EDITORIAL VIDA NUEVA | En menos de una semana como presidente de Estados Unidos, Donald Trump no solo ha firmado la orden de construcción del muro en la frontera mexicana, sino que ha decretado la prohibición de entrada a los ciudadanos procedentes de varios países africanos y de Oriente Medio bajo el argumento de protegerse de ataques terroristas.
Este veto migratorio de Trump resquebraja el principio constitucional de igualdad de oportunidades para todo aquel que llega a Estados Unidos y, con él, ese sueño americano en el que se sustenta un país que ha nacido, crecido y enriquecido en todos los sentidos gracias a los que han llegado de fuera.
Sobra decir que el combate contra el Estado Islámico no puede justificar que se criminalice a nadie por su credo o nacionalidad. Es más, medidas de escrutinio como estas solo alientan a quienes buscan sembrar el enfrentamiento.
El populismo de Trump funciona a pleno rendimiento sin cesión alguna aderezado con guiños no menos electoralistas al movimiento provida. Este doble juego hace que la reciente reflexión de Francisco sobre Hitler resuene con un eco de preocupación: “Fue votado por su pueblo y después lo destruyó”.
Publicado en el número 3.022 de Vida Nueva. Ver sumario
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