Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Profesionales humanos


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Tal vez, una de las características más importantes en que tenemos que formar a nuestros alumnos es en humanidad, porque es una característica que, desgraciadamente, se ha perdido en demasiadas ocasiones. Pero es preciso matizar a qué me refiero cuando hablo de esta peculiaridad. Quienes compartimos esta fe, pensamos que las personas están hechas a imagen y semejanza de Dios. Él fue quien nos creó y para la manera más sencilla de conocer a ese Dios en el que creemos, es a través de él mismo, es decir, de Jesús que es Dios hecho hombre que habitó entre nosotros.



Por ello, tomando esa referencia, nos encontramos ante un Dios que es esencialmente amor, un Dios que acampa entre nosotros para hacer el bien, preocupándose por los demás, curando a los enfermos, dando esperanza a quienes están peor, olvidándose de sí mismo y confiando plenamente en ese Dios que está con él… Por tanto, nos humanizamos cuando más nos parecemos a ese Dios encarnado en Jesús. Nuestra humanidad se basa en nuestra capacidad de amar a los demás sin esperar nada a cambio, de optar por los más desfavorecidos, por vivir para el otro, de parecernos a ese Dios que es amor.

Cuando esto lo traducimos en la labor profesional para la que tenemos que preparar a nuestros alumnos, estamos hablando de prepararles para que su actividad profesional se centre en las personas y no en otros elementos. Queremos prepararles para que se den cuenta de que el otro es siempre más importante que los resultados económicos. Estos solamente tendrán que priorizarse si es para ponerlos al servicio de las personas. Esto supone no tratar a nadie como un objeto para sus propios objetivos, sino como alguien que es un fin en sí mismo porque comparte con nosotros su propia naturaleza.

Al servicio de las personas

Profesionales más humanos son los que se ponen al servicio de las personas, los que ofrecen a los demás sus dones y sus capacidades, quienes trabajan no para sí mismos, sino para los demás, quienes cuando tienen un dilema moral en el que tienen que elegir entre las personas y sus propios objetivos o las finalidades exclusivamente crematísticas, saben escoger siempre a las personas, quienes no buscan el éxito de sus carreras sino poder dar más frutos gracias a sus conocimientos y sus trabajos, quienes son sensibles ante las necesidades y los padecimientos de los otros, quienes nunca dirán  “El negocio es el negocio” para justificar acciones poco éticas o que atenten contra la dignidad de otras personas, quienes no separan su profesión de su humanidad y son capaces de introducir en ella la gratuidad y la lógica del don tal y como nos pedía Benedicto XVI en su Encíclica ‘Caritas in Veritate’.

La sociedad necesita de profesionales más humanos que llenen de humanidad el mundo del trabajo.