José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Semana Santa sin nazarenos


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VIERNES

Bodas de diamante del padre Ángel. Como se presumía que San Antón se quedaría pequeña por los aforos limitados, misa al aire libre en el patio del Colegio de Arquitectos. Dos cardenales. Osoro y el padre Aquilino. La reina del cuché. Preysler. El Nobel. Vargas Llosa. Y butaca preferente para quienes cada día encuentran, en la iglesia de Mensajeros de la Paz, café, techo y refugio en medio de la tempestad. Solo él aglutina sin disonancias el púrpura, el rosa y el azuloscurocasinegro. Porque nunca le ha importado moverse bajo los focos para redirigir la luz a los desenfocados.



SÁBADO

Catedral de La Almudena. El cardenal Amigo. Pregonero de una Semana Santa sin nazarenos. A estas alturas, ni él necesita adulaciones ni uno adular. Al escucharle, corroboro que cuesta encontrar un orador dentro y fuera de los altares que sepa procesionar las palabras, mecerlas y bailarlas. En forma. Y fondo.

A saber, un recado para quienes se emboban con su virgen o su cristo: “Lo que se ama no es la copia, sino el original representado. El hombre que contempla la imagen debe transformarse en Cristo. La imagen hace que llegue el sonido de la Palabra y la Palabra convierte el corazón”. O mejor, la ejemplaridad del cristiano en tiempos de pandemia: “No podemos separar el altar del templo de la mesa diaria de la convivencia de nuestra ciudad”. Aplíquese.

DOMINGO

Ángelus. El Papa denuncia “las pretensiones de legalismos y moralismos clericales”. Entrecomillado que lleva a pensar en un rejonazo al ‘no’ a las bendiciones de las uniones gais de Doctrina de la Fe. No tengo pruebas. Solo intuición. Pero cuesta creer que Ladaria actúe a espaldas de Francisco. Sería tan extraño.

Más allá de quién interpreta, debo de ser de los pocos que no se conforman con el titular del ‘responsum’. Resulta que el texto en cuestión reconoce “elementos positivos” en las relaciones homosexuales y respalda las bendiciones individuales. ¿Mande? Es lo que tiene quedarse con el neón luminoso y obviar la letra pequeña. Cuando ya sabemos que en este pontificado las notas al pie cuentan. Mucho.

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