Editorial

La tarea de la paz en el País Vasco

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Finaliza 2011 y la persistente crisis económica pudiera ocultar algunos aspectos positivos que nos ha deparado el año. Como el nuevo escenario que se abre tras el anuncio, en octubre pasado, del cese de la violencia de ETA y del panorama político que surge de las elecciones generales, las primeras sin la amenaza terrorista. Cautela y esperanza son sentimientos que atraviesan hoy la sociedad vasca, junto con un renovado esfuerzo por restañar heridas y seguir construyendo la paz, tarea tan urgente como necesaria.

Por lo tanto, junto a la cautela (hace falta un paso más: la entrega de las armas), está la esperanza. Y en esa tarea, la Iglesia, como se ha señalado reiteradamente desde estas mismas páginas, tiene mucho que decir y aportar. Solo desde la serenidad se puede lograr que la esperanza crezca y que la paz sea una realidad tangible.

En la tarea pacificadora, la Iglesia en el País Vasco ha venido trabajando infatigablemente, aunque no siempre se haya entendido ni respetado esa labor evangélica. Por ello, no es justo, como ha sucedido en algunas instancias políticas, culturales, sociales e, incluso, eclesiales del resto de país, negarle a la Iglesia vasca ese trabajo, silencioso a veces, incomprendido otras, y siempre con luz larga.

Tampoco puede nadie tratar de ocultar su cercanía al dolor producido por el terrorismo y su atención a las víctimas. En aquellas comunidades, muchos cristianos han impulsado caminos de paz y, también en esta nueva hora, preparan el terreno para la reconciliación. Es, pues, el momento de trabajar juntos, reunir voluntades, contribuir a la consolidación de la paz, siempre condenando la vía violenta (como hizo inequívocamente aquella Iglesia) y ayudar a sanar heridas para que en el País Vasco crezca una nueva generación que tenga la justicia y la paz como valores principales.

En el nº 2.781 de Vida Nueva. Del 17 al 23 de diciembre de 2011.

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