Frente al otro: dibujos en el posconflicto

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El poder del cambio colectivo a través del arte

Como resultado del diálogo creativo entre doce artistas, profesionales reintegradores y ciento treinta personas en proceso de reintegración; llega la exposición Frente al otro: dibujos en el posconflicto, que estará abierta al público hasta el 2 de noviembre del 2015, en el Museo del Banco de la República. Los laboratorios artísticos que dieron lugar a esta exposición fueron apoyados por la Subgerencia Cultural del Banco de la República y por la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) y se realizaron durante el año 2013 en diferentes ciudades de Colombia. La muestra artística Frente al otro está dentro del marco del proyecto La paz se toma la palabra, que incluye iniciativas interdisciplinarias como Los niños piensan la paz, Hechos de paz: cronología del conflicto, 8 palabras y el ciclo de conferencias Entrecruzamientos: ciudadanías en el posconflicto. 

Experiencia transformadora

Las personas en proceso de reintegración son aquellas que pertenecieron a un grupo al margen de la ley, que de manera individual o colectiva decidieron dejar las armas y que se acogieron a la justicia. Los reintegrados transitan por una ruta en la que se les ofrecen oportunidades para que a través de su propio esfuerzo superen su situación de vulnerabilidad y caminen hacia la ciudadanía autónoma. Desde esta lógica y apoyados en un género conocido como arte en comunidad surgen los laboratorios artísticos que, en palabras de Marcelo Expósito, escritor español, buscan “producir acontecimientos que condensen los procesos de cooperación preexistentes detonando a continuación el poder de cambio colectivo y faciliten una experiencia de transformación”. Así, los artistas Jony Benjumea, Andrés Bustamante, Tatiana Córdoba, Manuel Kalmanovitz, Kevin Mancera, Javier Posada, Catalina Jaramillo Quijano, José Rosero, María Isabel Rueda, Daniel Salamanca, Jaime Sanabria, Angélica María Zorrilla y Power Paola viajaron a doce ciudades del país para estar frente al otro, para -como dijo uno de los artistas- “ver de cerca a quien ha estado “allá”, mirarlo a los ojos (…) ver sus cicatrices, sus gestos, sus miedos, y certezas (…) desde otros puntos de vista, más que para justificarlos, para entenderlos un poco más (…), quienes están allí se parecen un poco a nosotros mismos”.

Encuentro con el otro

En busca de las palabras y las imágenes que enunciaran la realidad de cada participante, los artistas usaron diferentes metodologías y técnicas. En Ibagué, con elementos sencillos como una caja de fósforos, papel de registradora y colores, se construyeron minilibros con las historias de los participantes. En ellas quedaron plasmados sus rostros, palabras de su jerga y sus recuerdos. En Cartagena, los participantes acudieron a la memoria para narrar oralmente los episodios de su infancia y trasladarlos a las líneas y al color. En Pereira, el ejercicio de narración en primera persona generó confianza a los participantes en sí mismos y en sus posibles lectores. Se escribieron cartas “con respiración propia, que sonaban y tenían un ritmo particular (…) que hablaban”, dice la maestra que dictó el taller, quien también destaca que “lo que nos afecta muchísimo en este conflicto es que no logramos entender al otro, ni sentir empatía por el otro, ni ponernos en el lugar del otro”. En Pereira, a partir de trazos espontáneos se llegó al caos y del caos a la claridad de una figura y de la figura a la potencia del color que comunica.  En Chocó, se optó por la creación una lista de las cosas más importantes del pasado y del futuro. Los tres pilares que siempre estuvieron en las listas de los reintegrados fueron la familia, el trabajo y la tranquilidad, razones fundamentales para abandonar las armas. En Valledupar, se crearon historietas mientras que se construía un diálogo sobre las vivencias de los excombatientes. En este taller participó Darío Leguízamo, profesional reintegrador, quien afirma convencido que este tipo de iniciativas “son un ejercicio de ciudadanía, otro espacio de encuentro y reconocimiento en el otro y del otro”.

Una paz en obra

Las obras, producto de la experiencia de los artistas al entablar diálogos con las historias de los reintegrados, son una pieza fundamental de la exposición. En ellas se combinan diversas técnicas con nuevas y más acertadas lecturas sobre la realidad del país. En la obra No soy lo que parezco los rostros de excombatientes de las AUC fueron bordados con el cabello de la artista. Según ella “al presentarlos así, con todas las posibilidades de quebrarse los humaniza y los pone en otro lugar más equilibrado (…) vidas deseosas de cambio, sensibles y comprometidas”. En Intervalos, el artista visual evidencia lo complejo de la distancia cuando aparentemente estamos cerca. Se habla de abismos, pero no infranqueables. Se habla también del deseo de tender puentes hacia el otro. En Micrografía Angélica, dos cartas se convierten en cantos sobre la vida, el temor, la esperanza, la dignidad y el miedo. La artista muestra un camino de palabras para querer al otro aun sin conocerlo. La otra parte que completa la exposición es la que corresponde a quien se atreve a participar activamente en ella. El espacio, a manera de taller, cuenta con escritorios, sillas, materiales que invitan a dibujar, pintar y escribir. ¿Qué sucede cuando estamos frente al otro, frente a su rostro, sus palabras, sus recuerdos, su humanidad? ¿Qué caminos podemos tejer a través de las palabras y las imágenes para dialogar, para disentir, para acoger? Sorprende la cantidad de respuestas creativas de los visitantes que han quedado instaladas en el lugar de la exposición.

Ganar la paz

En una de las conferencias que hizo parte del proyecto La paz se toma la palabra, el teólogo belga Jacques Haers mencionó que “ganar la paz es un camino mucho más difícil que acabar con la guerra, con la violencia”. Justamente, iniciativas como Frente al otro pretenden allanar el camino que debemos atravesar para encontrarnos con el otro, para ganar la paz. En el horizonte de lo que se nombra recientemente como justicia restaurativa, la creatividad cobra un papel fundamental, porque expresa posibilidades para el fin de una guerra que pareciera eterna. El arte en estos contextos genera experiencias que, si bien nos causan extrañeza y temor, también nos pueden salvar del odio infundado, de la incomprensión, de los prejuicios y nos instalan en el acto ético de estar frente al otro.

Texto y fotos: Biviana García

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