¿Fue ambigua la Iglesia vasca con las víctimas de ETA?

Pese a las acusaciones, los obispos han fomentado el acompañamiento y la búsqueda de la paz

Los obispos del País Vasco y Navarra, juntos, en la Marcha por la Paz en Armentia, en 2001

VICENTE L. GARCÍA. VITORIA | En la historia de ETA, la Iglesia ha tenido un gran protagonismo. De la amplia y dispar implicación de los católicos en la reacción contra la violencia, el acompañamiento a las víctimas y sus familiares y la tarea por la paz y la reconciliación se ha escrito mucho, también para criticar y condenar la actitud y la labor eclesial para con las víctimas del terrorismo.

Obispos, comunidades de base, documentos o celebraciones han sido objeto de un análisis duro y casi siempre se ha sentido que era injusto. Cartas pastorales conjuntas, notas tras cada atentado, presencia en las concentraciones, la labor individual de muchas personas, los millardos de plegarias elevadas al Padre por particulares, grupos, movimientos, las lágrimas derramadas… también han sido respuestas de la Iglesia en el País Vasco.

El que llegara a Bilbao como “un tal Blázquez” resultó ser un obispo muy cercano a las víctimas, y solo quienes recibieron sus visitas, con quienes celebró la Eucaristía sin la presencia de micrófonos ni cámaras, pueden atestiguar la labor callada de quien fuera su pastor.

Ricardo Blázquez, ahora en Valladolid, reflexiona para Vida Nueva: “Merece un reconocimiento especial el que las víctimas del terrorismo nunca han intentado tomarse la justicia por su mano. Esto indica grandeza moral y confianza en el Estado de Derecho. La barbaridad del terrorismo se ha cebado en asesinatos, amenazas, extorsiones y también en el hecho de que miles de personas se han visto forzadas a salir del País Vasco”. [Leer más]

Los obispos Blázquez, Asurmendi y Uriarte, en un acto diocesano

Uriarte: “He tenido interés por todas las víctimas”

Una de las figuras más injustamente vapuleadas mediáticamente ha sido Juan María Uriarte, quien recuerda que visitó a muchas víctimas de ETA como obispo de San Sebastián. “También he tenido interés por quienes han sido víctimas de la absurda y destructiva confrontación que hemos vivido (víctimas del GAL, etc.). La compasión hacia padres ancianos y enfermos me ha conducido a hacer gestiones humanitarias en favor de beneficios penitenciarios de algunos que estaban dispuestos a acogerse a ellos. Y no me arrepiento en absoluto de ello”. [Leer más]

Avalado siempre por Uriarte, Joseba Segura, que era responsable de Pastoral Social, explica: “Para la Iglesia, la atención y la cercanía a los sufrientes ha sido y deberá ser siempre un elemento esencial de su identidad y su tarea. La preocupación por el dolor de las víctimas de ETA, independientemente de su condición, ha sido una verdad que solo se ha ido descubriendo progresivamente, haciendo reflexionar también al conjunto de la Iglesia, y en el País Vasco en particular, sobre su responsabilidad pastoral respecto a ese colectivo”.

El ejemplo de las víctimas

Con respecto a las víctimas, Patxi Meabe, director del Secretariado Social de Donosti, considera que “nunca se las va a resarcir de la injusticia cometida con ellas. Pero ahora que se abre una perspectiva nueva, lo deseable es que sigan siendo un elemento ejemplarizante. Comprendo que no es fácil. Ellas nunca fueron elegidas para decidir sobre ningún proyecto político. Fueron injustamente asesinadas y todo lo que se haga por ellas será poco. Pero, si hay que mirar al futuro, también se les puede pedir que colaboren”.

En el nº 2.775 de Vida Nueva (artículo íntegro para suscriptores).

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