Editorial

El laboratorio de la reparación

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La Pontificia Comisión para la Protección de Menores ha celebrado su Asamblea Plenaria del 3 al 6 de mayo, una convocatoria significativa. No solo porque se cumplan diez años desde que el Consejo de cardenales invitara al Papa a crear un organismo que le asesorara en la lucha contra los abusos, sino porque este encuentro marca la regeneración del organismo motor de muchas de las reformas que se han llevado a cabo desde la Santa Sede para todas las Iglesias particulares con el fin de aplicar la ‘tolerancia cero’, tanto en materia legislativa como formativa y de sensibilización.



Desde la Comisión, con no pocas trabas, se han puesto los pilares para un cambio que va más allá de lo estructural ante una de las mayores crisis de autenticidad que se ha traducido en una bofetada de credibilidad para la Iglesia. Así, ha abanderado la “conversión personal y pastoral” que desde hace una década viene proponiendo Francisco para toda la comunidad católica, y que en el caso de esta lacra, él ha experimentado en primera persona como reconoció en la audiencia a la entidad el 5 de mayo.

En ese encuentro, el Pontífice animaba a sus miembros a reforzar “la espiritualidad de la reparación”. Y es que, lamentablemente, a pesar de haberse puesto las bases en materia de prevención a futuro, todavía quedan demasiados cabos sueltos y las heridas abiertas del pasado y presente: a las víctimas todavía se las ve como una amenaza al cepillo, se busca cerrar en falso casos prescritos por lo civil, se aplica un rigorismo legislativo que denigra al abusado, se guarda silencio cómplice por expedientes que esperan bajo las alfombras, el encubrimiento de lo que pasó anteayer se considera un acto de lealtad a la institución… El corporativismo, rebautizado como clericalismo por el Papa, sabe apañárselas para dar esquinazo a la justicia restaurativa echando mano de subterfugios legalistas, pero ética y moralmente cuestionables.

Medidas ejemplares

Al echar la vista atrás, pocos hubieran imaginado la eliminación del secreto pontificio o un ‘motu proprio’ como ‘Vos estis lux mundi’. Sin embargo, este solo debe considerase el principio. Bienvenidas sean todas las medidas anunciadas por el presidente de la comisión, el cardenal Seán Patrick O’Malley, en el discurso que recoge en exclusiva Vida Nueva, entre las que se encuentra una auditoría anual para borrar toda sospecha de falta de transparencia o la creación de un fondo de ayuda para las Iglesias más pobres.

Unas vez más, este laboratorio de reparación ha de ejercer de avanzadilla en materia de ejemplaridad, el mínimo exigible para una Iglesia que no puede olvidar que los menores y los adultos vulnerables son tierra sagrada.

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