Hasta la próxima

¿Qué hace que yo me crea mejor que vos para matarte?”. Mi oído se cuela en una conversación entre un padre y su hija adolescente en un vagón del metro de Buenos Aires. Los atentados de París, como telón de fondo. Durante el almuerzo en casa de las calasancias en el barrio de Matadero, el tema se invita en la mesa sin que se le llame. “En esa silla en la que estás tú, estaba sentado Juan Carlos un día antes de que muriera en el ataque contra la embajada de Israel. Era nuestro capellán”.

Las preguntas sobre el porqué de la irracionalidad de los yihadistas suicidas y su imparable sed de violencia se amontonan. Como se acopia el miedo ante el terror que siembran. Miedo que paraliza, hace levantar muros y responder con violencia a la violencia. Hay que frenar al yihadismo. Incluso ejercer la legítima defensa. Pero no con una exhibición de fuerza militar teñida de venganza. Esta guerra no se acabará así. Tampoco blindando las fronteras y criminalizando a quienes buscan refugio en Occidente desde una perniciosa sospecha.

“Ofensiva de misericordia” llama el cardenal Parolin a la operación cristiana para desactivar esta tentación de responder al mal con el mal. No hay guerra de religiones ni una batalla de civilizaciones. Tan sólo unos fanáticos que se intentan amparar en el hecho religioso cuando su Dios es el Misericordioso. La diplomacia parece debilitada ante la cerrazón. Pero nunca está de más. Como tampoco lo está la apuesta por la integración de quienes vienen de fuera para evitar los guetos que asilan, que son caldo de cultivo.

Urge vivir codo a codo con los musulmanes, acompañarnos mutuamente para visibilizar una unidad contra los extremistas. A los gobiernos y a la comunidad internacional les corresponde analizar con sensatez y compromiso real el enjambre de Oriente Medio para analizar salidas viables a su parálisis política y para frenar de inmediato el comercio de armas. Ofensiva de misericordia para intentar parar una guerra. Para buscar la paz.

José Beltrán. Director Vida Nueva España

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