vida Nueva sus inquietudes y anhelos, así como su compromiso para hacer realidad esa unidad plena entre los cristianos que fue el empeño esencial del hermano Roger.

PREGUNTA.- ¿Cómo ha acogido la noticia de su nombramiento?

RESPUESTA.- Ante todo, fue una sorpresa enorme para mí. No me lo esperaba para nada y, cuando el hermano Alois me lo pidió, al principio dudé. Pero, cuando lo hablé con él y con otras personas de fuera, comprendí lo que suponía y dije que sí. Luego sentí mucha paz, y esta me ha acompañado estos meses, ya que él ya me lo pidió en enero de 2022. También tengo un gran sentimiento de amor por los hermanos.

P.- ¿Qué reacciones ha recibido de los hermanos en la comunidad? ¿Y de otros lugares o instituciones?

R.- Ha sido muy hermoso sentir el apoyo de los hermanos, notar que caminamos juntos por la misma senda. Como el hermano Alois nos lo comunicó ya hace tiempo, ha habido tiempo para la transición. Con el anuncio público en julio, he tenido muy diversas comunicaciones de personas que conozco y también de algunos desconocidos. Esto ha sido conmovedor, porque te das cuenta de cómo Taizé ha tocado los corazones de muchísima gente de distintas procedencias y de todo el mundo.

También fui con el hermano Alois a visitar al papa Francisco, al patriarca Bartolomé de Constantinopla y a Justin Welby, el arzobispo de Canterbury. Además, hemos visitado a los responsables del Consejo Mundial de Iglesias y todos los comentarios han sido muy positivos. Me han dado mucho ánimo.

P.- Su sucesión como prior se produce en una situación muy distinta a la del hermano Alois en 2005. ¿Cómo está viviendo esta realidad?

R.- Efectivamente, es una situación nueva para nuestra comunidad. De hecho, no tenemos ni ceremonia para la transición, así que hemos dado algunas ideas y estamos viendo lo que es mejor para este momento. Necesitamos preparar una oración muy sencilla. Cuando el hermano Roger fue asesinado y el hermano Alois fue a la oración al día siguiente, esa fue la ceremonia, ya que él ya estaba ahí como prior.

Consejos

P.- ¿Qué consejos ha recibido del hermano Alois?

R.- El mejor consejo que me dio el hermano Alois –aunque, para ser honestos, no me ha dado muchos–, fue que confiara. Eso es importante, la fuerza de la confianza. He visto cómo él lo ha vivido completamente y es un modelo a seguir.

P.- ¿Cómo definiría la evolución de la comunidad durante los últimos años?

R.- El hermano Alois empezó su labor en circunstancias muy difíciles y quería demostrar que Taizé continuaba tras el hermano Roger, que la comunidad que él había creado seguía adelante y era lo suficientemente fuerte para sobrevivir. Reconstruimos sobre la base que Roger construyó. Además, no han sido tiempos fáciles porque hemos tenido denuncias de abusos y ha sido un tema difícil de afrontar. Esta situación nos hizo ser más conscientes de la importancia de la escucha a las víctimas, para aprender de lo que nos cuentan e intentar ponerlo en práctica en la vida comunitaria, de manera que seamos más cuidadosos en el futuro.

También nos ha marcado la influencia de la pandemia, ya que durante dos años tuvimos poca gente en Taizé y esto nos dio tiempo para reflexionar, juntos como comunidad, el significado de vivir como hermanos. Teníamos que aprender a vivir en pequeños grupos para aprender a escuchar, hablar y compartir juntos. Esto ha tenido una gran influencia en nosotros y así seguimos.

P.- ¿Y cuáles serían las claves para el futuro?

R.- Queremos mantenernos como una familia, pero, con el tiempo, es importante que busquemos estructuras sencillas y maneras para compartir la responsabilidad; un proceso que ayude a los hermanos a implicarse. Por ello hay que reforzar la vida de la comunidad, pero, a la vez, hay que dar la bienvenida a lo que Dios nos manda. Esta es la clave: lograr una vida comunitaria fuerte, que implica acoger lo que Dios nos envía.

La llamada de Dios

P.- ¿Cuál es su historia personal con Taizé? ¿Cómo llegó hasta este rincón de Francia?

R.- Crecí en una familia cristiana en la que siempre íbamos a misa en nuestra parroquia anglicana. Pero, cuando llegué a la universidad para estudiar Medicina, allí encontré gente de mi edad que quería saber qué significaba seguir a Jesús, qué era llevar una vida cristiana. Con estos amigos me vine a Taizé –algunos ya habían estado– y vinimos a participar en los encuentros para jóvenes. Ese fue el comienzo. Tras unos meses, tenía algo de tiempo libre y regresé como voluntario. Durante ese período, hablé con los hermanos.

Pregunté en la universidad si podía tomarme un año libre de mis estudios. Los hermanos dijeron que sí, la universidad dijo que sí y, después de unos meses, entré en la comunidad. Fue el deseo de seguir a Cristo, pero también me sentí muy conmovido por esta parábola de comunión que se vive aquí. Me conmovió la idea de unidad de hermanos de distintas confesiones cristianas que quieren vivir como señal de la reconciliación en medio de la familia humana. Y la oración era muy importante para mí: el canto, el silencio, escuchar la palabra de Dios… Todas estas cosas me calaron hondo y entendí que Dios me llamaba a esta vida.

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