Vocación


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Vocación es opción existencial y voluntaria para una vida plena. Quien conoce su vocación sabe lo que quiere y se compromete de lleno a conseguirlo, dándole con ello sentido a su presencia en el mundo. Cuando reconocemos que ese sentido es descubierto, construido y comunitario, el espíritu se regocija en consuelo y energía. Mientras que, si nos asalta la duda de que ese sentido pudiera ser arbitrario, fabricado y solitario, la desolación genera una apatía paralizante.

En un mundo de múltiples opciones, distractores y gratificaciones inmediatas parece que contar con una opción existencial de vida es solo privilegio para unos cuantos combatientes legendarios. Sin embargo, descubrir y avanzar en nuestra vocación es una posibilidad abierta para todos. Una ruta de vida, en abundancia.

La búsqueda

Primero, la vocación es un proceso no un punto en el camino. Y el proceso arranca con cubetadas de realidad. Del vivir y experimentar los hechos como son es que surgen intereses, iniciativas y desarrollo de talentos. Tras observar las situaciones y necesidades en el mundo, emanan las inquietudes, el estudio y el sentido crítico de las cosas.

Segundo, la vocación es un descubrimiento interior constante, casi prueba y error, hacia espacios cada vez más luminosos e íntegros. La sensación placentera, el asombro, la emoción, el reto intelectual, la elección, la interacción y la moción acompañan nuestro caminar y en sucesivas micro elecciones nos desplazamos hacia lugares de mayor plenitud. Nada más lejano a la metáfora del santo grial, como búsqueda a ciegas en un lodazal hasta encontrar por casualidad un tesoro escondido.

Tercero, nuestras micro elecciones repetidas confirman preferencia, rumbo y especialización. Naturalmente avanzamos a volvernos mejores en lo que practicamos con agrado, validando así nuestras capacidades y talentos. Le encontramos el gusto a ciertas cosas y a su vez nos reconocemos diestros en algunas otras. Y tras el destello del talento, el siguiente paso natural es compartirlo con el mundo.

Los demás

Cuarto, a nivel social, nuestra vocación suele tener forma de respuesta colectiva y también de célula interpersonal. La dimensión social de la vocación no niega ni suplanta la elección interior, sino la complementa. Nuestro quehacer es apreciado, aceptado, ignorado, menospreciado o reprobado, según el valor que aporta a otros. Esto no solo sucede en la diversidad de oficios, sino también dentro de una misma especialización, pues no es lo mismo ser experto en análisis financiero que gerente, auxiliar contable, burócrata o “aviador”. En ello encontramos también pistas para identificar nuestra verdadera vocación.

Quinto, decimos que la vocación incluye también una elección sobre el tipo de célula interpersonal que elegiremos como fuente de apoyo y amor cotidiano. La opción más habitual es en pareja, pero también están las opciones en comunidad y en solitud.

El llamado

Sexto, desde nuestra tradición, afirmamos que la vocación es también respuesta a un llamado a la plenitud y a la potenciar nuestras capacidades, incluso superando limitaciones, dificultades y apegos (Cf. Jer 1, 5-10). Es decir, afirmamos que la vocación es respuesta al llamado de Dios, y sostenemos que ese Dios es Creador, Providente y Grácil, no autoritario ni predeterminista. Una vez más, la dimensión espiritual de la vocación no suplanta la elección interior ni el valor social, sino que los purifica y perfecciona.

Así, entendemos la vocación como una opción existencial y voluntaria para una vida en plenitud, en respuesta al llamado de Dios quien potencia nuestras opciones con creación, providencia y gracia. La vocación es opción de vida, y esa vida es abundante.

Un puesto irreclutable

Esta reflexión estaría incompleta si no miramos brevemente a las vocaciones a la vida clerical, pues no dejo de pensar que necesitamos poner más de nuestra parte. Hay muy pocos sacerdotes para los muchos que somos. En mi arquidiócesis hay un sacerdote diocesano para cada 9,200 personas (Arch GH, 2018), por lo que es materialmente imposible hacer vida comunitaria con ellos. Sin embargo, dudo que exista tal “escasez de vocaciones” pero sí estoy convencido que hemos creado una descripción de puesto que sería una pesadilla para cualquier reclutador profesional.

Por ejemplo, imagina que un día estás buscando trabajo y encuentras un anuncio así:

“SOLICITAMOS líderes altamente comprometidos y automotivados, para dirigir nuestras unidades autónomas en ambientes altamente dinámicos, retadores y competitivos.

Experiencia: Cuádruple área de competencia (equivalente a 10 años) en a) Psicología individual, parejas y familiar, b) Administración de Empresas, c) Desarrollo Organizacional y d) Acción Social.

Formación: Maestría en Teología o Filosofía, grados doctorales son un plus.

Disponibilidad: 100% disponibilidad para viajar y cambiar regularmente de domicilio. Jornada laboral extensa, con un día de descanso entre semana. Proveeremos medios de acceso para dar respuesta a urgencias las 24 horas.

Compensación: Sueldo bajo, prestaciones de ley. Eso sí, le garantizamos un paquete de compensaciones de otro Mundo.

Sexo: masculino. Estado civil, soltero (permanente).

Inútil presentarse si no cuenta con doble certificación en Procesos Litúrgicos e Integridad.”

¿Cubrirías el perfil? Y si lo cubrieras ¿tomarías ese puesto? En mi trabajo como consultor de desarrollo organizacional, nunca recomendaría o aprobaría una descripción con tal disparidad en destrezas, conocimientos y compensación. Y si a eso le sumamos los problemas de la estructura y dinámica organizacionales el reto es una locura. Jamás colocaría ese puesto así de complejo en una estructura con doce o quince reportes directos. Y aun suponiendo que pudiera reclutar algún inocente, bajo ninguna circunstancia expondría a recién graduados de la universidad al frente de unidades de negocio el primer día, algunas de ellas plagadas de problemas y subordinados maleados.

Sin embargo, eso es justamente el tipo de cosas que estamos haciendo con nuestros sacerdotes en muchas de nuestras parroquias. Eso no se parece para nada al tipo de encargo que le hizo Cristo a Pedro (Cf. Jn 21, 15-17).

Quizá haya “escasez de vocaciones”, pero lo dudo. Lo que sí afirmo es que un mal diseño organizacional genera déficit de ocupantes en puestos claves.  Así como estamos dispuestos a usar muchos avances humanos en beneficio de nuestra Iglesia, también podríamos incorporar mejores prácticas de administración científica, al cuidado de quienes entregan su vida a ello.

Referencia. Arch GH, (2018). Catholic Directory 2018. Archdiocese of Galveston-Houston.