Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

La relación económica y la ética


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Observamos como cada día nuestras compras se desligan del componente personal. No solo compramos cada vez menos en las tiendas y más de una manera telemática, sino que en muchas tiendas han dejado de atendernos personas y pasan a serlo máquinas autoservicio en las que somos nosotros quienes tenemos que pagar y cobrarnos lo que consumimos. Dejamos de tener un interlocutor frente a nosotros a quien podemos hablar y con el que nos relacionamos en el breve momento de la compra a situarnos frente a una pantalla.



En los restaurantes de comida rápida hacemos en ellas nuestros pedidos, somos nosotros los que tenemos que hacer todo el trabajo y solamente entramos en contacto con el dependiente en el momento en el que nos sirven las hamburguesas o las pizzas que hemos demandado. Ahorrarse en trabajadores es una manera de abaratar el producto que nos venden. Para algunos esto es una alegría, ya que así tienen los bienes y servicios mucho más económicos y además no les importa hacerse las cosas ellos mismos. Para otros es un problema porque esto hace que cada vez haya menos empleo en la nación.

Pero yo no quiero hablar de eso ahora, sino del problema ético plantea esta circunstancia. Cuando tenemos un interlocutor delante, cuando hay a una persona con la que vamos a relacionarnos de una manera directa, es mucho más difícil engañarla, insultarla, estafarla, ser descortés con ella. Tenemos que salvar muchas barreras para portarnos de una manera tan desconsiderada con quien tenemos delante. El lenguaje se suaviza, las consideraciones éticas se llevan adelante de una manera más clara cuando existe un contacto directo, cuando hay un conocimiento de la otra persona.

Sin implicación personal

Cuando no tenemos delante a la persona somos capaces de hablar mal de ella de una manera más fácil y desconsiderada, cuando no la vemos o no la conocemos podemos engañarla o no tenerla en cuenta sin que ello nos remueva por dentro. “Ojos que no ven, corazón que no siente” dice el sabio refrán español. Y esto es lo que observamos con frecuencia en las redes sociales. Insultar sale gratis, desacreditar al otro no supone un enfrentamiento personal, no me altera, es simplemente un ejercicio de escritura sin ninguna implicación personal.

En el intercambio económico sucede lo mismo. Las personas no se ven comprometidas éticamente con una máquina, si la pueden engañar, mejor. Si puedo sacar el producto del aparato expendedor sin pagar, eso que me llevo, si no me cuenta mi producto en una caja en la que no hay nadie, esa suerte que tengo… La honradez y el comportamiento éticamente correcto llevan las de perder cuando olvidamos el contacto directo, cuando no sabemos quien está detrás de la producción o de la venta de los bienes que adquirimos.