El sacerdocio no pasa de moda

Con motivo del Día del Seminario, cuatro jóvenes cuentan a ‘Vida Nueva’ por qué quieren ser sacerdotes

(Fran Otero. Fotos: Luis Medina) Se acerca como cada año el Día del Seminario bajo el lema El sacerdote, don de Dios para el mundo, tomado de las palabras que Benedicto XVI dirigió a los sacerdotes en la clausura del Año Sacerdotal en junio de 2010. Y nos aproximamos a este día, 19 de marzo, festividad de San José, en un momento concreto en el que el clero envejece a marchas forzadas en España y aparecen dudas en torno al relevo generacional. De hecho, las estadísticas de seminaristas publicadas recientemente por la Conferencia Episcopal Española (CEE) no despejan los interrogantes.

Para hablar sobre estos temas y algunos más, Vida Nueva ha reunido hace unos días en Madrid a cuatro seminaristas con la misma vocación, pero diferentes carismas. Ante todo, destaca la comunión, aunque creen que no vendría mal un mayor conocimiento y colaboración entre las distintas realidades. Al final, comparten lo que son: jóvenes valientes, preparados y dispuestos a entregar su vida al mundo de hoy como sacerdotes.

Uno de ellos es Jesús Zoyo, de 30 años, que entró hace tres en el Seminario Conciliar de Madrid. Fue un chico de parroquia hasta que la vida le propinó un duro revés –perdió a su padre a los 18 años– y se alejó de la Iglesia. Sus amigos le atrajeron de nuevo, pero el sacerdocio era lo último que se le “pasaba por la cabeza”. Fue en la parroquia donde vio claro que estaba llamado al sacerdocio.

Paulo Duarte y Juan Ignacio Merino

Paulo Duarte es portugués y tiene 31 años. Dejó su trabajo como azafato de vuelo y decidió enrolarse en la Compañía de Jesús porque sentía que “tenía que hacer algo activamente por la Iglesia”. Respondió a la llamada y ya lleva siete años y medio con los jesuitas.

Parecido es el caso de Juan Ignacio Merino, de 26 años, que está en el seminario Redemptoris Mater de Madrid, perteneciente al Camino Neocatecumenal. Le hizo plantearse la vocación la “profunda insatisfacción” que sentía a pesar de tenerlo todo. Hoy dice sentirse “lleno” y “contento”.

Completa el encuentro Rodrigo Nieto, de 29 años y natural de Cáceres, recién ordenado diácono del Arzobispado Castrense; toda una vocación, o dos.

  • Cómo debe ser un sacerdote

Se ponen las cartas sobre la mesa y cada uno expone cómo debe ser el sacerdote de hoy. “Santidad de vida, entrega, amor a la Eucaristía, conocimiento de la Palabra y buena formación”, enumera Jesús Zoyo.

De una fuerte relación con Dios y de escucha de los signos de los tiempos habla Paulo, que insiste después en la necesidad de trabajar en “la madurez intelectual de los presbíteros”, siguendo el camino marcado por Joseph Ratzinger, sin descuidar el resto de aspectos. “Se necesita madurez para el diálogo político, cultural… y, por ello, hay que profundizar en los estudios”, añade.

  • La crisis de los abusos sexuales

Rodrigo Nieto aborda, por su parte, una cuestión dolorosa para un aspirante a ministro de la Iglesia: los abusos sexuales cometidos por algunos clérigos. “El que comete el delito, que lo pague”, señala, aunque desliga totalmente de esta cuestión el debate sobre el celibato. “No es ese el problema”.

Jesús cree que estos casos “afectan”, pero añade que suponen también un impulso a la formación y a la conciencia de fragilidad. Y le ve el lado positivo: “Se ha purificado la intención y voluntad de los seminaristas”.

Paulo reconoce que le causó cierta “inquietud”, aunque nunca se planteó abandonar. Califica estas acciones de “herida fuerte” y reconoce al Papa su respuesta.

Rodrigo Nieto y Jesús Zoyo

  • El relevo de un clero envejecido

Por otra parte, hay otro desafió importante, el del envejecimiento del clero y su relevo. Las vocaciones descienden, sobre todo, en Europa, crisis de la que España no escapa. Los seminaristas lo ven de otra forma.

En el Camino Neocatecumenal, las vocaciones crecen, y mucho. Lo constata Juan Ignacio: “La inquietud está en los jóvenes y los seminarios [los Redemptoris Mater] están llenos”. “No es tan alarmante, va a haber sacerdotes”, coincide con su compañero diocesano.

Paulo lo explica desde la realidad jesuita: hay una disminución de vocaciones, pero “un boom” en África o en la India. “La imagen que hay es que no hay vocaciones, pero las hay, eso sí, concentradas en muchos sitios”, agrega.

“Ahora, el que pretende ir al seminario es porque quiere”, apunta Nieto.

  • Comunión y colaboración

La comunión, la colaboración y la no confrontación en la misión entre nuevos movimientos, congregaciones religiosas o parroquias son también asignaturas pendientes.

Rodrigo incluiría dentro de la formación de los seminaristas experiencias en grupos eclesiales, nuevos movimientos y congregaciones que permitan al aspirante conocer la riqueza que hay en la Iglesia. En esta cuestión, los cuatro tienen una palabra en la boca: comunión.

  • La sociedad, un desafío

La relación con la sociedad es importante y, por ello, el aspirante jesuita insiste. “Hoy en día, la sociedad es un desafío positivo, también de aprendizaje. Todo el mundo se plantea cuestiones espirituales”, dice para concluir que los sacerdotes tienen que “escuchar y aprender”.

Jesús subraya que la situación actual es “apasionante”, porque permite “entregarte hasta la extenuación”. “El que no se entrega y no se desgasta es porque no quiere. Es algo muy bonito, porque permite al sacerdote vivir su vocación con un trasfondo de misión”.

En el nº 2.745 de Vida Nueva (reportaje íntegro para suscriptores, aquí).

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