Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

Qatar, ¿nueva batalla de la guerra cultural?


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Aunque el fútbol no se ha separado nunca de la política (mi generación creció entre skinheads y red-skinheads, con todo tipo de intereses que siguen hondeando en las gradas y en los aledaños de los estadios), Qatar es noticia hoy por casi todo menos por el deporte: número de muertos, dignidad y derechos humanos, intereses comerciales de todo tipo, situación geoestratégica, tensión en la zona, conflicto de civilizaciones, religión, mujer, inmigración, violencia. ¡Hasta se comentan las colas que hay para tomar una cerveza y los gestos de los futbolistas cristianos al marcar un gol!



El caso es que parece que todo, absolutamente todo, debe caer bajo el dominio del relato que se apodera ideológicamente de cualquier campo. Sea el fútbol, sea el cine y las series, sean los libros de texto. Hemos despertado a los intríngulis que se movían y que pasaban anteriormente desapercibidos, ocultos en el currículo y las programaciones.

En esta guerra cultural, los ejércitos parecen ser más pacientes que en otras. Aunque desharían aplastar al enemigo, la estrategia es más de división y confrontación, para ir ganando lentamente adeptos, y especialmente a los más jóvenes, que de victoria definitiva. Se trata de quebrar la línea enemiga, desmoralizar y resquebrajar ánimos y principios, más que dar la estocada final. Y hacerlo todo como quien no hace nada, desde las trincheras, con discursos finos y que suenen a incontradecibles, a incorregibles, a absolutos.

Sesgo de confirmación

Para quien no lo sepa, y quiera leer algo, hay cientos de publicaciones actualmente. Todas ellas son supuestamente neutrales, lo cual delata que van dirigidas principalmente a los muy ignorantes. Ya no se trata de “sesgo de confirmación” sino de usar el “sesgo de la ignorancia” para crear una primera opinión. Se sabe de sobra que los primeros pasos en la vida son constituyentes, forjan carácter. De modo que, se mire por donde se mire, se habla mucho a los jóvenes y, en segundo momento, a desencantados e indignados. Mejor ganar desde el principio que intentar convertir o hacer pensar a quien cree que ya sabe. Esto último es tremendamente complejo y desgasta.

De modo que, con todo lo que mueve el fútbol, y siendo el deporte como ha sido en otros tiempos bandera de concordia y esperanza, esta vez va por el derrotero contrario. Todo está agitado y también aquí hay que meter mano para sacar partido. No se puede mirar para otro lado. Si vas a disfrutar del mundial, al menos debes sentirte culpable por ser cómplice, colaborador necesario o indolente indiferente ante la miseria del mundo.

Ahora entiendo mejor la visita de Francisco a Bahrein hace escasos días. ¿Por qué este hombre, tan frágil, se empeñará una y otra vez en sumarse al carro de la fraternidad, la unidad, el diálogo, la concordia, la paz? ¿Qué le moverá con tanta fuerza, estando donde está, para no mirar a otro lado? ¿Por qué parece que no encuentra dónde reposar la cabeza, salvo en la cruz, trono del Rey del Universo? Alguno dirá que es un cobarde. Pero a mí me parece que hay una valentía (‘parresía’) que, evidentemente, no es de este mundo.