Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

Juventud y fragmentación


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La semana pasada, en clase con alumnos de 4º ESO, me sucedió algo a lo que sigo dando vueltas. Como de costumbre, lanzo un tema que pienso que puede conectar con sus intereses para, a partir de esa vivencia cercana, construir un discurso comprensible y anclado en su existencia, de modo que las palabras tengan un significado de partida compartido. Es decir, busco un asunto en el que los nombres indiquen y señalen en una dirección que nos permita el diálogo.



Para mi sorpresa, pensando que había sido algo público y notorio, cayó casi en el vacío. Alguien lo había visto, pero ni siquiera había sido recurrente o llamativo. El lunes me pasó con la -diría yo- famosa imagen de Federer y Nadal entre lágrimas y cogidos de la mano. Pero el miércoles, que volví a la carga, saqué el tema del velo en Irán, a propósito de la “revuelta” de las mujeres en protesta por la muerte de Mahsa Amini. Ni una, ni otra habían hecho mella en un grupo relevante de alumnos.

La caverna de Platón y los encadenados

Se me ocurrió preguntar qué tenían en común, qué compartían. ¿Músicas, series, películas, libros, deportes? Una tras otra -algunas sabiendo ya lo que ocurre de forma general por el empuje de las nuevas tecnologías- la respuesta que encontré fue la fragmentación. Por resumir, cada uno vivía en su propio mundo mediático, de interés, de ocio. Algo que, teniendo evidentemente su lectura optimista, refleja una situación de ruptura con una lectura común de la realidad, de la simbólica compartida, de la perspectiva desde la que se contempla la vida. Interiormente pensé, sin decir mucho más: ¡Ni en la caverna de Platón se plantea tan duramente la situación de los encadenados!

Sin duda, el desarrollo de la tecnología influye mucho en esta dispersión de intereses y posiciones, de elecciones y caminos. Sobre la formación de la identidad personal (que sigo pensando que se funda más en la relación con el otro que en la reflexión de uno consigo mismo y su libertad) habría entonces mucho que decir. Porque probablemente el currículo escolar, y ciertas noticias e impactos sociales temáticos que de golpe lo abarcan todo durante unas semanas, ocupe hoy por hoy un espacio común casi único. No es poca responsabilidad, si se entiende como formación más que como mero desarrollo intelectual. Y no es poca responsabilidad si se acoge, además, desde los presupuestos fundamentales de la relación.

Protestas en Irán por el asesinato de Mahsa Amini

Me atrevería a lanzar una tesis final que requeriría más estudio y atención. La fragmentación del individuo, de la que cierta psicología se jacta exitosa por haber mostrado a la persona que no es el centro de ella misma dado que actúan todo tipo de fuerzas y presiones, no solo se debe a un proceso de descomposición en las certezas sobre la realidad que nos rodea y sobre la vida en general. La fragmentación de la persona tiene mucho que ver, y esta sería la parte más interesante de contemplar y sanar, con la pérdida de relaciones, vínculos y alianzas sólidas con otras personas, con el mundo y con el Misterio que llamamos Dios. Sin estas tres cumbres a la vista y bien presentes, por las que la persona va transitando, es muy probable que solo quepa un ensimismamiento enfermizo y la pérdida de un sano entendimiento común.

Huelga decir que, en este caso como en la mayoría, los jóvenes solo han sido la excusa para iniciar esta reflexión sobre la antropología real de nuestro tiempo, que abarca ya todas las generaciones, aunque no de igual manera.