Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Una sociedad insatisfecha que olvida el valor del trabajo


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Olvidar el valor del trabajo como vocación humana que nos ayuda a realizarnos como personas nos lleva a una sociedad insatisfecha, una sociedad que vive el trabajo como una condena y que olvida su vocación a ofrecer lo que cada uno de nosotros somos a los demás como parte de nuestra vocación vital y de nuestro camino de perfeccionamiento.



Estamos en una sociedad en la que nos consideramos más consumidores que productores, donde le damos más importancia a tener unos ingresos suficientes que a conseguirlos por nuestros propios medios como camino para alcanzar una vida plena. Nos privamos de un medio válido para establecer relaciones fructíferas con los otros, para poder ofrecer nuestros frutos a los otros y a la sociedad y para sentirnos corresponsables en la construcción de nuestro entorno.

Cuando solo nos centramos en lo que tenemos y en obtener los ingresos suficientes para ello, desperdiciamos la oportunidad que supone nuestro trabajo para perfeccionarnos como personas, para profundizar en nuestra vocación que nos llama a ponernos al servicio de los demás y olvidamos que todas las cosas de las que disfrutamos son gracias al trabajo de alguien.

Porque las casas en las que vivimos, las carreteras que utilizamos, los campos que nos dan de comer, los puertos para los barcos, las fábricas, etc. Son el fruto del trabajo de muchas personas a lo largo de varias generaciones que han logrado, gracias a su labor, que nosotros podamos disfrutar de unas condiciones de vida mucho mejores que las de otros con anterioridad a nosotros.

Si no asumimos la vocación a construir sociedad con los otros, nos convertimos en personas exigentes solamente preocupadas por lo que tenemos que recibir sin percibir que lo que tenemos es siempre gracias a que otros han puesto ahí su trabajo. Sin embargo, cuando nos ponemos a trabajar y desarrollamos nuestra vocación, nos convertimos en personas agradecidas capaces de  reconocer todo lo que nos es dado gracias al trabajo de tantas personas ahora y en el pasado.

Camino de perfeccionamiento

Y entonces nos damos cuenta de que la laboriosidad, el gusto por el trabajo bien hecho, no es solo una fuente de satisfacción personal, sino también una manera de poner nuestros dones al servicio de los demás y de construir una sociedad más justa y más fraterna. Reconocer nuestra vocación y que el trabajo es una parte intrínseca de nuestro ser nos lleva a poner nuestra labor al servicio de los demás, a ver el trabajo como un camino de perfeccionamiento y como una de las fuentes imprescindibles para alcanzar la vida plena a la que todos aspiramos.