Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

La maravilla del caos


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En esta oportunidad abordaremos un tema aparentemente complejo, pero que todos estamos viviendo consciente o inconscientemente; querámoslo o no: el aumento creciente de la entropía en nuestro sistema mundo, país, comunidad y también a nivel personal.

Muchos piensan que la entropía es sinónimo de desorden o caos sin sentido ni control posible. Otros postulan que es una fuerza inevitable que nos empuja a la incertidumbre y la angustia existencial. Sin embargo, la entropía que experimentamos es más bien un tema de combinación y probabilidades de cómo funciona la vida y la realidad. El dilema es que recién caemos en la cuenta de ella ya que, antes de la pandemia y de los cambios ecológicos, políticos y sociales más evidentes, muchos pensamos, ilusamente, que nuestra vida y el destino del planeta era siempre progreso, crecimiento, orden, control y predicción a través del manejo de la ciencia, la tecnología y la información.



La entropía se da como ley del universo desde el Big Bang, en el que de una explosión se han ido desplegando galaxias, sistemas, planetas y todo lo que los compone. También en nuestro micro mundo experimentamos esta forma de proceder de la materia, desde nuestra concepción a la muerte física, ya que nos vamos haciendo cada vez más complejos y llenos de relaciones con los demás y el entorno, que no son predecibles ni obedecen a la lógica racional; es como lo que le sucede a un pequeño poblado campesino al convertirse en una metrópolis con migrantes, comercio, y todo lo demás.

¿De qué se trata finalmente?

La entropía es un como un contador que nos dice lo que más probablemente podremos observar dadas las combinaciones de los elementos de un sistema. Es aquella que nos muestra que de 100 huevos que tiremos por una ventana, la mayor probabilidad es que ellos se quiebren. Es posible, matemáticamente hablando, que alguno no lo haga, pero es tan improbable que así suceda que por eso pareciera que la vida tiende a “romperse”, “quebrarse”, “ensuciarse”, “complejizarse” a medida que avanza. De hecho, es ella la que marca la línea de tiempo entre los huevos enteros y los huevos quebrados; entre nuestro estado más simple a uno con más combinaciones y pérdidas de información que no podemos controlar por su inmensidad. La naturaleza tiende “al desorden” por probabilidad.

No es entonces que la naturaleza posea una fuerza externa que la lleva al caos; sino que los estados perfectos, ordenados, predecibles, “los huevos sin quebrar” son tan improbables dentro de las alternativas es que se habla de entropía, cuando lo más esperable es que vivamos incertidumbre y contemos con menos información para resolver una cuestión o poderla dominar.

Todo esto podría parecer una mala noticia para una sociedad hambrienta de control; engañada por la decodificación de datos como dioses de la civilización, pero el aparente caos que puede asustar a muchos, al comprenderlo mejor, podemos transformarlo en una maravilla ya que representa también un infinito de posibilidades por las cuales navegar y una aceptación de cómo funcionamos y funciona todo de verdad.

En vez de resistirnos a cómo opera la existencia y la materia, hoy queremos dar unos pequeños pasos que nos permitan ser más sabios, fluir con libertad y en especial tomar todo este aprendizaje para vincularnos mejor con nosotros mismos, los demás y el entorno. Solo desde la conciencia de quiénes somos y qué es realmente la entropía, podemos cultivar la mejor versión de nosotros mismos para ponerla al servicio de la humanidad.

Un poco de contexto

Pareciera que la naturaleza se ha vuelto loca con inundaciones, sequías, terremotos, incendios y calentamiento global; sin embargo, desde la mirada de la entropía solo está actuando como debe actuar. El dilema es que creímos que, con la ciencia, la tecnología y el conocimiento la podíamos mantener en un cauce, cuando hoy retoma su caudal original. Parece que las democracias ya no sirven como antes y que los pueblos están indignados por mil razones que nadie logra responder ni solucionar; desde la mirada entrópica, es la vida misma que se rebela a un paradigma del rendir y del aparentar; el ser humano está manifestando su “humanidad” con todo su “desorden” más natural. Pareciera que las autoridades ya no gobiernan, que las encuestas no le atinan a ningún resultado, que las vacunas no son tan precisas en su defensa y que la economía no es tan firme como se podía antes especular. ¿Qué ha pasado? Ha aumentado la entropía y con ello vamos perdiendo información y certezas de cómo actuar, para dónde vamos y qué viene en el devenir mundial. Desde la revolución industrial en adelante creímos que podíamos dominar la naturaleza y que la humanidad era predecible como un algoritmo a calcular. Sin embargo, igual que una casa construida en medio de un bosque, hoy experimenta la “presión” de todos los ecosistemas que desplazó al edificarse y que quieren retomar su lugar. Raíces, animales, flora y fauna ejercen una fuerza sobre el “orden” humano queriendo volverlo a su estado más probable y original.

Lo que se acepta duele menos

Lo que estamos viviendo nos está ubicando en el lugar justo como creaturas de un universo que creímos era predecible y manejable según nuestra voluntad. Bajarnos del altar de dioses en que nos pusimos es un acto de humildad y sencillez que puede doler al principio, pero que nos puede ayudar a salvar la totalidad del sistema mundo y nuestra vida particular. La entropía es una especie de “cachetazo” a la soberbia humana que le permite despertar del engaño en que estaba sumida y comenzar a enmendar el camino y reparar. La salida la da, en parte, la encíclica del papa Francisco, ‘Laudato si”, cuando habla de la ecología integral.

Una nueva mirada

La ecología integral es una perspectiva absolutamente re-evolucionaria de la unidad que conformamos y que debemos de ahora en adelante considerar. Cuando “avanzamos” como humanidad debemos dialogar con la naturaleza, con los excluidos, con los más vulnerables, con nuestras propias fragilidades y temores para poder construir caminos “ecológicos” en el sentido que tomen en cuenta a todos los actores del sistema. Ya no se trata de que una multinacional arrase con paisajes y culturas para emprender una nueva industria que de recursos y beneficios de utilidad. Ahora debe dialogar con el contexto mayor, con su historia, con sus habitantes, con sus repercusiones y mirar el bien común y cómo mantener un sano equilibrio entre el nuevo orden que quiere edificar y el estado natural de las cosas en ese lugar. A la hora de soñar una nueva nación, aunque resulte complejo, todos sus habitantes deben escucharse y colaborar en construir una constitución que les permita a todos vivir en relativa paz, sabiendo que la entropía es parte de la convivencia nacional. Los altos niveles de entropía a todo nivel nos están obligando a conversar, a negociar, a escuchar, a colaborar, a dejar que todos expresen su modo de ser y pensar. Se acabó la primacía de un solo orden impuesto a la fuerza porque la vida misma nos está mostrando que no da para más. Sólo siendo hermanos entre nosotros y con la madre tierra podemos ponernos de acuerdo para construir un frágil equilibrio entre el caos y la maravilla de la vida como posibilidad.