Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

La gravedad de Nicaragua


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En varios comentarios de este espacio se ha referido que Latinoamérica ya no aguanta más otra dictadura; lastimosamente el siglo XXI parece solo tener en el horizonte los mismos ideales libertarios de los siglos anteriores, pero ya no a causa de imperios extranjeros o colonialismos de fuera, sino de los esclavistas criollos.



En el complejo escenario, vale la pena destacar la gravedad de Nicaragua, que en un retroceso histórico está repitiendo, al calco, la persecución a la Iglesia de centroamérica del siglo pasado, cuando ya con un obispo mártir, san Oscar Romero, es suficiente.

El odio a la fe no puede significar progreso, nada justifica el ataque sistemático contra los católicos en Nicaragua; el penoso episodio de exilio de Mons. Silvio Báez, auxiliar de Managua pretende ser reeditado con Mons. Rolando Álvarez, en arresto domiciliario y sin las mínimas condiciones para la legítima defensa.

La fe no es un delito, la vocación profética de una iglesia que denuncia la dramática realidad social del pueblo, no puede ser considerada como una afrenta ante quien de manera despótica se mantiene en el poder.

Proteger y defender a la sociedad civil

Sin embargo, en honor a la verdad, no es solo la Iglesia, la gravedad es que se pretende desaparecer cualquier organización civil, de índole religioso o no. El cierre de la Academia de la Lengua, de la que formó parte el célebre escritor, Ruben Dario, es muestra de ello.

Hasta la fecha se han contabilizado más de mil organizaciones sociales disueltas por la Asamblea Nacional, lo que criminaliza de facto, cualquier organización de servicio social. Sumado, la expulsión a las religiosas de Santa Teresa de Calcuta, y la expropiación de las instalaciones en las que las hermanitas de la caridad, servían al pueblo herido de Nicaragua.

A esto se agrega la criminalización de la prensa, la pareja Ortega Murillo “controla casi 95% de los medios de comunicación en Nicaragua (…) al menos un centenar de periodistas se han tenido que exiliar debido a las severas restricciones a la libertad del ejercicio periodístico, que incluye amenazas directas, violencia, apertura de procesos judiciales viciados, cierre de medios”, afirma Israel González Espinosa, periodista y ex corresponsal de Religión Digital, exiliado en España.

“Si uno es periodista independiente en Nicaragua corre el riesgo de ser visto como un enemigo del Estado, y cuya únicas opciones son la autocensura, el exilio o la cárcel”, sentencia el comunicador.

La gravedad radica en que sin cuerpos intermedios ninguna sociedad podrá progresar. Sin sociedad y organizaciones civiles no es posible un proyecto de país. No todo puede ser gobierno, no todo puede ser empresa, no todo puede ser la fuerza militar. La sociedad civil articulada es condición para un verdadero desarrollo humano integral.

Las dictaduras no pueden ser la herencia del continente

Las dictaduras en el continente no pueden seguir siendo la herencia para las generaciones del mañana, no es posible seguir retrasando el futuro de miles y millones de jóvenes que hoy protagonizan el éxodo en caravanas de migrantes, por los caprichos autoritarios de unos pocos.

No es posible seguir anteponiendo la ideología o los intereses partidistas frente al drama humano. La libertad religiosa no es solo para favorecer a los católicos, tiene implícita la libertad de conciencia y de pensamiento, derechos irrenunciables de cualquier hombre o mujer consciente de su compromiso por el país.

El periodista Gonzalez ha referido las fuertes acciones contra la Iglesia, a la vista de todos. Desde 2018 “viene creciendo de manera sostenida un ataque constante contra la institución, por medio de asedios a parroquias, espionaje político, hostigamiento a curas y obispos e incluso irrupciones violentas de turbas oficialistas en templos”, precisa.

De tal manera que no hay otra alternativa que apoyar la causa democrática, civil, y humanitaria en Nicaragua, en Venezuela y en Cuba, y asumir el compromiso de una realidad global, que tarde o temprano, nos alcanzará a todos.


Por Rixio PortilloProfesor e investigador de la Universidad de Monterrey