Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Makoto Fujimura pinta Isaías 40:8


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Fernando Vidal habla de Isaías 40, 8 de Makoto Fujimura

“La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre”, se puede leer en Isaías, capítulo 40, versículo 8. Esa cita consta en el título de la obra que en 2014 realizó el pintor estadounidense de origen japonés, Makoto Fujimura: Peonía – Isaías 4:8.

La peonía es el tipo de flor que Fujimura representa en el cuadro y que ilustra el verso de Isaías. Aparece la sombra de la misma, pintada con la tinta china, típica de las monocromías del arte japonés conocido como Nihonga. Nos remite a un arte muy antiguo –el Sumi-e–, lo cual refuerza la idea de que esa flor está muerta, marchita, es solamente sombra de lo que fue. Su contorno está deteriorado: la muerte le ha comido ya algunos fragmentos de quien era. Además, la tinta china que se usa en el Nihonga suele estar elaborada con hollín. Eso suma capas en el mismo significado: invoca la ceniza cuaresmal, el ayer convertido en polvo.

El cuadro muestra tres franjas. La superior es el cielo, a donde parece elevarse la flor. La flor marchita y ya sin raíces no cae sino que permanece suspendida o está elevándose a las alturas. Esa sombra puede ser el alma de la flor caída. Algunas versiones de Isaías 40:8 dicen “la flor cae”, en vez de “la flor se marchita”. En cambio, Fujimura presenta la flor en estado de esperanza, ascendiendo a los cielos.

Ese cielo no ocupa toda la parte superior del cuadro, no es un cielo que lo ocupe todo sino que es un ancho horizonte que se mueve en la realidad. No es un “más allá” sino un “entre”. Ese cielo está cercano, está entre las cosas y en las cosas.

La segunda franja es verde pero un verde muy familiar al azul celeste. Quizás represente la hierba que se seca pero también se hace cielo. Quizás es el cielo que entra en la hierba seca para darle vida.

La tercera franja mezcla tierra roja y agua. O puede que el cielo azul también esté “entre” esa tierra. En esa segunda mitad inferior del cuadro, están inscritas con oro las letras del texto de Isaías. Son semillas en la tierra, lo cual alude a la parábola del sembrador: si la palabra de Dios cae en buena tierra da fruto abundante. El rojo de la tierra también puede referirnos a que nuestra vida entregada –como Cristo en la Cruz– es buena tierra para dar fruto. Si perecer es entregar ya la vida entera, el Señor hará brillar en ella su palabra que nunca muere.

Fujimura realiza una ilustración textual y sugerente de este verso de Isaías. Es la palabra de Dios la que quizás ha levantado de la tierra la flor marchita y la eleva a la resurrección de la carne y las flores.

Referencias