Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Trigo y cizaña en todo y con todos: una espiritualidad positiva


Compartir

En la parábola del trigo y la cizaña, el Señor nos revela el misterio más profundo que impregna todos nuestros vínculos, incluso con nosotros mismos, y cómo la buena administración del mal puede dar lugar a una cosecha fructífera y a la felicidad.



Desconocer, negar o intentar erradicar esta realidad no solo acabará con la vida, sino que también conduce a represiones tóxicas, estructuras de personalidad enfermas y relaciones deshumanizantes que no abarcan nuestra totalidad. El arte consiste en aprender a reconocer la maleza para mantenerla a raya, pero, sobre todo, en enfocarse en el trigo que habita en nosotros, multiplicarlo y disfrutarlo, porque ese debe ser nuestro enfoque. De manera misteriosa, el mal puede ayudar a crear la mejor o la peor versión de nosotros.

En todo y con todos

Por más que deseemos o luchemos por un mundo completamente bueno, sano, fértil y libre de sufrimiento, sabemos que no es así. Lo mismo ocurre en nuestras relaciones, ya que, por mucho amor que invirtamos, habrá conflictos, dolor, pérdidas, renuncias, traiciones y decepciones que nos afectarán.

También en nuestro vínculo con nosotros mismos llega un momento de humildad y aceptación radical donde reconocemos nuestra fragilidad, vulnerabilidad y naturaleza pecadora, mezclada con aspectos indeseables que forman parte de nuestro ser. Negar esta dualidad, esta tensión entre dos fuerzas, como dice san Ignacio, es una ingenuidad peligrosa que lleva a grandes distorsiones y a la misma maldad. Por eso, Jesús nos insta a aceptar “nuestro campo” con toda su complejidad y a ofrecernos pistas para “cultivarnos” de la mejor manera y obtener una cosecha abundante.

Trigo y cizaña

Reconocer la cizaña y mantenerla a raya

Aunque no soy experta en cultivos de trigo ni en jardinería, sé que cada maleza debe ser controlada de manera diferente. Por tanto, es esencial identificar qué aspectos negativos nos afectan, dónde se originan, bajo qué circunstancias se multiplican y cuáles son las mejores formas de controlarlos. Por ejemplo, si la cizaña en nuestras relaciones familiares es el mal trato, debemos recordar el uso adecuado de las palabras, el respeto y la empatía.

Si nuestra “cizaña interior” es una autoestima dañada que nos paraliza por el miedo, el autocuidado y el reconocimiento de nuestro propio valor serán herramientas útiles. Si, en una sociedad, la gran maleza es la corrupción, la educación y cambios legislativos con sanciones ejemplares pueden ayudar a detenerla. Es crucial hacer un diagnóstico minucioso de los males que nos afectan, identificar relaciones tóxicas y encontrar formas de controlarlos antes de que arrasen con todo.

 

Enfocarse en el trigo

A pesar de lo anterior, nuestra energía y corazón deben estar principalmente en el trigo. Esto implica alejarnos de una mirada patológica de nuestros vínculos, dejando de centrarnos en las brechas, lo que nos falta y lo que hacemos mal. En cambio, debemos mirar la realidad desde nuestros recursos, virtudes, bondades y frutos que podemos generar y que nos rodean.

Es como una espiritualidad positiva (como la psicología positiva de Seligman) que nos saca de la espiritualidad enfocada únicamente en el pecado, la carencia y el vacío, para integrar y ser conscientes de lo divino que poseemos. Contemplar lo bello, lo bueno y los frutos que damos nos permitirá tener una mirada más esperanzadora, una actitud entusiasta y una mejor salud mental y física. Al final, gran parte de la realidad depende de nuestra percepción, y si nos concentramos únicamente en la maleza, la veremos en todas partes.

Cultivar el trigo

Conscientes de los aspectos bonitos de nuestro ser, nuestros vínculos y el mundo, nuestro deber es cuidarlos con delicadeza, promoverlos, multiplicarlos y compartirlos. La proactividad, la creatividad, el emprendimiento, la resiliencia, la colaboración y el trabajo en equipo son habilidades fundamentales para lograr una cosecha abundante.

Como dice un refrán popular, el problema no está en el mal que hacen unos pocos, sino en el bien que muchos dejan de hacer. Aunque las malezas no desaparecerán por completo, la luz del trigo será mucho más fuerte y hermosa, y podrá transformar la humanidad.

Un misterio para salvarnos

El hecho de que existan siempre aspectos más frágiles, oscuros, dañados o francamente malos en nosotros mismos, en nuestros vínculos y en el mundo, no es un defecto de la programación o la creación; tampoco un triunfo del demonio sobre el amor todopoderoso de Dios. La “cizaña” tiene la misteriosa función de ejercer una tensión en el trigo, ya que le “quita tierra, agua, sol y espacio” y, con ello, la gramínea debe desplegar todas las fuerzas ocultas de su ser para crecer más y conquistar la luz, para ahondar sus raíces y secar las de la cizaña, para encontrar nuevas fuentes de agua más profundas…

Así sucede con todo y con todos, pero siempre existirá la posibilidad de decidir si nos rendimos y nos dejamos morir ahogados por la percepción de que la mala hierba es más fuerte o si luchamos contra el mal y nos salvamos, teniendo la certeza de que el trigo es mucho más abundante porque Dios mismo lo sembró.