Editorial

Un congreso para valorar la Palabra de Dios hoy

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Comienza el lunes el congreso sobre La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, acto principal de los que se llevan a cabo para presentar la nueva versión oficial de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española. Tras el esfuerzo realizado en los últimos veinticinco años, esta versión ofrece una ayuda eficaz para la difusión de la Palabra de Dios en el pueblo cristiano. Cabe destacar la importancia de este congreso, no sólo por la oportunidad del mismo, sino por la altura de sus ponentes. Se presenta, así, una magnífica ocasión para la Iglesia española.

El fuerte impulso dado por el Concilio Vaticano II a la valoración de la Palabra de Dios ha hecho nacer una auténtica primavera bíblica en la comunidad eclesial. Juan Pablo II recordó la necesidad de mantener con vigor la orientación conciliar para seguir cosechando frutos de renovación: “La Sagrada Escritura ha recibido el honor que le corresponde en la oración pública de la Iglesia. Tanto las personas de forma individual como las comunidades recurren ya en gran número a la Escritura, y entre los laicos mismos son muchos los que se dedican a ella con la valiosa ayuda de estudios teológicos y bíblicos. Hace falta consolidar y profundizar esta orientación, incluso a través de la difusión de la Biblia en las familias. Es necesario, en particular, que la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la lectio divina, que permite encontrar en el texto bíblico la Palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia”, decía el Papa.

La Iglesia siempre debe renovarse y rejuvenecerse, y la Palabra de Dios, que no envejece ni se agota jamás, es el medio privilegiado para este fin. Nos encontramos, pues, ante un reto importante, puesto de manifiesto de forma expresa por Benedicto XVI en su Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini.

Fruto de este esfuerzo magisterial, se han llevado a cabo muchas iniciativas encaminadas a la valorización de la Biblia. El congreso que acoge Madrid durante la próxima semana tiene aquí su contexto más claro. A él acudirán no sólo biblistas, teólogos y pastores, sino también muchos sacerdotes, religiosos y laicos que desean involucrarse en la tarea de acercar más la Palabra de Dios a las comunidades eclesiales hoy.

La Palabra de Dios, fuente de la Revelación, ha de ser apreciada, conocida y difundida por la Iglesia. El anuncio, la catequesis y la homilía suponen la capacidad de leer y de comprender, de explicar e interpretar, implicando la mente y el corazón esa palabra, “viva y eficaz”.

En la fracción del pan, la narración evangélica de la Última Cena se convierte en evento y sacramento. La Iglesia venera las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor. Hay que seguir poniendo en el centro de la vida cristiana la Liturgia de la Palabra y la Eucarística, que están tan íntimamente unidas de tal manera que constituyen un solo acto de culto.

Junto a esta dinámica, se abre la consecuencia que lleva al servicio que nace de la escucha de la Palabra y de la fracción del Pan. La Palabra lleva al servicio, a la comunión fraterna.

Hay muchas, fuertes y variadas razones por las que hoy se hace necesario este congreso. Y deben ser muchas y variadas las iniciativas que de él se deriven para las comunidades cristianas, desde el diálogo ecuménico hasta el diálogo con la cultura contemporánea, sin olvidar el enriquecimiento de la vida litúrgica, que no puede estar de espaldas a la cada vez mayor valorización de la Palabra de Dios, que tiene en la Iglesia su hogar.

Publicado en el nº 2.740 de Vida Nueva (del 5 al 11 de febrero de 2011).

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