Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

¿Propósitos y fortuna para el 2021?


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Se acerca el fin de este 2020, por estos días en años pasados recuerdo ver cómo en todos los templos católicos la gente llevaba muchos objetos en sus manos para la tradicional bendición: manzanas doradas, monedas de bronce, borregos, velas con semillas, prendas de color amarillo o rojo.



He creído que se trata de un sincretismo o supersticiones que nada tenía que ver con el Dios de la vida; sin embargo, hoy más que nunca entiendo el anhelo desesperado de búsqueda de sentido y de la buena fortuna.

Hay una idea de Mircea Eliade que para esta ocasión veo pertinente citar «Toda Cratofanía y toda Hierofanía, sin distinción, transfiguran el lugar en que han acontecido: aquel espacio profano pasa a ser un espacio sagrado» [1]. Es decir, el hombre, en su tiempo y espacio busca la manera de tener un contacto con la manifestación divina, no sólo se trata del aquí y el ahora, se trata de pensar en un futuro, por eso las personas buscan la manera de sentir el advenimiento de un mejor futuro aunque sea con detalles tangibles.

Este pensamiento, tan peculiar, va generando la idea de que el futuro siempre va a ser mejor, que mi contacto con lo sagrado me lleva a estar ahí en el centro, que no aparece sólo en las manifestaciones simbólicas de la vida, sino de maneras indistintas. Por ejemplo, nos pasó este 12 de diciembre, si bien la Basílica de Guadalupe estuvo cerrada, en muchos lugares de México se buscó hacer peregrinación. En otras palabras, los seres humanos vivimos hoy más que nunca la nostalgia del tiempo, de los espacios, pero también del contacto con el misterio. Por esta razón será muy interesante preguntarnos ¿cuáles serán nuestros propósitos de Año Nuevo 2021 en estas circunstancias?

Tres propósitos

La primera sería saber en dónde está Dios en nuestras vidas, es cierto que los templos están cerrados y el culto se ha puesto en línea, pero mi relación con Dios debería ser la primera en ocupar el espacio de lo más importante en nuestros propósitos.

La segunda es la relación con el prójimo. La pandemia ha reducido muchos círculos, hemos aprendido a estar  presentes y también a saber de las ausencias. Nuestra relación con los demás se ha redefinido y hemos encontrado nuevas formas de acompañarnos y de cultivar las relaciones, hoy más que nunca necesitamos sostenernos como colectivo. ¿A quién sostenemos en este fin de año? ¿A la vecina, al amigo, al colega de la oficina, a la abuela, al tío, al primo?

Tercero, saber si estamos siendo coherentes con lo que pensamos, decimos y hacemos. Si estamos a la altura de las circunstancias cumpliendo los valores y principios que nos anuncia el Evangelio. Esto es más que un examen de conciencia, es una revisión de lo que es nuestro ser y estar en el mundo, se trata de dar o no dar testimonio. La coherencia de vida siempre será la meta de todo ser humano, independientemente de nuestro credo.

Cerrar un año doloroso para buena parte de la humanidad, nos regala la posibilidad de revisar nuestros propósitos más profundos, rehacer planes, buscar el centro, comprender los signos de los tiempos que nos lleven a reencontrarnos con Jesús.

[1] Mircea E., “Tratado de Historia de las Religiones II”, Cristiandad, Madrid, 1974, 149.